miércoles, 26 de diciembre de 2007

¿Sabes más que un mono de primaria? (anexo)

En virtud de una de mis entradas anteriores(o salidas, según se mire), me tomo la libertad de poner un enlace a la página del mismísimo padre del capitán Alatriste, auténtico y admirado "maestro de esgrima", por su mordacidad y lengua depiladas. Te podrá gustar más o menos su careto, o la forma peculiar que tiene de decir las cosas (lo mismo es por la falta de costumbre que tenemos de que se llame a cada cosa con su nombre), pero yo me quito el sombrero, y me congratula saber que no soy el único que piensa así.

http://www.xlsemanal.com/web/firma.php?id_edicion=2687&id_firma=5150

viernes, 21 de diciembre de 2007

Que se sujete el gorro Arguiñano


A Arguiñano, con su gorro de cocinero, su horno con pirólisis y su inacabable repertorio de chistes malos, le ha salido esta Navidad un feroz e insospechado competidor: el mismísimo Gobierno.

De la boca del secretario general de Agricultura y Alimentación, ha salido, en plan receta o truco de prestidigitador, un consejo culinario para los consumidores-votantes, recomendando la carne del conejo, lo que le ha dado al hombre casi tanta fama como a ese gordinflón finlandés que espera agazapado en cientos y cientos de balcones el asalto a nuestros hogares para traernos sus presentes, en clara competencia desleal al tradicional trío oriental que siguen resistiéndose al uso del gps, pues continúan guiándose por la estrella que los condujo al portal de Belén.

El interfecto, que lo mismo es un cocinillas de padre y muy señor mío, sin necesidad de termomix o cualesquiera robots de cocina otros (¿o se diría "roboces" de cocina como he oído recientemente?), e incluso sabe de botánica más que Darwin, en lo tocante a métodos para el control de la inflación anda un poco apuradillo.

Cargar sobre los escurridos y prietos lomos de un lepórido de los de toda la vida, con sus más de cincuenta especies diferentes, símbolo de fertilidad donde los haya y, paradójicamente, también de inocencia (la paradoja está en que hembra que pare cual coneja, ya se sabe que no es virgen sino pendeja), la solución a nuestros males inflacionistas, se me antoja un disparate, como pensar que a estas alturas del siglo veintiuno no haya podido Porky dar caza al cabroncete Bugs Bunny, porque también los conejos pueden ser de aquella manera, tirando a hijos de padre desconocido.

Lo mismo que en Estados Unidos tienen la Asociación Nacional del Rifle, escuela en la que se han forjado grandes pirados de la historia nacional yanqui que se lían a pegar tiros en plan Rambo en escuelas, comunidades religiosas o centros comerciales, en España, con un par, tenemos la Asociación Nacional de Amigos del Conejo y una Asociación Protectora del Conejo...¡No es coña! ¡os lo prometo por las mismísimas orejas de las conejitas de la mansión Play Boy! ¡Y hasta tienen su página web! ¿Ibamos nosotros a ser menos que los pirados hijos del tío Sam?

Lo dicho, Arguiñano, tocayo del alma: vas a tener que actualizar tu recetario. Para estas fiestas nada de cordero, ni de cochinillo, ni gambón del quince, ni almejitas de carril, ni angulas de Aguinaga o langosta de recios bigotes. Está de moda el Conejo, como lo está el "Canon", o el "Cachete". Parece la navidad de las "cés".

Menos mal que ya han cerrado el "Congreso", como cierran los "Colegios" y vamos a poder descansar un poco de toda esta grey parlamentaria, porque las más de las veces, sus señorías, para más señas, deberían seguir el sabio "consejo" real al lider del pueblo venezolano y "callarse", que ya se sabe lo de que en boca cerrada no entran moscas. Ya puestos, ni conejos, con independencia de la pelambre que se gasten.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

¿Sabes más que un mono de primaria?

Para los que no veáis la tele (eso que lleváis ganado), os diré que el titulo que he elegido esta vez es casi idéntico al de una especie de concurso presentado por el "señor de las vaquillas". Me refiero, claro está, a Ramón García.

En él los concursantes, con la ayuda de unos niños que son los empollones de la clase, han de responder a preguntas de esas materias de Primaria que tenemos los mayores tan olvidadas.

Tranquilidad y buenos alimentos, que no me voy a convertir ahora en crítico televisivo. Creo que de la caja tonta está casi todo dicho ya. A lo que quiero referirme es a un experimento que hicieron público ayer mismo que viene a demostrar que los congeneres de la mítica Chita tal vez no sean, como hemos pensado siempre, nuestros ancestros y que el hombre es la evolución, sino justamente al revés. Sé que este planteamiento tampoco es muy original pues imagino que, quien más quien menos, recuerda a Charlton Heston en "el planeta de los simios" (1968), o cualquiera de las 4 secuelas posteriores que han terminado por crear una auténtica saga cinematográfica. Pero el que no se acojona es porque no quiere.

En el experimento en cuestión un chimpancé, a cambio de unos cacahuetes, identificaba perfectamente los números del uno al nueve, y era capaz de recordar en qué lugar se encontraban, mientras que en la comparativa un humano quedaba a la altura del betún.

En éstas -coincidencias cósmicas de nuestro Universo planetario a parte-, a nuestra actual ministra de educación (permitidme que, como se decía en el mismo inicio del Quijote, no quiera acordarme de su nombre, pues he decidido, en lo sucesivo, no mencionar nombre alguno de persona que no haya hecho nada de relevancia, y el ser o haber sido ministro, del color que fuere, no me parece acto reseñable de por sí), le llegan los datos de una encuesta europea llamaba "Pisa" de resultados desastrosos. Es posible que el nombre se lo hayan puesto para reflejar que, al igual que la monumental y archiconocida e inclinada torre de la bella ciudad de la Toscana italiana, no hay quien enderece el rumbo de la educación.

Lo cierto es que a nadie parece importarle un bledo la educación. Pensándolo bien, la educación, como "plaga" en que puede llegar a convertirse, hay que tenerla bajo control. ¿No habéis pensado nunca el peligro que supondría para los políticos tener que enfrentarse a poblaciones cultas, bien formadas académicamente y con criterio propio e independiente a las que no resultan, por tanto, tan fácil arengar y engañar?... Por eso, legislatura tras legislatura (a los datos me remito), sin importar que sean los unos o los otros quienes ostenten la mitra papal de la política, se hacen logses, loes y otras variopintas reformas, todas ellas simplificadoras, con el pretendido fin de mejorar pero que, en realidad, nos están llevando a niveles aún más bajos, casi a la altura de eslabones que pensábamos perdidos. Si se me permite, y con todos los respetos, a la altura del mono.

Porque además de chicas "monas", hay mucho mono de feria pululando por ahí. Monos amaestrados que lo mismo se ponen una capucha y pegan tiros a bocajarro, que revientan manifestaciones pacíficas lanzando consignas aprendidas a base de palmetazos o persiguen a concejales de patillas largas y tendencias sexuales alejadas de lo habitual o se enfrentan brutalmente a otros congéneres faltandoles al mínimo de los respetos.

De verdad os lo pido: no veáis en mis palabras inclinación política alguna porque no la hay. Me parecen igualmente deleznables la extrema derecha y la extrema izquierda (salvando a Paco Gento que corrió por ella como alma que lleva el diablo), me parecen así mismo ridículas las manifestaciones a favor de un alcalde, independientemente de las siglas, del que se sospecha que ha cometido fraude en la ostentación de su cargo público, y que, gloriosamente, se defiende aduciendo que los cincuenta y cinco mil euros (casi 10 millones de las antiguas pesetas)que tenía en casa eran fruto del ahorro. Y me parecen catastróficos los prejuicios que emitimos sobre los más dispares temas sin disponer de un mínimo de formación e información, algo que les viene de perlas a la prensa rosa de nuestro país, sustentada en el deporte nacional que, contrariamente a lo que pudiéramos pensar, no es el fútbol, sino el despelleje, el cotilleo y la envidia insana.

¿De verdad a estas alturas aún te cabe alguna duda de si sabemos más que un mono de primaria? A mi no. Creo que es de las pocas cosas que tengo claras.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Equivocarse es de sabios

Antes de que alguno de los muchos lectores eruditos que devoran mis bloguerías sienta la tentación de corregirme, permitidme que justifique el título.

Nuestro viejo y curtido refranero afirma, no sin razón, que rectificar es de sabios. Y que equivocarse es propio de los que tienen boca, amén de los pendones desorejados que no piensan las cosas antes de hacerlas ni después porque sencillamente tienen las neuronas en paro biológico. En resumen, que cualquiera se puede equivocar, pero haciendo uso de nuestras inmensas capacidades y echándole la moralina adecuada: rectificación al canto, golpecito de pecho, y aquí paz y después gloria, que lo mismo le canonizan a uno o le hacen ministro de exteriores.

Pero hete aquí que este humilde servidor, siervo de las letras, y eterno buscador de la piedra filosofal, demostrará que equivocarse -¿por qué no?- puede llegar a ser de sabios con todas las de la ley. ¿No conocéis ningún caso? Pues yo si, y os halláis ante la prueba viva.

Resúltase que un día a finales del pasado mes de junio, san Juan mediante, estaba yo en el ejercicio de mis obligaciones fiscales para con la Hacienda Pública... ¡vamos! que estaba haciendo mi declaración de la renta y, como cada año, me salía a devolver.

Esto de excederse en las retenciones, bien pensado, es como una especie de hurto que le hacen a uno mes a mes, aunque los que más se quejan son los que han de pagar al final, porque les han ido reteniendo menos de los que les corresponde por su tipo. Aquí me váis a permitir una apreciación, para aclarar que Elsa Pataki no paga más a Hacienda a pesar del tipo que tiene, ¿está claro?... pues continuamos.

Como hispano de pro, procedí a apurar hasta el último día para cumplir con la mentada obligación. Y quedé, con innegables ansias, a la espera de ver reintegrados los excesos amatorios del fisco para con nuestro bolsillo. Y así hasta el día de hoy, en que, para mi sorpresa, recibo una carta certificada de la casa de todos los españoles en donde se me comunica que no sólo no me devuelven, sino que me reclaman una ingente suma de pecunio. Lo documentan con multitud de números, ¡matemáticas para qué os quiero!... y en plan ultimátum, después de haberse pasado cinco meses extras "custodiando" mi dinero, ahora me dan 10 días para que haga el ingreso o reclame, ¡que si quieres arroz Catalina!

Por suerte, al tener mi materia gris siempre activa (a veces incluso demasiado, ¡para qué negarlo!... ¡menos mal que no pasa lo mismo que con mi cuerpo de atleta!), me ha bastado echarle un ojo a toda la retahíla de cantidades y cifras, bases liquidables, reducciones, cuotas íntegras y demás pasteleo fiscal que me adjuntaban a modo de prueba aclaratoria, para comprender que, efectivamente, el suscribiente había metido la zarpa hasta el fondo del tiesto... pero como todo sucede por alguna razón, lo mejor del asunto es que, gracias a este error, he podido comprobar que, si no sabio, al menos no soy el más torpe del barrio, pues deben tener en Hacienda a un jenares (me temo que habrá un pilón de ellos) que, de lo listo que es y lo bien que barre para casa, lo mismo llega a Inspector Jefe. Y si pretenden excursarse culpando al ordenador o al programa "padre", les diré que lo revisen, no vaya a ser que haya tenido nietos y sea ya "abuelo".

Mañana acudiré con una media sonrisa a preguntar quien ha sido el revisor de mi cuenta. Salvo que tenga bigote y pinche, lo mismo le planto un par de besos, porque me va a permitir un desembolso extra esta próxima Navidad. Y es que el error que había cometido realmente, y que no han subsanado aún, era en mi contra, por lo que han de devolverme un buen pico de euros más.

¿Quién dijo que equivocarse no es de sabios? A mi este error me va a "saber" a gloria. Algún día os contaré otro caso.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Dábale arroz a la zorra el abad

Regreso al coso literario en el que tanto disfruto lidiando letras, palabras y frases llenas de trasfondo, aguardando críticas "a porta gayola", que diría el avezado crítico taurino.

Para quien no esté puesto en el tema, la escogida expresión entrecomillada es el nombre con que se conoce a una suerte de las más espectaculares del toreo, consistente en que el matador reciba al toro, que sale de chiqueros, rodilla en tierra y mostrándole todo el engaño.

Para los más inquietos: ¿qué pintan el arrroz, una zorra y un abad en una corrida de toros? Pues mayormente nada; ya sabéis que mi suerte preferida es la de varas, que es de las más antiguas de la tauromaquia, y como buen picador, me gusta castigar, aunque en su justa medida. Me da lo mismo que sean tranvías, tomates, matemáticas o la rebelde inflación. ¡Hay tantas cosas de las que me apetecería hablar!¡y muchas más de las que me gustaría saber! Pero es lo que hay, y se lleva mucho eso de hablar por hablar, aunque no se sepa de lo que se habla. Con lo bonito que es el silencio.

Eso sí, por favor de las mercis; ruego a san Fulgencio, santo patrón de nuestra diócesis catedralicia, que no se me malinterprete, pues no pretendo ironizar con nada ni nadie conocido, al menos de momento. Son mis ansias de conocer y abrirme al mundo las que me han llevado a refugiarme entre las páginas de nuestro real diccionario. Y buscando que te busca, como quien se trompica con la raya del lápiz me he dado de bruces con el singular palabro que define lo expuesto en el título.

Quien a estas alturas sepa la definición de "palíndromo" estará preguntándose qué les ha ocurrido a mis meninges para estar concatenando tal cantidad de sandeces, y que de haberlo sabido hubiera dedicado este su precioso tiempo a deshojar margaritas, a la recogida de rabos de lagartija o a pegarse cabezazos contra una pared de ladrillos del siete. Poca justificación parece tener lo de ponerse a escribir sin ton ni son, como un auténtico poseído por una pluma barroca derrochando adjetivos y metáforas taurinas cuando en apariencia lo único reseñable es que he encontrado una frase que se puede leer de izquierda a derecha o de derecha a izquierda. Vamos, lo que con un uso impropio del lenguaje diríase una frase capicúa.

Pero insistiendo en lo de la paciencia, y con el ruego de que confiéis en la apañada mente del que esto suscribe, os prometo grandes aventuras de ingenio y sagacidad para los próximos eventos. Entonces, y sólo entonces, podréis darme la razón o invitarme definitivamente, con el recién adquirido estilo real, a que ponga cremallera en boca.

De momento, aprovechad y quedaos con la culturilla adquirida. Dicen que el saber no ocupa lugar, pero yo he tenido que comprarme otra librería en el ikea para tener organizada la sabiduría de papel. A mí que me lo expliquen.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Un tranvía llamado Higuero II

Parece mentira lo implacable que es el tiempo. Se ponga uno como se ponga, el minutero y su coleguita veloz, mister segundero, nos martillean sin cesar.

El tiempo se puede emplear para cosas de provecho o perderlo en tonterías, se puede ir por delante o por detrás, pero no hay forma de que se pare. Tan sólo se detiene figuradamente cuando nos da por enamorarnos de algo o de alguien y no tenemos ojos ni sentido para nada más.

Pero no te engañes, que no hay trampa ni cartón. Si piensas que haciéndote el tonto y dejando que se te caiga la baba con el embelesamiento te vas a burlar de la inexorabilidad (¡toma palabro!) y la fugacidad del tiempo, ¡ya te caerás del guindo! Que, como dijo una vez el sabio: hay más días que botellines.

¿A que parece que con estos principios me voy a poner en ese plan poético-filosófico que tan ñoño os parece en un tipo duro como yo? Pues no temáis que no van por ahí los tiros, y ahora empezaréis a entender que no me he equivocado al ponerle título a este nuevo despiece literario sabatino. Todo tiene su explicación: la reflexión la he hecho al darme cuenta de que ya han pasado seis meses desde que abriera esta ventana sin cristales que es mi blog picoesquinero.

Corría el mes de mayo cuando me dió por darle caña a la doble ocurrencia sin par de nuestro consistorio, al dotar a nuestra querida Murcia de un tranvía que no iba a ninguna parte (y que, como era previsible, dada su inicial gratuidad para el usuario, se ha convertido en mera atracción ferial con la que pasearse para arriba y para abajo) e inaugurarlo con una platillesca competición hombre-máquina (que nos vendieron como original cuando ya se había realizado en otros lugares).

Reconozco que intenté aprovechar la situación para bautizar el nuevo engendro de transporte público con el nombre del conocido atleta que cobró por darse una carrerita de poco más de tres minutos, pero mi iniciativa no prosperó. Yo, que me creía ocurrente, me rindo a la evidencia de que aún no he pronunciado esa frase lapidaria ni he inventado ese nuevo palabro por el que se me pueda recordar en el futuro, con la evidente excepción de mi madre, que fue quien me dió el sentido, y mi media mandarina, que fue quien me lo quitó y se lo quedó. Ellas dos son las únicas personas vivas en este mundo a cuyos oídos he regalado en exclusividad ese par de palabras mágicas que abriría el corazón de cualquiera, por muy enlatado que lo tenga: ¡te quiero!

¡Ay, venga! ¡que se me va la pinza y se me endulza el rostro de meloso romanticismo! ¡y yo soy un tipo duro! ¿os lo había dicho ya?... por eso, con la rudeza que debe caracterizar a mi firme pluma (la de escribir, que yo no cultivo ese otro tipo de dulzura y encanto que algunos encierran en armario ropero), reafirmo medio año después que el tranvía es como "el gusano loco que va para delante y para atrás, todo recto pero menos rápido", que es la mejor definición que he escuchado hasta la fecha. Curiosamente no es frase de un erudito pensador, sino de una niña de 7 años que ya lo ha podido probar, como otros tantos miles de murcianos cómplices mal que les pueda pesar en el futuro, por haberse dejado abducir por su actual gratuidad.

Cuando nos llegue la factura del ingente desembolso que supondrá costear la construcción de los nuevos tramos previstos, para los que se busca en la actualidad una mera justificación haciendo recuento de los incautos que lo han probado a modo de feria, ya veremos si se ponen más gritos en el cielo. De momento, de lo que si podemos estar seguros es de que más de un aprovechado pondrá el cazo, como parece dictar la norma de la moderna gestión municipal.

Que cada cual extraiga sus conclusiones y que se monte si le place, y su conciencia se lo aprueba, en el bicharraco de los raíles, aunque con su tintineo de aviso más parece embarcación marina. Mi conciencia y yo seguiremos gastando suela y dándole al pedal. Así, cuando desaparezca La Manga del Mar Menor, como vaticinan los ecologistas, por los efectos del cambio climático, podré contarle a los míos que yo hice lo que pude, aunque también fui de los aprovechaba los baños en el mar para diluir sus excreciones renales con la inmensidad del caldo marino.

Si ya te has montado, o te has orinado alguna vez en la playa, tampoco te deprimas. Hay cosas peores como el fin del mundo. Y tampoco creas que por ir en bici te van a dar la chapa de salvador del Mundo, ¡que luego los hay que tiran plásticos de productos energéticos en la cuneta cuando salen en bici y se las das de tíos sanotes, eh!...

sábado, 3 de noviembre de 2007

EL MINI TIQUI-TACA

Dicen que lo peor no es perder, sino la cara que se te queda. Eso es algo que, normalmente, te tienen que decir, porque con la derrota pegada en el estado de ánimo no creo que haya nadie que tenga la templanza de pararse delante de un espejo.
Y lo cierto es que da lo mismo lo que pierdas. El fútbol es así. Y el de salón también. Ya puestos lo es hasta el futbolín, ¿verdad señor Candelas?
Para los profanos, mister Candelas es un señor de bigote, que tiene por oficio entrenar al equipo más laureado del futbol-sala mundial. El susodicho y los suyos tienen por costumbre, cuando vienen por Murcia, tirar de estadística y darnos unos repasos más que considerables.

Pero ayer se les fue la mano con la autosuficiencia (y no es la primera vez ), y quisieron lucir sus mejores galas de paseo en el último minuto del partido.

Particularmente yo espero que sigan sin aprender y que sigan tirando de prepotencia cuando les venga en gana. Usted que lo vea y nosotros que les ganemos.

Técnicamente ayer no ganamos pero espiritualmente si. El empate a cuatro, después de ir perdiendo por uno a cuatro, es de esos que te dejan como drogado de gozo y con las cuerdas vocales temblando.

El mejor dibujo que os puedo hacer de ese último minuto, y que adorna esta incursión en el mundo futsalero, es obra de la artista Laura Ruiz, que ayer, con sus siete añazos, se estrenó como forofilla de Elpozo Murcia, disfrutando como todos nosotros. ¡Ah, no! ¡Que al señor Candelas y a los suyos no les dio gusto al final!...

sábado, 27 de octubre de 2007

LAS CASTAS MATEMÁTICAS Y LA REBELDE INFLACIÓN

Con todo lo que se ha escrito y se ha dicho de ellas, las matemáticas, la ciencia más odiada por la adolescencia española y causa de mil y un fracasos escolares, resulta que son honradas a carta cabal y nunca engañan, como el mismísimo algodón de don Limpio.

Además, a pesar de todos sus vericuetos crípticos y la inacabable retahíla de operaciones que la hace tan enrevesada por momentos, con sus cubos, sus raíces cuadradas, sus reglas de tres, sus senos, sus logaritmos neperianos, sus ecuaciones de segundo o tercer grado, su mínimo común múltiplo, sus números primos y hasta el mismísimo teorema de Pitágoras, ¿quien sabe de otra ciencia que se pueda meter entera en una especie de coctelera científica con botones? Al cacharrito en cuestión, que es una auténtica máquina diabólica del cálculo, la conocemos popularmente como calculadora, ¿y a quién no le ha aliviado alguna vez del devastador suplicio de tener que calcular de cabeza el resultado de multiplicar siete por ocho?

No deja de parecerme sorprendente que, a pesar de la dura competencia de estos aparatos, siga subsistiendo el viejo oficio de maestro de matemáticas, con la mala reputación que tuvo siempre como mera ocupación de científicos medio idos a los que nadie prestaba atención en clase. Porque a ver a quien demonios puede importar en qué lugar chocarán dos trenes que salen por la misma vía en dirección contraria a distintas velocidades, cuando lo realmente interesante hoy en día, conforme se ha puesto el mundo de morboso, es conocer el número de muertos e intentar retransmitirlo lo más cerca posible del lugar del mortal impacto.

Pero ya puestos a hablar de oficios, no menos chocante me resulta el enorme parecido entre algunas modestas profesiones de siempre, como es la de carnicero, para la cual se exige en los tiempos que corren el carnet de manipulador, y otras de más recio abolengo (¿o debería decir "rancio"?), como es la de ecónomo oficial del reino, o lo que es lo mismo: ministro de economía, en donde también se trata de saber manipular con arte y maestría, ora estadísticas, ora números.

¿Y qué decir del rectilíneo oficio de enmarcador de cuadros? En no pocas ocasiones, en su incombustible búsqueda de la cuadratura del marco, es plagiado vilmente por esas matemáticas corruptas aplicadas a la economía general, donde, con portentosa torería, se nos vende la imposible cuadratura del círculo. Naturalmente, acostumbrados como estamos a pasar por el aro de la patraña política, nosotros damos oficialidad al número circense y acabamos siendo víctimas una y otra vez del vulgar timo de la estampita económica. Señores, algo no encaja: o nos ha tomado el pelo el espíritu de Pitágoras desde tiempos inmemorables o nos lo toman a conciencia los fantasmas de nuestra economía.

Permitidme un ejemplo, calculadora en mano, para entrar en materia. Imaginemos por un momento a Pepito, uno de esos niños despóticos de hoy que corretea alegre y salvajemente haciéndoles imposible la vida a sus progenitores. El referido Pepito, "niño llave" a su pesar, recibe una paga semanal de un euro. Permitáseme aquí un inciso que considero indispensable, dado que será sentimiento generalizado considerar que un euro de paga semanal es rala dotación pecuniaria para una criatura a estas alturas de la historia de la Humanidad, pero obsérvese que hace poco más de dos décadas, servidor recibía, con suerte, apenas cinco euros. Teniendo en cuenta que un euro, según la teoría de la convergencia económica europea cuyo humo nos hemos venido tragando, equivale a más de treinta y tres de esos duros de antes, resulta que cobrando ese euro a la semana, el Pepito de hoy cobra casi siete veces más que un Pepito de los años ochenta; ¿a quién se le ha multiplicado por siete el sueldo en estas dos últimas décadas? (no vale como respuesta acordarse de diputados, senadores, alcaldes, concejales y demás variopinta jauría política, porque de todos es sabido que para lo único que están de acuerdo siempre es para subirse los sueldos). Fin del inciso.

Retomando la historia de Pepito y su euro, si al nenico de marras lo enviaban sus padres a comprar pan con su lustrosa moneda, hace como quien dice dos días de nada, además de traerse una barra con apariencia panaria, entre cuyos ingredientes posiblemente también hállase la harina, se embolsaba unas vueltas nada despreciables, que seguramente invertía en alguna de esas chucherías tan recurrentes en la dieta de nuetros infantes, dado el olvido en el que han caído los cerdos-hucha, ¡con lo que fueron en tiempos!

Y es que lo del pan no tiene nombre, bueno sí, tiene un nombre y es golfería. Hasta a nuestro Pepito le parece un robo pagar diez céntimos más por algo que venía costando medio "ebro". Porque si aplicamos la regla del porcentaje (ya sabéis, esa que se representa con dos circulitos separados por una barra inclinada), resulta que sobre el precio anterior de cincuenta céntimos, esos diez suponen un incremento del veinte por ciento. Y esto es aquí y en Cehegín, usando la calculadora o dándole a la matemática en estado salvaje, en plan cuenta la vieja.

Si hablamos de los tipos de interés, y de entre ellos del Euribor, auténtico semidios de la economía europea, cualquier oscilación al alza, por muy mínima que sea, es a las escurridas economías domésticas, lo mismo que Freddy Krugel a los habitantes de la calle Elm: una auténtica pesadilla.

El pobre Pepito, al que habíamos abandonado, se queja -esta vez con razón-, de que no hay derecho, y de que a él no se le ha subido en igual cuantía su derecho a paga. Y patalea y patalea. Se revuelca en el suelo y llora. Al desconsolado Pepito le queda aún mucho por aprender.

Sin saberlo, y aunque a título individual, ha ejercido por primera vez el sindicalismo en estado puro y sin contaminación. Algún día, cuando alcance el ansiado estatus de paseante de libros universitario, en clase de economía le hablarán del IPC entre otras muchas siglas, la mayor parte de ellas un absurdo y fallido intento de simplificación que complica mucho más el aprendizaje. Y se hartará de oir en los medios de forma reiterada y cansina, que el fastidioso índice de precios al consumo está bajo control, casi lo mismo que la inmigración ilegal, la corrupción y el paro.

Tal vez, si ha desarrollado convenientemente el necesario sentido del humor, Pepito se descojonará por no hincharse a gritarle improperios al mamón que retransmite tan plácidamente las cifras de la inflación acumulada.

Son unos cracks, unos jugones de la economía. No tienes necesidad de poner la sexta. Te lo digo yo. La vida puede ser maravillosa. Lo sería más si la inflación no fuera tan rebelde o no se les notara tanto las artimañas que emplean para disfrazarla. Y si los salarios crecieran de forma pareja, entonces lo mismo no habría necesidad de buscarle letra al himno de España, porque no habría patriotismos histéricos ni maldita la falta, porque toda la piel de toro sería jauja, el reino donde, además de agua, habría riqueza para todos.

Moraleja: Colorín, colorado. Sin su euro, Pepito se ha quedado.

sábado, 20 de octubre de 2007

EL CONSUELO DEL OSO POLAR

Si la vida es dura, la del oso polar es la hostia de dura. Casi tanto como la geta de algún oficiante de la vida política que yo me sé. Este bicho (vuelvo a referirme al oso polar, para que nadie se pierda nada más empezar), además de ser gordo y vivir más solo que la una en punto, va toda su puñetera vida con el mismo abrigo, que es de pelo blanco y se pone hecho unos zorros cuando le saltan manchas de sangre (porque purés y verduritas a la plancha os puedo asegurar que no son su dieta básica). Eso sí, como vive en la nieve, que también coincide que es del mismo color, pues se puede revolcar todo lo que le venga en gana por el suelo, como hace cualquier rutilante estrella del firmamento balompédico que se precie.

No tienen Play Station y, consiguientemente, tampoco tienen amigos. Porque en el polo podrían juntarse, ¡no sé!... ¡con las focas, como un amigo que tengo al que le van las mozas bien entradas en carnes! Pero éstas no están muy por la labor, porque si se juntaran pensando en darse el gran revolcón con el gran oso macho, más que en la cama acabarían en la cazuela. Esto último es un claro eufemismo para explicar sin demasiada crudeza –por si hubiera público infantil o demasiado susceptible entre los lectores de este manifiesto- la forma en que se ventila el oso el suculento manjar si llega a ponerle la zarpa encima.

Pensándolo bien, lo cierto es que a la pobre foca, si no es por los cazadores que las persiguen despiadadamente por su apreciada piel, es por los osos polares, más preocupados por lo que tienen bajo el pellejo, con lo que también tenemos un ser polar de vida más bien jodidilla. Pero de estos animalejos, que si se ponen con un balón en el morro, son casi como Ronaldiño (lo decía por los malabares que son capaces de hacer con la pelotita, pero ahora caigo en que también se le parecen en lo de los morretes) ya habrá ocasión de hablar otro día.

Volviendo a la vida del oso polar, y más concretamente a su vida sexual, resulta que la hembra es la que marca el ritmo. No es que eso sea algo que diferencie demasiado a nuestras especies, pero si a nosotros nos cuesta mojar, ¡ni te cuento al oso polar! ¡Pobrecico!... No se trata de que la osa padezca habitualmente de jaquecas cuando “toca”, ¡ya sólo le faltaría eso a este simpático ser de novecientos kilos tirando a la tonelada! Ciertamente es mucho peor. Atención a la gran putada: a la hembra sólo le entran ganas cuando le llama el instinto maternal, algo que ocurre cada tres años. ¡Y los funcionarios se quejan porque no les lleguen los bienios! ¡o los futboleros porque los mundiales sean sólo cada cuatro años! … ¡hay que ver cuanto daño ha hecho la desaparición del servicio militar obligatorio! ¡qué generación de nenazas!

Todo esto lo aprende uno gracias a los documentales de la dos y al Nacional Geographic. Yo los veo cuando puedo, os lo prometo por los osos amorosos, por el osito Misha y por Jackie y Nuca. Y como dicen que el saber no ocupa lugar, atentos todos, porque no es excusa vivir en un piso de VPO o en un trastero en Churra. Más espacio ocupan nuestros prejuicios y no los desalojamos a la fuerza como si habitaran ilegalmente en una cañada más o menos real.

En lo sucesivo, antes de protestar, renegar, rezongar, refunfuñar o gruñir, adicionando las ineludibles blasfemias, acordaos de la vida del oso polar. Aunque si en lo de “empujar” gozáis de una dosis similar, lo mismo no os sirve de consuelo, sobre todo porque, que se sepa, el oso polar no tiene por jefe a un cabrito viejo.

viernes, 12 de octubre de 2007

El día en que los tomates se convirtieron en bien de lujo

Érase una vez una huerta donde todos los frutos de la tierra que servían de sustento a los hombres y mujeres de la zona, convivían en paz y armonía. Ninguno de ellos era discriminado por razón de raza, color de la piel o religión (bueno tampoco sé muy bien la religión que puede profesar una col de Bruselas o un nabo, con lo inanimados y poco expresivos que son ellos en sí...).

Las lechugas, con sus estilizadas y elegantes hojas verdes, color clorofila, compartían caballón con calabacines, cebollas y cebollinos, ajos porros, carnosos pimientos y otros productos de temporada. Y en lo tocante al riego, no hubo manifestaciones multitudinarias en contra del reparto del agua. El agricultor, que no era político, y quería a todas sus plantas por igual, la distribuía según las necesidades que le son propias a cada uno de estos herbáceos seres vivos.


A la calabaza, cucurbitácea de pro, no le molestaba que los otros habitantes de la tahulla le recordaran su condición de planta rastrera. El significado peyorativo de este adjetivo lo descubrió el hombre, cegado paradójicamente por un deformado instinto de trepar, a pesar de los pesares o de quien se pusiera por delante.

Lo de la planta del tomate, de la familia de las solanáceas, con sus coquetas flores amarillas, es otro cantar. En aquellos tiempos era tan solo una más del erial. En su niñez se vestía de verde sin protestar. Al alcanzar la pubertad sus mejillas enrojecían, pero no de vergüenza. Era entonces cuando, recogido con amor y esmero, y convenientemente regado por un buen chorro de aceituna exprimida y con una pizquita de sal, tenía la capacidad de maravillar con su inconfundible aroma y delicioso sabor.

A partir del siglo xviii, los catalanes lo maridaron con el pernil y el pan, y desde entonces se ha llamado "catalana" al típico bocadillo de jamón con tomate de esos que me gustaba merendar de crío. Los italianos lo encumbraron junto al queso rallado como base inexcusable de su archimundial pizza y los americanos (¡en fin!... no podíamos esperar otra cosa de ellos), lo estrujaron y apachurraron (como si se tratara de cualquier país invadido por ocultas razones politico-económicas), inventando una pseudo-salsa a la que bautizaron con un ridículo nombre de grupo musical aserejé.

Llegó a convertirse en la estrella de un programa de la tele basura con que nos atormentan las emisiones de rayos catódicos día tras día y, lo peor de todo, los ingenieros agrónomos consiguieron clonarlo hasta hacerlo transgénico y castrarlo químicamente para que no pueda ser usada su simiente, inventando mil variedades, cual de ellas más insípidas. Total, como ya le pasara en tiempos a la princesa de Rubén Darío, que estaba triste, porque había perdido la sonrisa y el color, el tomate, que llegara a ser la alegría de la huerta, aunque siga siendo rojo, su gracia y sabor ha perdido, y nadie sabe como ha sido.

Tampoco persona alguna acertaría a entender el por qué ha terminado convirtiéndose en un producto selecto, de precio prohibitivo para cualquier economía mileurista, que ha de conformarse con comprar botes del tomate de pera, el pariente pobre de su alteza el tomate de Muchamiel, el tomate Daniela o el canario y de Mazarrón.

Hete aquí la historia reciente del Lycopersicom esculentum, el que fuera, otrora, carnoso y aromático fruto, ha terminado subiéndose a la parra de la economía.

¿Tendrá la culpa el licopeno
del que dicen que está lleno?
¿o su capacidad, en la que nunca pensé ni por asomo,
de eliminar el exceso de plomo?

MORALEJA DE ESTA FÁBULA EJEMPLAR:
¡Ay si siguiera vivo Rubén Darío!
¡Qué de hostias me Daría!

viernes, 28 de septiembre de 2007

RECUERDOS EN SEPIA DE LA MURCIA EN LA QUE NACI

La Murcia en la que me soltaron a este mundo un mes de septiembre a principios de los setenta, poco tiene que ver con esta Murcia de ahora, europeizada, que ha dado un estirón inmobiliario, alimentada como esas nuevas generaciones de zagales y zagalas del petisuis, maquillada por esa especie de autoproclamada Academia de las Artes Murcianas en que se han convertido las sucesivas corporaciones locales acampadas en la Glorieta, intentando limpiar, fijar y dar esplendor con ridículas "Moneadas", eliminando antiguos y gloriosos vestigios por un mal entendido progreso o diseñando tendidos de tranvía que no van a ninguna parte (léase mi primera entrada, la de "higuerico", que así bautizó un servidor a ese amago de transporte público).

Menos mal que aún nos queda la catedral, con sus tesoros, su altiva y enhiesta torre, y ese pedazo de altar barroco de la reina de nuestra güerta, en su fachada Belluguina. Porque el Segura, otrora importante río , no tendría hoy cabida en la liga de las estrellas de los ríos hispanos. Igual que a Plutón le han arrancado los galones de planeta, desecado y tieso, cual rio amojamado, nuestro querido Segura, del que apenas quedan unas vergüenzas, se ha convertido en una especie de charca capitalina, ¡él, que tantas historias conoce de nuestra Murcia y su huerta!
Al pan, pan y al vino, vino. Que no quiere un padre menos a su hijo porque sea más feo que quitarle el bastón a un viejo. Es lo que tiene haber adquirido y puesto en uso la razón y el sentido común, en ocasiones tan inútiles como un paraguas en el desierto. Además, imagino que siempre se habrán cocido habas en la gestión municipal, pero es que los "michirones" de ahora se me indigestan, porque me toca comérmelos y como los hacía mi abuela, la probetica, y ahora mi madre, no los hace nadie.

He querido decir, por si no se me ha entendido con tanta alegoría y tanto barroquismo, que a pesar de todos los pesares, me gusta vivir donde vivo, sin aspavientos pueblerinos de que esto es jauja y que como aquí en ninguna parte. Y es que a la costumbre no hay quien le gane. ¿Comprendes ahora, Estanis, por qué soy tan barroco?... soy como la Murcia de mis amores, con sus iglesias y sus altares salzillescos, todos bruñidos de oro y en continua y ascética torsión hacia lo más alto de la celeste bóveda.

Pero no penséis que todos mis recuerdos son tan místicos. El día a día de toda mi vida se ha desarrollado en la frontera entre la huerta y la ciudad, desde la Arrixaca Vieja (ahora Hospital Morales Meseguer) donde nací, hasta el carril de la Parpallota, frente al bar de "el mariscal", hoy convertido en Patrimonio Mundial del ladrillo, que fue lo más lejos que viví en el Zaraiche más profundo. Creo que soy un poco de todo, y mucho de nada. ¿Huertano o animal de asfalto? Hoy ya todo se entremezcla. El album de fotos de mis recuerdos infantiles lo guardo, como diría el poeta, en un rincón del alma. Por eso me váis a disculpar que no pueda documentarlos gráficamente. Me sacaron pocas fotos de crío. Creo que solían aducir que era harto difícil sacarme todo el perolo y las orejas en el mismo plano.

Es curioso. Si nado a contracorriente intentando rescatar los felices momentos de mi infancia, mi memoria me lleva a un mes de septiembre cuando, vestido de domingo, con idéntica vestimenta que mi hermano mayor (por entonces el único), aguardábamos que mi padre nos llevara por la tarde a la feria, esa que siempre he conocido en el recinto de la "fica", al final de la avenida primero de mayo, la de "La Casera", y que hoy queda pegado al Auditorio y Centro de Congresos Victor Villegas. Como disfrutábamos todavía de ese tiempo veraniego, entremezclado con alguna "chaparrá", tan característicos de nuestra feria de septiembre y del veranillo del membrillo, andábamos recorriendo en bici las sendas que discurrían parejas a la acequia del tío Trinitario. Por entonces aún llevaba agua, y al no haberse hecho aún la "monda" de la "regaera" (además de para riego se usaba comunalmente como alcantarillado en ausencia del mismo, por la que cada vecino debía pagar una cuantía para su limpieza periódica), también estaba bien repletica de cieno, como tuve ocasión de comprobar con mi ropica de fiesta, al perder el control de mi primera BH (parece algo innato en mí esto de caerme de la bici). Tal vez fuera esta una premonición, que entonces no entendí, de que acabaría siendo triatleta (bici, natación y carrera a pie intentando escapar del ámbito de acción de la zapatilla armada de mi padre).

Reitero que resulta curioso. Tendemos a recordar los momentos felices. Y en cambio, aquel paseo ilusionado de domingo feriado, terminó en la bañera, "calentico" (y no por el calor ambiental precisamente, como ya he dejado manifiesto) y privado de feria, de coches de choque y de los reconfortantes escobazos de la malvada bruja que aterrorizaba a los zagales y zagalas que montaba en su tren (por cierto, he de reseñar que no recuerdo haberle podido quitar nunca su escobilla, ¿será por esta especie de trauma infantil por lo que me cuesta tanto hacer uso de la otra escobilla del baño?).

Los siguientes rebusques me llevan a los albores de mi expendiente escolar. Creo que fui un párvulo ejemplar. De hecho, como yo salía hora y media antes, por las dificultades que le suponía a mi madre acercarse dos veces a la escuela para recogernos a mi hermano y a mí, y por el peligro de tener que ir pegados a la gran azarbe que llevaba el agua hacia Monteagudo (tiempo después la taparon y así ha llegado a nuestros días, porque sigue estando donde mismo), don Ignacio (Dios lo tenga en su gloria, porque se la merecía toda), el más ínsigne profesor del colegio público de Belén, sito junto a la clínica de idéntico nombre, me acogía gustoso en la clase de mi hermano y me ponía como ejemplo, porque les debía pegar tres o cuatro patadas, en conocimiento -se entiende-, a los más torpecicos de segundo de la egebé.

De esta época escolar guardo recuerdos imborrables: el kiosco de la Emilia donde mi madre me racionaba la compra de alguna nubecica dulce, gominola o bolsa de gusanitos (no como ahora, que parece el alimento básico de los criaturos), los sobres sorpresa de "anca" Paco, el hombre de la "rogalicia" que se pasaba de vez en cuando por la puerta del colegio, los saltos a la reja (nada que ver con las tradiciones del Rocío) en la hora del recreo para ir a jugar al vecino bancal de membrilleros, los amigos de clase, que fuimos trepando uno a uno todos los peldaños de la enseñanza básica, hasta el octavo de antes, hoy convertido en un amariconado segundo de la eso, el marro, el churro-mediamanga-mangotero, las bolas, el guá y otra serie de juegos, bastante más asilvestrados que los de ahora, en demasía tecnológicos e idiotizantes.

Puestos a recordar, ¿cómo no acordarse de la aventura que suponía ir al centro de Murcia? Cuando en la tradicional asignatura de trabajos manuales (por entonces llamada eufemísticamente "pretecnología" para que pareciera algo más) comenzamos a pintar al óleo (todo gracias al empeño de don Ignacio, que tenía una mano que ya la hubiera querido Picasso en su época más comercial cuando se dedicó a pintar gilipolleces), debíamos ir a la única tienda en toda Murcia que vendía los lienzos y las pinturas. Estaba justo al final de Trapería, una vez pasado el casino. Para nosotros eran como expediciones al Himalaya o a la Selva de Tanzania. Los edificios de más de dos alturas del centro, con todos aquellos timbres juntos que era inevitable ponerse a tocar (¡hijoputa el niño!), se nos antojaba otro mundo, acostumbrados a retozar por los bancales, y a jugar al fútbol poniendo dos palos en el primer descampado que hubiera, aún a riesgo de romperse la tibia y el peroné por las irregularidades de la tierra.

Y si llegar más allá de la Redonda era como salir al extranjero, ¿qué decir de cruzar el río? He vuelto a tener la misma sensación hace poco cuando viajamos a Budapest. Es libre lo de reirse o no por la osadía de comparar el Segura y el Danubio, o Murcia y la capital de Hungría, pero insisto en que, para mí, lo mismo que Buda y Pest eran dos ciudades que se unieron con el tiempo, la Murcia-Murcia de la orilla izquierda del río, y el Carmen, al otro lado, eran también dos ciudades totalmente distintas (y he de decir que así las he considerado hasta no hace tanto tiempo). Igualmente el actual "gueto" de San Andrés y San Antolín (lo siento Paco, pero así lo veían mis infatiles cuatro ojos) eran otra especie de tierra santa. Yo creo que el respeto me venía porque ir a San Andrés significaba ir al ambulatorio, y eso marca tanto o más que el hierro a la res.

Ahora que lo pienso, son bastantes los "expedientes" que guarda mi archivo de vivencias y emociones. Creía yo que por haber vivido siempre en un radio de no más de doscientos metros (y eso que ya he pasado por cuatro casas), sería mi vida como una aburrida y previsible pelicula. Bueno, vale que tampoco da para escribir un libro, pero ¿a que si me pongo a darle a la tecla metiéndole algo de relleno retórico parece la cosa de más prestancia?

Pues nada, dejo a elección de vuestras libres entendederas el debate de si preferís que os siga ilustrando con mi visión de la Murcia de antes comparada con la de ahora o si me dedico a seguir dándole con la vara a cualquier temilla por ahí que vaya surgiendo.

viernes, 21 de septiembre de 2007

BUJERICOS

Líbreme la corte celestial de querubines y serafines de meterme a censador de orificios, que cada cual es muy libre de practicarse tantos agujeros como le vengan en gana a lo largo y ancho de su corpórea anatomía. Por mí como si se apuntan a clases avanzadas de faquir. Pero lo mismo es ésta una de las causas por las que la adolescencia moderna se ve un poco como desinflada, en plan paso palabra, que te cagas, tía-tía-supertía.

Eso sí, hay que echarle imaginación, y mucha, para tener ocurrencias taladradoras tales. Creo que no habrá centímetro cuadrado de tez que se libre del “piersin”, esa modalidad tan de moda, que no deja de ser, por otro lado, una mera diversificación del tradicional negocio del tatuaje, hoy llamado “tatú”, que suena como más in. Hasta el último rincón o prominencia, que cuanto más recóndito sea, más valorado estará en esa especie de escala de Ritcher de la juventud.

De los que se llevan por toda la geta (me refiero a los dispersos por el careto), he de destacar la original ocurrencia de un julai, escurrido cual raspa de anchoa, con el que me topé este verano, feis to feis que se diría. El menda, digo yo que para evitarse la compra de pendientes labiales, aros borregueros o cualquier otro artilugio plateado colgante con el ornarse los morros, llevaba un descomunal imperdible, como los que usaba su abuela de usted mismamente para abrocharse la bata de güatiné. Ni que decir tiene que casi se me vacía la vejiga.

Una vez controlada la desbocada risa floja que me dio pude observar sosegadamente que, el susodicho, a pesar de su apariencia tribal, demostraba estar en un escalón más avanzado de la evolución. A mí, al menos, no me pasó desapercibido ese detalle, pues, en caso de necesidad, podría destinar tan estrafalario pincho atravesándole uno de sus carrillos al loable fin de colgar notas escritas en papelitos, como perfecto complemento a la memoria ram de su cerebro.

Estuve en un tris de sugerirle que, para perfeccionar el invento -uno también mueve habitualmente la sustancia gris-pensante del perolo-, podría ponerse otro insertándolo en la ceja, pues así podría ponerse directamente ante el ojo, a modo de chuleta, el papelito pinchado. Un poco más atrevido, sin duda, sería que, para evitar situaciones embarazosas, en los otros piersines “labiales” ellas dejaran recordatorio escrito de no olvidar hacer uso de la funda protectora en caso de apretón.

Que se vayan preparando los fabricantes de “posites”. Este ingenio les puede llevar a la ruina. Y si no, al tiempo.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

DESDE RUSIA CON AMOR

Si. Es el título de una de las películas de la saga del agente 007, el de la licencia para matar. Y ojo, que no hablamos de Bush y su olfato para detectar armas de destrucción masiva, que ese individuo es tonto y da más miedo que la duquesa de Alba sin peinar. Pero como yo de cine más bien sé poquito (si acaso sé como se descargan las pelis con la mula y poco más), lo único que pretendo es narrar una bonita historia sobre los rusos y el amor.Lo mismo ya estás al tanto, si eres de los que, como yo, aún piensa que los telediarios te mantienen informado, cuando la realidad es que los herederos del antiguo "parte" se han convertido en un Salsa Rosa oficializado, con un chorrito de España Directo y unas gotas de esa especie de Gran Hermano del Barsa y el Madrid que es ahora la información deportiva -para saber qué jugador se ha despeinado más con el viento de la tarde o a cuántos niñatos tuercebotas se ha tirado en la última semana la tal Nuria Bermúdez-.

Volviendo al tema internacional que nos ocupa, la cosa es bien sencilla: partiendo de la premisa universalmente aceptada de que el mundo está muy mal repartido (dolencia esta que nos empeñamos sistemáticamente en agravar), en China sobra gente y siguen abogando por la política del hijo único mientras que en Rusia empiezan a faltar patriotas, a las autoridades rusas les ha dado por ponerse románticas, y facilitar la procreación, sin necesidad de enarbolar banderas o entonar cánticos nacionalistas. La consigna es clara; supongo que en ruso será más difícil de entender y sonará de otra forma, lo mismo hasta más discreta, pero dejándonos de eufemismos y cursilerías la traducción es bien clarita, y de fácil comprensión:"todo el mundo a follar".

En nueves meses se espera una avalancha de pequeños Vladimires, y una invasión de Katerinas tal, que van a necesitar la tira de maternidades para tanto parto. Como a todas les dé por imitar a la Isimbayeva con su pértiga, van a faltar palos (palos, con "p")....

A ver si van tomando nota nuestros patrios regidores, ¿o acaso hará falta nombrar ministra de Natalidad a Isabel Gemio para que nos dé la tabarra con la cantinela de aquel éxito televisivo al son de "lo que necesitas es amor"?

Lo dicho: menos dotaciones pecuniarias para traer a este mundo mano de obra para el futuro (porque para eso les encargamos a los japos dos palés grandes de robots de esos que hacen de todo sin protestar, sin pedir la paga ni recargas de móvil, y que no necesitan agujerearse el cuerpo para ir a la moda, y listo papeles), ¡y a pedirle ya la receta a don Putin!.

Seguro que nos lo pasamos mejor. Y en el rato que le dediquemos a tan cordiales encuentros, a oscuras y con la nocturnidad que suele caracterizar estos eventos, también contribuiremos al ahorro energético que está tan de moda. Si además de darnos un día libre para la referida práctica coital nos subvencionan su buena cenita (preferiblemente con marisquito, que lo pone bien tiesito... perdón por la rima fácil, pero es que la literatura tiene estos momentos que también hay que aprovechar), después del ansiado triunfo, se nos pondrá una carita de felicidad que, a buen seguro, nos secuestrará el sentido y la voluntad incrementándose la productividad al mismo ritmo que lo hacen las jodidas hipotecas.

lunes, 3 de septiembre de 2007

ME CAGO EN EL YODURO DE PLATA

El Yoduro de plata (AgI) es un compuesto químico usado en fotografía y como antiséptico en medicina. Es altamente insoluble en agua (¡coño, como el colacao!) y tiene una estructura cristalina parecida a la del hielo, permitiendo inducir la nucleación de cristales de hielo en el sembrado de nubes para provocar lluvia artificial.

Podría seguir copiando, como hacía en los exámenes de música de 1º de BUP en el Alfonso X, aprovechando que doña Manuela –que así se llamaba la peculiar docente que guiaba los designios de la tan desprestigiada asignatura, maría de entre todas las marías académicas-, era un poco despistada. Lo era o se lo hacía, por no corrernos a todos a pescozones mientras sacábamos el chuletario, dada la afabilidad y dulce carácter de la susodicha.

Porque, como iba diciendo, he de reconocer que casi todo el primer párrafo anterior lo he tomado prestado (gracias a la ayuda de las nuevas tecnologías, internet y el copia-pega de windows, fundamentalmente), de la Wikipedia, invento enciclopédico solidario donde los haya, de esta especie de submundo-matrix que ha invadido nuestras vidas, de igual forma que aquellas vainas popularizadas por el aterrador e inquietante filme:“La invasión de los ladrones de cuerpos. A mi, según recuerdo y vuelvo a reconocer, me sobrecogió casi más que la fatal cogida que llevó al hoyo al mítico Paquirri (decir “acojonó” es menos políticamente correcto pero mucho más aclarador).

Regresando a lo del yoduro y la escatológica expresión del título, que casi nada tiene que ver con vainas robadoras de almas -¿o tal vez sí?-, decía que, por poder, podría seguir trasvasando capazos de información técnica referida al susodicho compuesto de marras, pero nada más lejos de mi propósito, pues no pretendo eyacular una especie de ensayo científico con informaciones rescatadas de la red, cual adolescente preparando a última hora el trabajo que le fuera encargado en clase con dos semanas de antelación. Además, resulta que nada se dice en el popular evangelio enciclopédico virtual del otro uso al que se encomienda más comúnmente la ínclita mezcla de yodo y plata, a partes iguales. Paradoja de las paradojas, según denuncian asociaciones de agricultores de distintas partes de nuestra geografía araria, al parecer o basados en lógicos temores y terribles experiencias por la continua ausencia de precipitaciones y, por ende, de producción que vender para atender el propósito económico de su trabajo diario, resulta que si se distribuye con tino este componente en las nubes que amenazan con soltar su húmeda carga, se consigue la emigración de las lluvias a otros lugares.

Las avionetas antigranizo son para los agricultores algo así como el mítico jinete “slipijolou”, quien, según la leyenda y la adaptación cinematográfica, cabalgaba a lomos de su fantasmagórico jaco desprovisto de cabeza (mira, esto no parece ciencia ficción tal es el espectacular número de descerebrados que empuñan un kalasnikov, alimentando odios rancios y cebando a los gusanos de cementerio), aterrorizando a vivos con cola y lagartijas de rabo blanco. En Galicia harían uso del tópico de las meigas para asegurar que haberlas haylas, pero yo, como que no me atrevía a darle certeza a una habladuría, igual de extendida que huérfana de certificación empírica, pensaba que eran imaginaciones de la desesperada ansia irrigatoria de los modestos currantes del abandonado sector primario.

¿Qué me ha hecho cambiar de opinión? Pues, mire usted –que diría cualquier resabiado aspirante a poltrona-: resulta que en China, además de “lollitos de plimavela” y legiones de hombres con ojos rasgados vestidos con una bata blanca y un cinto de color dando patadas, también tienen gente que piensa. Y como no quieren tener las Olimpiadas del próximo 2008 pasadas por agua, que eso no le mola ni al turista de parné ni al sibarita jugador de pádel (¡ah!, ¿pero no son lo mismo?), están haciendo ensayos para prohibirle a las nubes el derecho de reunión. Con esto, pretenden desviar la chaparrada “olímpica” sin tener en cuenta que pudiera terminar cayéndole al vecino. Que cada palo aguante su vela, y si se ven con el agua al cuello, pues que se hubieran apuntado a clases de natación, que para algo está reconocida como disciplina competitiva en la casa de los aros olímpicos.

jueves, 23 de agosto de 2007

Lo que tienen los anzuelos y los telediarios.

Es normal. Si a mi se me clavara un anzuelo de ocho centímetros en el estómago por comerme a mordiscos el cebo vivo de un arte de pesca, también rabiaría de dolor y me acordaría de todos los ancestros del capitán Pescanova. Es lo que tienen los anzuelos. Pero me estaría bien empleado, por ansioso.

Estaría justificado que me sacaran en la tele como atracción de feria presentándome de la siguiente o similar guisa: ¡pasen y vean al único hombre que traga anzuelos de ocho centímetros como si fueran lacasitos!... y hasta comprendería que, al día siguiente todo lo más, los bodrio-programas del corazón anunciaran a bombo y platillo que contaban en el plató con una trucha de río que había tenido relaciones prematrimoniales con la anchoa que fue empleada de cebo, cuando ambos eran un ingenuos alevines. Sería normal, empero, que más de un humano y sensible corazón se emocionara con la romántica historia, y que Isabel Gemio volviera a la caja tonta para presentar el reencuentro especial entre la trucha y el cuñado de la anchoa que murió pinchada y luego devorada.

Pero lo que no es normal, es que siendo el protagonista un pequeño escualo (bicho marino, de la familia del mítico y aterrador especimen, arrancador de extremidades humanas, que hiciera popular Spielberg hace unas decadas), los medios de comunicación lo hayan convertido en una estrella televisiva post mortem, porque resulta que el referido tiburón las ha palmado, como era de esperar si tenemos en cuenta que, en el reino de Neptuno, no tienen ni Cruz Roja del Mar, ni quirófanos ni cirujanos.

¿Es ese el nuevo estilo que debemos esperar de los mal llamados informativos? ¡Pues pijo, que diría Clavijo! ¡que los "telediarios", herederos de los antiguos "partes", se han convertido en vulgares magazines de entretenimiento donde tienen cabida las más insospechadas historias. Una especie de España Directo, pero con apariencia de seriedad.

¿Cómo esperan ser creíbles si mezclan todo tipo de desnaturalizadas pseudo noticias con informaciones de trágicas inundaciones monzónicas, seismos en Sudamérica, tsunamis en el Pacífico o muertos en las carreteras y en la devastada Irak? ¿o es que tenemos que acostumbrarnos a verlo todo tan normal como el llover hacia abajo?

Pues si, el tiburón se murió. Pena, penita, pena. También dos seres humanos que yacían en la noticia siguiente bajo una sábana tumbados en el cruel asfalto. Y para los informativos parecen lo mismo. ¿También para nosotros? ¡Yo me niego!

Si la noticia hubiera sido el asombro que causa que aún subsistan ejemplares marinos como éste, a pesar del empeño contaminador que le estamos poniendo, pues todavía... Pero en lo sucesivo, prometo zapear o pasar la página de cualquier diario cuando narren intrascendencias como éstas. De hecho ya lo vengo haciendo desde tiempos inmemoriales cuando hablan de que a Raúl se le ha roto la uña gorda del pie o que a Beckam le ha salido un sarpullido al enterarse de que su picante y pija mujer va a volver a ponerse ante un micrófono con sus otras amigüitas (iba a decir "cantar" pero me ha dado como vergüenza ajena).

Un poco de decencia y decoro informativos, por favor. Vamos a dejarnos las tonterías para que las diga Belén Esteban. Porque estudiar una carrera de 5 años para terminar yendo a una playa a narrar la captura-salvamento del ejemplar acuático de marras, debe ser un poco frustrante, por no decir vergonzoso.

sábado, 18 de agosto de 2007

1710

Podrían ser los dígitos de un año, en los albores del siglo xviii, pero no lo son. Podrían ser los euros que cuesta cada metro cuadrado construido en cualquiera de los florecientes “resorts” que están invadiendo nuestra geografía, cual si de plaga de mejillón cebra se tratara, pero no lo son... La realidad, como casi siempre, termina superando por goleada a la ficción: 1710 es la cifra acumulada de personas fallecidas en las carreteras españolas desde el pasado 1 de enero, según informaba machaconamente la DGT el pasado 15 de agosto en cada uno de los rótulos luminosos de autovías y autopistas por las que transitamos en nuestro retorno vacacional.

Una barbaridad. Se mire por donde se mire, que cada año pierdan la vida sobre el vil asfalto de nuestro país varios miles de seres humanos, destrozando otros tantos miles de familias, es una auténtica barbaridad tirando a burrada. Estoy convencido de que ni al guionista de la sangrienta saga de la matanza de Texas, en la más calenturienta de sus noches de inspiración, se le hubiera ocurrido jamás un argumento más terrorífico.

Y por mucho empeño que le pongan pariendo imaginativas e impactantes campañas publicitarias, no hay forma de acabar con esta tétrica sangría. Seguimos pisando el acelerador y las rayas continuas como si tal cosa, y cargando de líquidos altamente inflamables no sólo los depósitos de nuestros vehículos sino también los de nuestra anatomía, que seguimos creyendo inmortal.

Tampoco surte ningún efecto la amenaza de hipotecarnos hasta los tuétanos nuestro virginal saldo de puntos, ¿será porque pensamos que podremos recuperarlos en las urgencias de cualquier hospital cuando nos restañen esas buenas brechas que nos haríamos en caso de colisión por no llevar puesto el cinturón?

Por si no fuera poco el repertorio de tropelías que están a disposición de cualquier incívico e insolidario conductor, las nuevas tecnologías nos infligen un castigo mayor con móviles y navegadores-gepeeses entre otras inagotables fuentes de distracción. Ya se sabe que contra el pecado de pedir (que no se use el móvil conduciendo) está la virtud de no dar (no haciendo ni puñetero caso, que para eso somos libres y soberanos, ¡faltaría más!).

El contador sigue subiendo. Ya debe haber llegado al siglo xix. El hambriento ogro que es la carretera se sigue cobrando cada día su diezmo mortal. No hay forma de parar ese ritual de sacrificio humano. Ante esta hecatombe me parece inmoral que la autoridad competente haya calificado recientemente como “inaceptable” este chorreo de sangre que no cesa cuando supera un determinado número. Señores míos, siempre será inaceptable cualquier pérdida humana, porque no son números sino personas quienes fallecen.

Hay que ser muy descerebrado para no darse cuenta de que es estúpido jugarse la vida propia y la de los semejantes al volante. Como decía Gila con su característico humor satírico al referirse a una tía suya que se murió de una tontería, porque empezó estirándose un padrón y terminó pelándose entera, morir en la carretera, entre un amasijo de hierros, es también una forma ridícula de emigrar al otro barrio. Confío en que, allende la vida terrenal, no haya autopistas con curvas, ni motores turbo, ni gilipollas de cortas entendederas. Que aquí sobra de todo ello, oiga.

lunes, 9 de julio de 2007

TRIATLETAS MURCIANOS Y DE HIERRO

(publicado en La Opinión 9 de julio 2007)

Estanis y Paco, mis queridos amigos.

Recuerdo que, el pasado mes de septiembre, al enterarme de la aventura en la que os habiáis embarcado, lo primero que pensé es que me vacilabais. Vamos, que os quedabais conmigo y con gran parte de mi vello craneal. O eso o que vuestras sustancias grises eran carne de psiquiátrico. Pero no tardé nada en darme cuenta de que la cosa iba en serio: ¿o acaso ibais a saber vosotros más que el bueno de Alfonso, ese gran entrenador de triatlón y descubridor de talentos ocultos como el vuestro? Con lo obedientes, aplicados y buenos cumplidores que habéis sido siempre, si había que ir a Alemania a doctorarse en triatlón y no sólo a beber cerveza, se iba, que años ha fueron nuestros padres a buscarse la vida por las Germanías, y aquí estamos nosotros para contarlo.

Durante aquella comida en la que asistíamos boquiabiertos a todo lo que contaban los ilustres veteranos de nuestro equipo, y en la que tanto aprendimos, fue cuando Txema, el primer loco del clan, nos reveló que había decidido prepararse a conciencia para disputar un IronMan. A pesar de que faltaban nueve meses para el evento, a celebrar en Roth (Alemania), no albergaba duda alguna: en junio volvería de Alemania convertido en un Hombre de Hierro, que ese es el galardón que se otorga a los aventados que consiguen finalizar tan dura prueba. Hacerlo en más o menos tiempo sería lo de menos.

Al día de la fecha, sigo sin poder creérmelo. No sé si será como el sueño de una noche de verano, porque, a pesar de haber estado al tanto de la dedicación plena a este vuestro sueño desde el inicio, y haberos prestado todo el apoyo moral e incondicional del que soy capaz (confío en que os haya servido de ayuda), me siguen pareciendo una locura los duros y exigentes entrenamientos de cada día que os han obligado prácticamente a sacrificar vuestra vida diaria y la de los vuestros, con tiradas de natación, que os estaban convirtiendo en hombres-pez, al tiempo que os desteñíais por el cloro de la piscina, con salidas en bici por encima de los 200 kms. todos los fines de semana, que os han convertido en auténticos GPS de las carreteras de nuestra región y las no menos despreciables tiradas a pie, para poder culminar la hazaña recorriendo la distancia mítica del maratón.

Porque un Ironman no es una simple competición: es una proeza, es una forma de demostrarle al mundo que cualquier cosa que un ser humano se proponga se puede conseguir echándole lo que hay que echarle. Y vosotros de humanidad y buen rollo váis sobrados. Y de lo que hay que echarle, también.

Ahora, con el reto superado por ese tridente magnífico de Ciclos Carrillo, no podemos más que volver a descubrirnos ante vuestra hazaña, la de tres murcianos tan ilustres como el que más, que han tenido que pagar un suplemento de equipaje en el avión de vuelta porque habéis venido envueltos en una gruesa capa férrica. Creo que el aeroplano tuvo problemas para despegar.

Estanislao Uría Cemeño, Francisco José Urban Marín y Txema García Moreno: ¡enhorabuena! Porque hacer de una tirada 3800 mts nadando, 180 kms en bici y rematar la faena con los 42 kms de la maratón no está al alcance de cualquiera. Y el sufrimiento triunfal de esas 12 horas continuadas, son una gesta imborrable para el deporte murciano, y se merecen, como poco este humilde homenaje escrito. El otro homenaje nos lo hemos de dar sentados en torno a una mesa y brindando en todo lo alto con una cerveza bien “fresquica”, esa que tanto tiempo hemos tenido pendiente.

¡Por vosotros, campeones!
JOSE CARLOS PEREZ LOPEZ
Club triatlón CICLOS CARRILLO

viernes, 6 de julio de 2007

QUE VIVAN LOS CUERNOS Y OLÉ

Obedeciendo el sabio consejo que me ha dado mi buen amigo Estanis, que está hecho el tío de hierro y no de plástico fino, como decían los de Radio Futura, aunque puede que si tenga un tacto divino -¿o no Mariló?- canción de Radio Futura-, me he decidido por darle un airecico veraniego al que, posiblemente, sea, no sé si el mejor artículo del mundo, pero si el último antes de marcharme de vacaciones.

Este humilde y, en ocasiones, barroco blog, cierra sus puertas hasta que le hayamos dado un buen meneo a este pedazo de canícula que se nos ha venido encima, como unos buenos y bravos cuernos de Mihura al capote de José Tomás.

Y precisamente he elegido los cuernos como el tema central, por aquello de lo característico que son las cornamentas en esta época del año: a las puertas de San Fermín que estamos, ¿cómo no ibamos a hablar de cuernos?....

Aunque no sólo en Pamplona hay cuernos (bull's horns), ¡que son más universales y variados que los gallitos de Enrique Iglesias!. Hay sobre todo cuernos sexuales (tal vez en los que estabas pensando principalmente, mi querido y sufrido lector), pero también cuernos de la abundancia y cuernos quemados. Los llevan de sinigual envergadura los pánfilos maridos de esculturales hembras, y las revejidas esposas de desvergonzados donjuanes que ofician de Rodriguez, los lleva nuestra enseña patria, al menos la tuneada que nos hemos inventado sobre la marcha en nuestro país de marcha y más marcha. Se los ponemos al vino dándonos a beber cerveza cuando aprieta "la caló". Se los ponemos al deporte que practicamos durante el año, dejándonos barriga larga durante el verano (¡ya vendrá septiembre para regocijo de gimnasios y creadores de dietas milagrosas quemagrasas!).

¡¡¡Y LO MÁS IMPORTANTE!!!... se la ponemos al jodido curro de los cojones yéndonos de vacaciones, ¡cuanto más lejos mejor! Yo mismo sin ir más lejos (bueno, es un decir porque siempre procuramos irnos en busca del quinto pino), me pillo la treintena, la de días me refiero, porque en lo tocante a la edad estoy más cerca de la mítica cuarentena.

Por tanto, pues, y en consecuencia -que me luce ser un poquito redundante para rematar la faena-, de quince a quince no me busquéis, porque no me váis a encontrar, voy a estar "misin". Y tened presente que si me encuentro con Curro o con el dichoso perrito Pancho, les voy a dar una somanta de ostias para robarles hasta el último céntimo y darme a la vida plácida, al lujo, a la orgía y al desenfreno.

Lo dicho, que vivan los cuernos y no dejéis de afilad vosotros los vuestros, que lucen más.

miércoles, 20 de junio de 2007

DE HECHICEROS Y CURANDEROS

Tengo un amigo que se ha arruinado siete veces. Buscando soluciones a sus problemas, que aparecían como vías de agua en el Titanic, y harto de encomendarse a los supuestos poderes milagrosos de decenas de santos repartidos por todo el mundo, comenzó a frecuentar las consultas telefónicas de santeros, curanderos, videntes, mediums y todo ese atajo de exprimidores de la desgracia ajena que se enriquecen a costa de mentes enfermizas y espíritus de mantequilla.

A la pasta que se gastó en viajes a basílicas, santuarios y demás lugares de peregrinación multitudinaria, hay que añadirle la no menos despreciable suma invertida en ofrendas y donaciones para que los atareados santos escogieran su caso para obrar el milagro. Nunca se paró a pensar en lo que tenía su caso de especial para convertirse en el preferido de tan espirituales y santos poderes, teniendo en cuenta la competencia con la que siempre se topaba. Imagino que, por eso, siempre pensó que el hecho de no resultar agraciado, se debía estrictamente a que había otros en mucho peor estado que él o que se merecían más la intercesión cuasi divina solicitada. Lo mismo habían sido más beatos, o habían sufrido más los rigores del cruel invierno vital. Después de todo, su caso no era de vida o muerte.

Terminó pasándose a la competencia eclesiástica. Al fin y al cabo, y dada la modernidad desde la que ofrecían su intermediación –a través de una simple llamada telefónica-, daba la sensación de poder ser más eficaz. Para su desgracia y la de su economía, tardó bastante tiempo en comprobar que este campo no era comparable al de la medicina, donde los avances tecnológicos si han supuesto un gran paso hacia la sanación. Operaciones que, hace relativamente poco tiempo, eran inviables y suponían el deceso de quien la necesitaba, ya fuera en la mesa de operaciones o en la tétrica espera, hoy las realizan en multitud de centros hospitalarios como el que hace churros.

Pero tampoco consiguió aliviar sus males con la intermediación de estos crupieres de rostro duro, sibilinos echadores de cartas y amigos de la mentira fácil. Ya se sabe que, junto a la prostitución, el engaño es el oficio más antiguo de la Humanidad. Y en un mundo tan mercantilizado como el nuestro, en donde todo se compra y se vende, también la ilusión está al alcance de cualquier bolsillo. Es cruel pero no parece ser ilegal esto de proponerte ficticios e inventados escenarios futuros a cambio de aflojar parné a espuertas. Es como si compraras ilusiones a precio de oro.

¿Por qué iban a estar prohibidos los cuentos? ¿qué hubiera sido, en sus tiempos, de Perrault o los hermanos Grimm, por ejemplo? ¿y qué sería hoy de tantos y tantos políticos? ¿os imagináis una campaña electoral sin esos besos de Judas y los falsos apretones de manos?

Finalmente, las sietes ruinas de mi amigo no las ha cubierto ningún fondo de compensación. Con ellas a la espalda sigue subsistiendo, consolándose, como buen espécimen del género tonto, con otras desgracias populares. Se partió el culo con lo del corralito argentino, y se relamió de gusto con lo de Afinsa. Parece que verse rodeado de una pandilla mayor de desgraciados le cerró sus heridas. Y dejo de sentirse sólo y abandonado a su suerte.

No comió perdices, porque apenas le queda para comer otros productos más populares y desprovistos de glamour con los que quitar la gazuza, pero si le echas unas monedas al cartón ante el que se postra cada día en la calle te lo agradece como si fueras el mismísimo san Agazucio que, finalmente, ha desempolvado su expediente y le está reintegrando, poco a poco, los favores que le solicitó en su día.

miércoles, 6 de junio de 2007

HÉROES SIN PAPELES

Ya lo sé. Para ser héroe no hacen falta títulos ni papeles que lo atestigüen. Sólo son necesarios el arrojo y valor suficientes para realizar una acción de considerable mérito, que no está al alcance de cualquiera. Y esa entrega debe implicar un beneficio para alguien, aunque sea para uno mismo o su propia honra. De lo contrario, más que de héroe estaríamos hablando de un simple pirado del ala o de un completo gilipollas.

Insisto, que ya lo sé. Que si se tira uno al mar en plena tempestad por el capricho de darse un chapuzón, es que tiene carnet del género tonto (ojo, esto no afecta a la subespecie de triatletas aspirantes a hombres de hierro, que eso ya son palabras mayores y en mayúsculas de verdad). Pero si se lanza el susodicho para salvar a un compañero de especie que se está ahogando, es un héroe. Lo dicho: meridiano, como el de Greenwich.

Pues bien, los hay que no lo tienen tan claro. Pongamos como ejemplo la noticia que hace unos días se marcaron en telecinco, que a ratos me sigue pareciendo aquella de las mamachicho -hay que ver lo pongo que evoluciona el hombre para algunas cosas-. La cosa, desgraciadamente, no es que fuera sobrenatural ni excepcional. Hacía referencia a una nueva llegada de inmigrantes en patera a nuestras floridas costas.

Sin entrar a divagar sobre lo trágico y lamentable que me parecen estas emigraciones humanas, porque no vienen precisamente de turistas, ni tienen azafatas que les sirvan bebidas en el largo y arriesgado trayecto, la corresponsal que leía en off el ocurrente texto parido por alguna mente redactora, llegó a catalogar de héroes a dos recién nacidos que habían llegado sanos y salvos en los brazos de sus madres...

En cambio, al resto del pasaje (al menos al resto de los que sobrevivieron), como quien no quiere la cosa, y porque de puro habitual, les debe parecer igual de fácil jugarse la vida cruzando media Africa y parte del Mediterráneo que terminar un sudoku, los tildaba de "indocumentados" o "sin papeles".

No digo yo que no tenga su mérito el simple hecho de nacer. De hecho los bebés lo primero que hacen, además de respirar, es llorar... Pero los héroes, los verdaderos héroes, mal que le pese al puñetero redactor y toda su corte de elocuencia estridente, son aquellos y aquellas que aspiran a conseguir una vida mejor, lejos de la miseria, las guerras, las torturas y los enfrentamientos tribales que caracterizan a sus países natales.

¡Ya sé que siempre termino poniéndome trascendente! ¡pero no puedo con estas cosas! En mi casa también hemos vivido la emigración en primera persona. Y recordando a mi abuela, puedo ver el sufrimiento de todas esas madres que tienen que ver partir a sus hijos, porque prefieren no volver a verlos más que tenerlos junto al poblado enterrados o como alimento de alimañas.

Yo sólo les pediría a estos redactores tan amigos de la noticia grandilocuente que pusieran algo más de decoro y traten a la gente con el respeto que se merece, ¿o es que vamos a catalogarnos , a partir de ahora, como si fuéramos melones? ¿de primera o de segunda según marque la etiqueta? .... por favor, ¡que luego llaman señor Otegui al portavoz oficial de eta!

sábado, 2 de junio de 2007

TOMTON EL ÚLTIMO

Como mandan los cánones de la construcción (además de lo de enriquecerse a espuertas), me gusta comenzar por los cimientos. En esto de la expresión escrita, el título me parece fundamental, por eso suelo esforzarme y estrujarme la mollera para encontrar el más adecuado que enganche desde el inicio al potencial lector, como las flores con sus aromas atraen a las abejas para que polinicen mejor.

Había pensado inicialmente algo así como "ponga un GPS en su vida" para titular esta nueva escribiduría, pero finalmente he optado por algo más intelectual, haciendo uso de uno de esos juegos malabares de palabras y dobles sentidos que tanto me apasionan.

En fin, que casi puede decirse que estamos en la dirección adecuada de la eterna búsqueda del sentido de nuestra vida. De dónde venimos creo que seguimos sin tenerlo claro, pero con un "tomton" de estos, sin temor a ninguna duda, podemos afirmar que ya sabemos a dónde vamos. Eso siempre que la enlatada voz del dichoso artefacto no te suelte, casi en tono recriminatorio, que te has pasado el cruce y que dés la vuelta en la siguiente intersección.

Al respecto de este último apunte, me pregunto yo que, si la mujer, se ponga como se ponga porque es un hecho reconocido, nunca se ha caracterizado precisamente por su clarividencia en lo tocante a la orientación, y que es más torpe leyendo un plano de carreteras que una manada de ñus cruzando un río en el Serengueti, ¿a quién se le ha ocurrido la brillante idea de ponerle voz femenina al "gepeese"? ¿no se han dado cuenta de que así tenemos más riesgo que el copiloto de Carlos Sáinz? Es algo psicológico, pero ¿cómo nos vamos a fiar?... que le pregunten, sino, a mi media naranja, que es más peligrosa con la guía campsa en las manos que un talibán con parkinson. ¿Por qué pensáis que se hacen ahora tantas rotondas? ¡para que podamos dar vueltas y más vueltas hasta que la mujer se decida qué salida tomar! Porque esa es otra: encima de no tener ni idea de cómo coger el plano, tienen que tomar una decisión rápida... ¡sólo les faltaba eso después del estrés vivido en los "veinte minutos" (de mujer) para escoger el modelito que ponerse y que no les marcara demasiado las cartucheras o les fuera a juego con los zapatos!

Y eso se transmite en inseguridad en la carretera... ¿pretenden reducir así el número de siniestros? ¡si al final no va a ser sólo cosa del alcohol por mucho que se empeñen la DGT y su director con nombre de fruta! La guardia civil en lugar de tanto control de alcoholemia debería bajar del coche a las mujeres y hacerles un examen de geografía básica.

De todo esto, lo que más pena me da, es que con tanto navegador, se van a perder dichos tan populares como el de que todos los caminos conducen a Roma. Para el Tomton guán sólo habrá uno. Y será en el que estén todos los radares fijos y móviles. Esto apesta a confabulación para sacarnos los cuartos: primero pasas por el mediamarkt y aligeras los correspondientes al imprescindible cacharro parlanchín, y después sales retratado en las correspondientes fotos de tráfico, que te anuncian dónde están los radares de pega y dejan sin actualizar los que te levantan en peso. Y lo peor de todo, ¿sabéis lo que es?... que nos creemos hasta el eslogan del megacentro comercial, ¿que no eres tonto? ¡que te lo crees tú!

A pesar de todo -no podemos dejar de ser así-, ya estamos en esta alocada carrera, y lo mismo que pasó con los móviles, ¡ay de aquel que se quede sin su tomton! Lo que decía en el título: ¡tomtom el último! ... ¡y cuantos más planos lleve mejor! ¡aunque no salgamos de la provincia en todo el año más que para ir a la playa a tragarnos las aglomeraciones en verano!... ¡se trata de tenerlo más grande y potente! ¡siempre las odiosas comparaciones!...

Yo, en serio lo digo, me quedo con mi plano de carreteras pintarrajeado. Llamadme arcaico o analógico si queréis, pero si me pierdo que sea por mi culpa, y no por haberle hecho caso al del satélite. Seguro que la cara de GiliPollaS (GPS) que se queda en uno y otro caso es distinta. Que siempre ha habido clases.

CON LA BOCA LLENA

Desde bien pequeño, por aquello de los modales, me enseñaron que no se debe hablar con la boca llena. Yo, más que por modales, creo que es una reminiscencia del instinto de supervivencia, que tan fielmente reproduce el dicho: "oveja que bala pierde bocado". Y es que hablar en tiempos de carencia y de racionamiento, más que pecado (que lo puede llegar a ser según lo suelta que se tenga la lengua) es gilipollez. Imagino que, por eso, siempre se decía de los poetas que eran unos muertos de hambre, cuando no maricones...

Ahora, en cambio, se nos llena la boca hablando de algunas cosas. Una vez cubierta la primaria necesidad del manduque (de forma abusiva los más de los casos), podemos dedicarnos a dárnoslas de eminencias en lo tocante a la gramática, haciendo uso de la verborrea, que no es enfermedad venérea sino habilidad en el uso de la palabra y en el arte de la dicción.

Cuanto más largas y estrafalarias sean las palabras, más llenamos nuestra cavidad bucal e hinchamos nuestro orgullo de literato de la copa grande. ¡Si tuviéramos que pagar por lo que hablamos habría más silencio! Y no diríamos tantas majaderías. Ni seríamos tan políticamente correctos, con perdón de la expresión, que me han recomendado que no hable de política si no quiero buscarme la ruina (a pesar de que las elecciones, a Dios gracias, ya se han acabado).

A lo que voy, que del dicho al hecho hay largo trecho. Y bien que nos empeñamos en agrandar esta distancia. Porque, en esa sociedad tan progresada y vanguardista, hablamos de Solidaridad, Igualdad, Respeto, Libertad y la madre que parió a Panete con una soltura y una parafernalia, que bendito sea el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Y yo me pregunto que quien cojones practica con el ejemplo... Que aquí cada uno vamos a lo nuestro. Nuestra verdadera escala de valores es la de que el más tonto hace relojes o la de homosexual el último.

Si, ya sé que me pongo demasiado trascendente delante del teclado. Será que me sale la vena reflexiva. Me pongo a pensar y me digo que estamos todos de mierda hasta los ojos y que, a pesar de eso y de lo mal que huele, seguimos cerrándolos (digo yo que será para que no se nos irrite la niña bonita o se nos corra el rimel con tanto excremento). Corrupción -y no sólo en Miami-, marginación, contaminación, depresión, degradación...

La culpa la va a tener la dichosa física de tercero con tanto "ión". Supongo que por eso escogí las letras. Y ahora, pertrechado con estos peligrosos armatostes que permiten dar rienda suelta a los más desgarradores pensamientos, me pongo filosófico, sin decir nada y diciéndolo todo.

Disculpadme los que aún tengáis el valor de seguir leyendo mis peroratas. Cada loco con su tema como diría Serrat. Pero no os quedéis callados, ¡jodíos!... que me da una cosa ver que nadie, además de mi apreciado y aventurero Estani, se anima a poner algún comentario. Lo mismo es que nadie me lee y estoy igual de solo, en este mundo tan absurdamente globalizado, como los miles de millones de seres con los comparto existencia y poco más.

Bueno, venga, que la cosa tampoco es aún tan patética ni yo soy la misma reencarnación de la tragedia griega. Terminaré con un soplo de esperanza, con la brisa húmeda del mar que, en su constancia, embiste afanosamente contra la costa con su espíritu moldeador. Con ánimo. Con moral. Con ansias de vivir y de beber. De sufrir y de vencer....

¿Sabes que te digo? Que si se te llena la boca, que te tomes un buen pelotazo. Que con vino o con ginebra las penas son menos penas, y se engullen mejor, ¡qué pijo!

Nota postrera: Había pensado hablar de otras cosas de las que se puede llenar la boca, que no son palabras precisamente, pero la decencia y el decoro me aconsejan que no lo haga. ¡Échale tú imaginación! :-)

Y otra nota más: no te preocupes si no aciertas a entender nada de lo que quería decir. Tómatelo como una prueba. Será muy buena señal y seguro que eres más feliz que un mandril saltando de copa en copa, con su culito rojo.

sábado, 19 de mayo de 2007

SE BUSCA ALIANZA DE CIVILIZACIONES

Bienvenido al club si eres de los que, como yo, ves cierto parecido entre el individuo que ostenta actualmente la presidencia del gobierno patrio y el inmortal personaje que la fastuosa inventiva del señor de Cervantes y Saavedra (olé su madre, que siempre nos olvidamos de las progenitoras al recordar a los ilustres personajes) creó para deleite universal y jodienda del estudiante de bachillerato, ese que odia a muerte la literatura cuando conlleva la obligación de leerse tochos como el del Quijote, tanto más si no hay dibujos (ilustraciones que diría un académico, al más puro estilo Doré).

Aún a riesgo de que me tachen de izquierdista, rojo, progresista de botella o socialista del capullo (dicho así pudiera entenderse como agravio y hasta como halago enarbolando una flor en ciernes), he de reconocer que monsieur Zapatero, con su séquito cercano de vicepresidentas vestidas de Prada, portavoces macarrónicos con pintas de reencarnación gallega del mismo diablo y algún que otro anacrónico personajillo filibustero -que lejos de ornar y dar boato sólo contribuyen a la generación de expectoraciones populares-, intentó una jugada maestra, recién llegado a la poltrona moncloesca, para pasar a la posteridad, si no por lo que hizo (que estaba claro que iba a ser más bien poco) sí por lo que dijo.

A mi, insisto, no me busquéis color, que soy como el vino que tiene Asunción, y ni de un talante político u otro me considero. Yo diría que me encuentro entre los "abstemios" de política y asisto, desde mi celeste, neutral y crítica cúpula, a los desmanes que, con diez cañones por banda, hicieron, hacen y harán los acérrimos desde uno y otro bando.

Zapatero I "el pactante", de entre la abultada y hasta desesperante lista de propuestas con que siempre ha tenido a bien presentarse ante la gran tribu hispana, será recordado para los restos por su quimera de conseguir la paz, no sólo nacional sino mundial, aspirando al Nobel, o quién sabe si a la beatificación pontificia, en virtud de su Alianza de Civilizaciones. Bueno, tal vez también lo recordemos cuando, al ir a desembolsar el justiprecio de cualquier bien o servicio (por ejemplo un café) y realmente pensemos que es un precio beneficioso a nuestros intereses o por debajo de mercado. lo cataloguemos de ganga, chollo o precio Zapatero.

Pero es que esa Alianza de Civilizaciones es como un triángulo de las Bermudas tierra adentro. Una búsqueda mucho más complicada que la de la misma piedra filosofal. ¿Es acaso D. José Luis una especie de profeta vestido de pana y con más pintas de Mr.Bean que de presidente de los españoles? De lo contrario no se explica ese repentino interés por hacer de su capa un sayo, o de emular al mismísimo Superman, intentando resolver enfrentamientos encarnizados y casi eternos, pues existen desde aproximadamente el mismo comienzo de los Días. Para enfrentarse a la sinrazón -a las pruebas me remito-, por desgracia no son suficientes las buenas palabras, entre otras cosas porque las palabras, por muchas grabadoras que haya inventado Sony, se las termina llevando el viento.

¿Por dónde para la pretendida Alianza? ¿Alguien ha denunciado su desaparición? ¿o se abandona ya la búsqueda de esa aguja desesperados por toda la paja que sigue habiendo en el pajar? Si alguien la ha visto que lo diga. O que se calle que ahora en campaña parece que ha dejado de interesar; supongo que no encajaría en este ambiente tan hostil de despelleje.

Es curiosa la diferencia que puede haber entre el dicho y el hecho, y a nadie se le ocurre sacar el metro para medirla. Los medios de comunicaciones, que cumplirían una interesante labor si contarán con la independencia de la que presumen y de la que, evidentemente, carecen, olvidan con demasiada rapidez. Casi con la misma que luego vuelven a retomar los asuntos presumiendo de ser los adalides de la lucha social y las cuarenta mil causas perdidas.

A todos ellos (medios de comunicación) una especial dedicatoria crítica: ¿a que habéis escupido a los cuatro vientos que un español, policía en Gaza, ha fallecido víctima de un fatal y malintencionado disparo? Nos hemos enterado todos, ¡si!, un español, pobrecito, y nos habéis hecho partícipes de su peculiar historia, y de la tragedia de su familia (cuyo dolor, obviamente, comparto, pues tengo la jodida costumbre de ponerme, aunque sea virtualmente, en la piel de los que sufren para intentar percibir lo que duelen las crueldades de la vida o los vividores). Pero, lamentablemente, no es la primera víctima de ese desastrosa forma de entenderse que tienen por aquellos territorios bíblicos. ¿Qué sucede? ¿que según sea la nacionalidad de la víctima nos debemos sentir más o menos apenados?

En tiempos era a pedradas (costumbre que parecen no perder con la perpetuación de intifadas), y hoy es a base de engendros mecánicos que escupen balas y muerte. Mientras, los jefes del cotarro, con sus barras y estrellas, sus guerras preventivas y la anuencia del mal llamado mundo avanzado, no dudan en perpetuar tales desmanes en pro del crecimiento económico. Al menos el de sus cuentas bancarias.

¡Viva la asociación del rifle!, ¡vivan las torturas consentidas! ¡y que se mueran los feos mientras yo sea guapo!

domingo, 13 de mayo de 2007

ENTRE TODOS LA MATAMOS

... y ella sola se murió.

Que no cunda el pánico y que nadie llame a las fuerzas de seguridad ni al CSI, que no ha habido ningún crimen; al menos de momento. Hasta que el forense no la declare oficialmente cadáver, la primavera todavía tiene pulso, pero sus constantes vitales son tan débiles que apenas tiene fuerzas para oponerse a ese verano que nos la ha secuestrado.

¡Ay si levantara Vivaldi la cabeza de su eterno lecho! Se encontraría el pobre hombre, que tanto arte y empeño puso en el pentagrama, con que le estamos fastidiando su inmortal obra, porque de cuatro estaciones nos estamos quedando huérfanos de la más bonita. ¿Qué va a ser de El Corte Inglés y la pasarela Cibeles sin sus coquetos modelitos primaverales? ¿y qué pasará con la más famosa de las pizzas? ¿y las flores que harán? ¿imitarán lo que está haciendo toda la caterva de políticos buscando el voto para el inminente plebiscito mayero y se quedarán como meros capullos que no terminan de abrirse?. Lo mismo hasta Joaquín Sabina tendría que ir pensando en actualizar uno de sus grandes éxitos para cantar "quien me ha robado el mes de mayo", porque con estos calores diríase que nos hemos metido en un agujero en el tiempo y hemos aterrizado directamente en el mes de julio. Una especie de "regreso al futuro" a lo bestia, con todos nosotros emulando al esmirriado Michael J. Fox.

No sé tú -como canta el bolero-, pero yo no dejo de pensar... y de sentirme un poco culpable también. Porque en esto del boquete en la capa de ozono y del efecto invernadero, que según dicen los especialistas y los telediarios son los responsables del cambio climático y de esta dolorosa pérdida, todos tenemos nuestra parte de culpa, por acción o por omisión. No vale con ver los documentales de la dos. Somos culpables por coger el coche para ir a la vuelta de la esquina en lugar de tirar de suela (o de coger el tranvía, -risita maliciosa-), o por comportarnos como burgueses espectadores y transigir con la despótica contaminación medioambiental de los países mal llamados "desarrollados" entre los que teóricamente nos encontramos; por no colaborar en el reciclaje de las ingentes y vergonzosas cantidades de deshechos que generamos pantagruelicamente o por no exigir de nuestros acomodados poderes públicos una política real y efectiva en lo que a ello se refiere, que no se quede en un mediático y colorista golpe de efecto a base de psicodélicos contenedores de colorines; por no sentir la quema o tala indiscriminada de nuestros bosques como una terrible y mortífera arma de destrucción masiva con devastadores efectos a medio y largo plazo, pues condena a muerte a las futuras generaciones de seres vivos (entre los que se encuentra nuestro género humano, especie cada vez más carroñera y ruín por todo lo que venimos demostrando), o por tantas otras cosas...

¿Os habéis parado a pensar, por ejemplo, en lo triste que debe ser la vida de los patos que habitan en el inmundo cauce de nuestro desaborido río Segura a su paso por la capital del reino?Yo siempre que paso por allí y los veo, creo estar ante una raza superior de ánades que ha venido desde algún otro desolado planeta para Hasta la sardina que han incrustado en el fondo parece que asomara el morro para buscar algo del oxígeno, ¿os habéis fijado? ¿a quién le puede extrañar que las abejas hayan decidido abandonar en muchos lugares su meloso oficio? Más que de jalea se han hartado de tanto jaleo. Algunas ballenas deprimidas, que no tienen posibilidad de acceder a los barbitúricos se suicidan varando en la costa. Las golondrinas y las cigüeñas, que antes venían con visado turista, ahora son como inmigrantes ilegales y sin papeles. Hasta el hijo de perra del cánido de mi vecina pasa ya de ladrarme a mí o a las bandas de rumanos reventadores de pestillos y cerrojos que forman parte del desmejorado paisaje urbano.

Ya puestos a imaginarse el mundo que nos espera si seguimos por esta senda de elefantes patizambos sólo tenéis que pasearos por el pasillo de los detergentes de cualquier centro comercial, que es donde me empezó a mi esta neura, y echad un vistazo a los tensioactivos componentes de geles mágicos que prometen el adiós al frotar, polvos blanqueadores con efecto lejía y los más variopintos productos desengrasantes con nombres tan ridículos como advertencias de toxicidad aparecen en sus envases-pistola, para preguntaros después dónde irán a parar. ¡Y no os dejéis engatusar por la aparente ternura de Mimosín rebotando en su pila de esponjosas toallas! ¡el jodido oso es un ser especialmente peligroso y está armado!

Entre tanta comedura ecologista de coco, el adorable mes de mayo que sigue en paradero desconocido. Y la primavera en su último estertor. Y yo, parafraseando de nuevo a ese descarado poeta moderno de voz aguardientosa, "más triste que un torero al otro lado del telón de acero". Estoy por ir a comisaría, aunque casi mejor me lo pienso, que tal y como están últimamente los calabozos llenos de basura y de folclore, lo mismo cojo alguna infección malaya.

domingo, 6 de mayo de 2007

UN TRANVIA LLAMADO HIGUERO

A los buenos aficionados del séptimo arte o a cualquier cinéfilo, sea de la condición que fuere, seguro que el título le recuerda a aquel magnífico film que protagonizara el inolvidable Marlon Brando en plan chillón. Pues sí, aquel tranvía se llamaba deseo, y dado que la plana mayor de nuestra municipalidad diríase que rescató una especie de lámpara maravillosa de los deseos para pedirle que nos concediera un tranvía para nuestra emergente Murcia (parece que no tuvieron bastante con la "moneada" que nos plantaron en la plaza Belluga como símbolo de progreso y modernidad), ya lo tenemos en marcha, en su espectacular trayecto de ida y vuelta a ninguna parte...

Pues si, a mi la cosa me tiene emocionadísimo. La emoción, casi tanto como cuando dejo de pagar los plazos del hipotecario, me embarga... Y, sin embargo, no sé por qué, pues esa lucecita de la cordura y el sentido común que, por suerte, aún creo que ilumina el interior de la excelsa orza craneal con que vine a ese mundo, me dice que tampoco es para tanto, y que me va a castigar el señor por ser tan cabronamente irónico.

Sin llegar aún a comprender si el recorrido del tranvía es una especie de metáfora de esa doble y encadenada pregunta que tantas veces se ha hecho la Humanidad: ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos?, basta con montarse a lomos de este ingenio ferroviario (que algunos pensarán original y progresista pero que no deja de ser una vuelta al pasado, pues ya en tiempos pretéritos hubo en Murcia un tranvía según atestiguan documentos gráficos varios) para comprender que como tren de feria, o artilugio de puro capricho y ornato, bien está. Pero nada más. Vamos, que durante esos dos años que va a ser gratuito el billete aprovechen ustedes para llevar a los niños, y así se ahorrarán el importe de los viajes en las atracciones de la feria de septiembre. No es que sea una experiencia inolvidable (de hecho yo creo que al tercer viaje se aburrirían vuesas mercedes más que Pocholo en un congreso de física cuántica).

Y si la ocurrencia de nuestro consistorio de gastarse una millonada con el tranvía en sí ya os parece surrealista, ¿qué me decís de la demostración de inoperancia que consiguieron confirmar con el enfrentamiento entre máquina y atleta? Porque si un señor en calzoncillos y con un par de bambos (por muy campeón europeo de los mil quinientos metros que sea) es capaz de llegar antes que el desvaporizado maqinorro, ¡vaya mierda de medio de transporte! ¿tal vez es una invitación a usar más la suela en nuestros desplazamientos?... pues caramba, ¡que hubieran pensado en una campaña publicitaria original! Así, nos hubiéramos ahorrado los dineros y las molestias del pifostio que han montado con las obras y saldría ganando nuestra salud.

Pero no, la cosa era apuntarse a la moda de inaugurar invitando a personalidades del ámbito público (menos mal que atinaron no trayendo a cualquier cagamandurrias de los que pululan por los variopintos y vergonzosos programas rosas de nuestra infumable televisión). ¡Y ojito! ¡que yo no tengo nada en contra de Juan Carlos Higuero! Al contrario, el burgalés me parece un atleta fantástico. De hecho, servidor, que es aficionado a eso de vestirse de corto y maltratar el asfalto de nuestras calles (no quiero perder la ocasión de criticar la carencia de lugares por los que poder entrenar la carrera a pie en este nuestro municipio), no tiene problema en reconocer que fui uno de los que se acercaron para asistir a la inusual carrera. Por cierto, no por ser "inusual" podemos decir que fuera una idea original, que eso de enfrentar atleta y medio de transporte -para los que no lo supieran- ya lo inventaron en Madrid hace bastante tiempo, con el duelo entre otro gran fondista (Chema Martínez) y un autobús... ¡que en Madrid, la capital del reino, no tienen tranvía, no se olviden las mentes concebidoras de progeso!

Pues nada, ya está hecho. Además, como me dijo un amigo con acertado criterio, ¿qué más da lo que le hayan pagado al atleta por pegarse una carrerita? ¿qué puede suponer al lado de lo que han dilapidado aún sin contar comisiones? Por eso, se me ha ocurrido que, puestos a ponerle nombre a todo: que si los osos del Terra Natura, que si las horribles mascotas que diseñan para cualquier competición deportiva, ¿por qué no al tranvía? ¿qué tal "Higuero"?

Un tranvía llamado Higuero. Por no llamarle Dinero, que sería rima consonante.