martes, 27 de mayo de 2008

El triatlón de los delfines

No. No se trata de un acontecimiento paranormal o extraordinario. Los delfines, de momento y si la creciente contaminación radioactiva del planeta lo permite, siguen siendo esos mamíferos tan simpáticos, que se adaptan a la vida en cautividad lo mismito que nos pasa a los seres humanos, obligados a ese cautiverio semanal, evolucionado de ancestrales prácticas feudales, de tener que acudir al trabajo cada día para tener algo que llevarse a la boca, además del dedo pulgar. ¡Para que luego hablen del síndrome de Estocolmo!

Los delfines, aunque tienen fama de viajeros, no son muy habituales del Mar Menor. Lo suyo es comer pescadito crudo, emitir agudos sonidos como la punta de un alfiler y dar vueltas y saltos en los delfinarios hasta aburrir al más pintado. En cambio, a nosotros, los primos terrícolas del "delphinus delphis" (¡hay que ver lo que me gusta a mí esto de los nombres científicos!), si que nos gusta nuestra gran laguna requetesalada, la misma que según auguran los del pipí verde (grin-pís) será devorada por el Mare Nostrum en cuanto le dé a los casquetes polares por derretirse un poco más.

¡Qué gozada el Mar Menor aunque no haya delfines!... Con sus medusas, sus famosas y míticas Doradas, la no menos escurridiza y cara gamba roja marmenorense y, por supuesto, los animales más característicos de la época estival, a saber: el cangrejo rojo toallero y el inevitable hipopótamo jubilado, al que es fácil ver en manadas mientras se pega baños de dos horas, que salen con la piel tan blandita y arrugada que parecen recién paridos por la mismísima parienta de Poseidón.

Por empezar con la cosa deportiva, he de reconocer que la metáfora de los delfines no fue fruto de mi inquieta imaginación, sino que, comenzando por el final, es justo precisar que brotó de los labios de la moza que se llevó el gato al agua... ¡vamos, Mabel Gallardo, que fue la zagala que ganó en féminas! ¡que con tanto animal dentro y fuera del agua va a parecer esto un episodio bíblico más que la narración de la penúltima aventura triatlética en tierras wertanas! Y es que cuando me crucé con ella a la llegada, tuvo un recuerdo muy especial para lo vivido en el primer sector. Me decía haberse sentido como un delfín, ya que lo de andar por encima de las aguas se hacía mucho más cansado. Yo coincidí con ella (en la opinión, porque en la carrera me sacó sus minutejos de rigor), pues curiosamente también pude iniciarme en el arte, complementario a la natación, de saltar y saltar. ¡Sólo hubiera faltado que alguien me hubiera dado un par de pescaditos a la boca cuando salí corriendo del agua!

Retomemos ahora la historia desde su inicio. El pasado sábado 24, la manada de triatletas aguardaba en la orilla a que dieran la salida del II Triatlón de San Pedro del Pinatar, pelaícos de frío algunos especímenes que se habían aventurado a disfrutar de la salinidad y agradable temperatura del caldo, pero que con la brisa a pie de playa hacía acordarse del neopreno o de quien fuera el responsable del retraso acumulado en la salida.

Dentro de la manada los típicos grupos de conocidos, compañeros e incluso amigos. Las fotos "gritás", y servidor en la sección reservada al club de amigos de la cebada, reconocible a la legua por las prominentes barrigas, que se pueden disimular mientras se inspira y se aguanta la respiración, pero que es imposible camuflar al soltar la bocanada, y perder el control del músculo abdominal para continuar con el rito respiratorio, sin el cual seríamos pasto de los gusanos, terrestres o marinos.

La verdad es que me sentía muy a gusto. Creo que, por entonces, ya sabía que iba a hacer algo sonado. Había estado entrenando en la sombra (bonito eufemismo para decir con bonitas palabras que llevaba ya unos días sin pegarle un palo al agua... salvo el día en que me arrimé al borde de la piscina del campus para familiarizarme con el medio líquido).

Cuando se inició la carrera y empezamos a correr, con el agradable rumor de la espuma al entrar toda la peña al galope en el agua, y conforme nos adentrábamos más y más sin que nos cubriera, tuve por un momento la sensación de no saber si estábamos entrando o saliendo, en plan desembarco. Veía la cabeza de carrera a apenas una decena de metros por delante. Algunos ya se habían aventurado a nadar. Otros a chapotear. Pero el riesgo de colisión era tan grande que yo optaba por seguir galopando.

Llegar a la primera boya fue una cosa inaudita, así como el colapso que había al rodearla. Creo que no hay tantos empujones y codazos ni el metro en hora punta. La natación había comenzado. Sólo había que poner rumbo a la segunda boya. ¡Y procurar no desviarse demasiado! Porque con lo que soplaba y el movimiento rítmico de las olas, que te obligaba a catar la salinidad de su agua en cuanto abrías la boca para respirar (yo la verdad es que no tragué mucho hachedosó con ración extra de sal), lo más fácil era derivar unos cuantos grados a estribor.

Evidentemente, oponerse a las leyes de la física es harto difícil, y la estela de nadadores al completo, entre los que me incluyo, hicimos la curva de marras, para terminar rectificando el rumbo en las cercanías de la segunda boya. Una vez superada ésta, tan sólo quedaba enfilar hacia la playa, pero nuevamente cabía la posibilidad de ser arrastrado por la deriva, esta vez a babor, por la cosa de que entonces recibíamos el empuje marino por la derecha. ¡Pues bien!... aquí creo que estuvo la clave de mi exitosa natación, ya que acabé saliendo del agua con gente de nivel muy superior al mío: inicié el regreso a la arena teniendo en cuenta los cálculos que había hecho antes de empezar. Tal es así que estuve a punto de darme de morros con uno de los nadadores que aún no había completado el segundo viraje, ¡lo prometo por los filamentos urticantes de las medusas!...

En resumidas cuentas, que entre ese ahorro de metros y de esfuerzo, y el postrero empleo de la técnica delfinatoria para avanzar a saltos, mientras otros sobrecargaban sus piernas intentando correr con el agua hasta la cintura, salí justo detrás de uno de los compañeros que el pasado año se metieron la pechada de Roth. Camino de boxes, sintiéndome una estrella cinematográfica, adelanté a más de uno por la alfombra roja (que allí era negra), en previsión de lo que, seguramente, me dejaría en la transición, porque yo no sé lo que hago, pero poniéndome el casco y las zapas soy como un caracol triatleta.

En efecto, así fue: al coger la bici pillé grupo, pero por poco se me escapó el vagón anterior que, como imaginaba, fue algo más rápido en las cuatro vueltas al circuito. Entre los compañeros que me deparó el sorteo me encontré con Roque (Trioráculo), que fue de lo que más tiraron. Yo reconozco que al principio me reservé un poco, pasando palabra cuando me tocaba asomar el morro por la cabeza del grupo (sobre todo en la vuelta con el viento de cara), pero luego no escatimé esfuerzos, en vista de que hubo más de uno que prefería reservarse para el postre de la carrera a pie.

Y hablando del postre, a mí se me empezó a hacer agua la boca pensando en la guinda que podía ponerle al pastel. ¡Quedar por delante de un pedazo de hombre de hierro! Podía ser el día! Así que, a pesar de que siempre desinflándome a pie, mi calculadora mental de tiempos echaba humo, mientras la otra, la de correr, hacía todo lo que podía, para que no me pillara el amigo Paco. De no haber apretado el culo en el último kilómetro seguro que me hubiera dado caza, pero abrí la reserva y entré a escape.

El que si me pasó fue Felipe, que también iba a todo tren (aunque en bici nunca se agarra). Pero la gesta estaba hecha, ¡un estrai de Urbanes nada menos!... ¡lo mismo nunca consigo en el triatlón algo de más tronío así que aún estoy disfrutándolo! Pero sin chufla. Que uno es un caballero. Y también ha sido mi mejor clasificación absoluta, pues nunca había dejado a tanta gente por detrás.

Quien si lo está haciendo de vicio es Stani. Desde aquí mi reconocimiento, aunque también he de reconocer que, conforme crece triatléticamente, le van menguando esas aptitudes para el levantamiento de quinto, que se le ve más reservaíco al zagal con esto de la aventura vascuence. ¡Venga, que tampoco es para tanto!... Y es que ya empieza a tomar forma en mi mente una aventurilla así de media distancia. Lo mismo la próxima temporada, ¡ya veremos!. Y si se anima Juan, pues estupendo, porque lo suyo también es reseñable, que el tío allí donde se estrena me deja en mantillas como quien no quiere la cosa.

Para terminar, a los que no estuvísteis: ¡no os lo perdáis el próximo año!... y a los que se han desconectado un poco del mundillo, que no se lo piensen tanto, y dejen de darle vueltas a lo del drafting ilegal, el chupeteo de rueda poco colaborativo o cualesquiera otras pajas mentales, ¡aquí hay sitio para todos! Que cada uno haga lo que le venga en gana, que esto es un reto personal, y como tal lo que están por encima son las personas.

¡¡A mí es lo que más me atrae, os lo digo en serio!! Eso, y sentirme un delfín.

lunes, 19 de mayo de 2008

Sombras chinescas

Me váis a disculpar que retome la senda de trascendentalidad que había aparcado para dar rienda suelta a mis desvaríos triatléticos y que, a lo largo de la siguiente media docena de párrafos saque a mi espíritu crítico -que con tanta aventura deportiva corría el riesgo de aficionarse demasiado a la vigorexia- a que se oree un poco. Es lo que me pide el cuerpo.

Las cavilaciones, esta vez, me las he llevado allende los mares y los confines más remotos... Es lo que tiene el intelecto, que se te va de viaje y vuelve en lo que tarda un político en escurrir el bulto cuando hay que dar la cara o no está el horno para bollos. Nada menos que hasta el Oriente más lejano me transporto para darle a la reflexión más que a la flexión.

Y es que llevan una racha por los Orientes... En primer lugar, hay que ver la que se ha montado por culpa de la cruzada del biodiesel, dado el empeño occidental en salvar la capa de ozono (cuando a estas alturas tiene más agujeros que la economía somalí). De rebote y "gracias" a la interesada colaboración especulativa de algunos desalmados, se ha desencadenado un crecimiento vergonzosamente exagerado en los precios del arroz, cereal que sirve de sustento vital a tantos millones de congéneres humanos de los de ojos rasgados y amigos del tai-chí. Alguno de estos aprovechados que lo están acumulando para venderlo al mejor postor, lo mismo tira de desvergüenza y asegura que, en el fondo, les va a venir bien para ir ligeritos, pues de todos es sabido el efecto astringente del arroz...

Luego, entre sunamis, inundaciones y terremotos, no dan abasto. Es triste recordar estas cosas de la naturaleza, pero basta imaginar la que se lía aquí cuando caen cuatro gotas, y la de alertas amarillas, naranjas, rojas y de no sé cuantos colores más que dan los responsables de protección civil, para imaginarse la tragedia. Precisamente eso, imaginar, es lo único que nos queda, dada nuestra manida costumbre de pasar de puntillas cuando la desgracia es ajena y está a miles de kilómetros. Suena a eco lejano. Casi como un susurro que pronto dejas de oir. Yo diría que tardamos en dejar de oirlo lo mismo que tarda en apagarse la voz del que tiene la mala suerte de ser sepultado por los escombros de su propia casa, y justo cuando los medios de comunicación pasan página, uno se dice que ya no hay hambre en el mundo y que la vida sigue y tonto el último y a hacer relojes todo el mundo...

A veces el rumor de una tragedia apaga la de otra anterior, y entonces nos quedamos con la que más nos interesa. Si, ya sé que parece una burrada decir esto, pero, si no es así, ¿cómo se explica la dedicación informativa al grave seismo en China, el mismo que ha dejado al país, preolímpico, lleno de sombras, y el consiguiente olvido de las graves inundaciones en Birmania? ¿alguien ha vuelto a oir algo sobre este país, donde la tragedia riza el rizo por culpa de la dictadura militar que les aqueja y que impide la ayuda humanitaria de rigor? ....

Si, el terremoto de China ha segado muchas vidas, es cierto, pero ¿por qué hace sombra a otra tragedia tan cercana en lo temporal y geográfico? Permitidme que me moje, pero es que hay cosas difíciles de digerir, y querer a Andrés nada más que por el interés no me parece lo más correcto. ¿O es que a nadie se le había pasado por la cabeza que hay multinacionales que han realizado donaciones públicas para paliar los efectos del terremoto en China porque allí hay donde mojar en lo económico? Obviamente se han encargado de que su generosidad sea conocidad en todos los rincones.

Y a los birmanos, ¿quién les echa una mano? Aunque sea al cuello de algunos gobernantes. ¿O es que por allí no hay nada que rascar, mister Sam?... Por aquello de plantear soluciones (que luego se me tacha únicamente de crítico en grado severo), ¿qué tal si la ONU acepta admitir la existencia de plantaciones de arroz nuclear en los arrozales birmanos? ¡eso si podría ser un arma de destrucción masiva!

lunes, 12 de mayo de 2008

Superhéroes y Olímpicos


Dice un conocido refrán que "quien se acuesta con niños, amanece meado", que es tanto como soltar aquello de "dime con quien andas y te diré quien eres".

Ante tal aluvión de sabiduría popular, me pregunto yo si acabará pasándome a mí lo mismo, frecuentando las compañías y grupúsculos de majaretas con los que me ha dado por intimar de un tiempo a esta parte. Pero que no se asuste nadie, porque, en principio, la cosa es para bien y estoy en el bando de los buenos, lejos del lado oscuro de la fuerza, de Gineses, Julianes y Rocas de poca monta.

Imagino que mi intento por crear un mínimo de expectación habrá sido baldío porque ya todos sabréis a qué me estoy refiriendo. Pero, como diría el mismísimo Jack el destripador: ¡vayamos por partes!

Lo primero es lo primero, y que quede claro ante todo, que a mi no me ha meado nadie todavía. Digo esto para evitar que alguien le pueda dar por tomarse en plan literal lo apuntado en el primer párrafo, porque estamos hablando de supehéroes, de esos que, en lugar de salir del armario, están saliendo del cómic, para convertirse en héroes del celuloide y de la alfombra roja. El último de ellos -aún en cartelera-, como no podía ser de otra manera, es IRONMAN: ¡ya sabía yo que no podían tardar mucho en caerse del burro por los jolivuses para dedicarle el debido homenaje a dos de mis colegas de cerveza! Lo que no me queda claro es lo del pijama que hacen vestir al tipo este, si se supone que es un tío duro, capaz de las mayores gestas deportivas y humanas.

Por eso, a todos esos superhéroes que conozco, que no se cambian de acera cuando se cruzan por la calle conmigo, y con los que comparto uniforme de aspirante a héroe cada vez que nos enfrentamos a una nueva gesta: ¡muchas gracias! ¡va por todos vosotros mi recién conseguido rango de "olímpico" en las remansadas aguas de nuestro Mar Menor! (escalafón éste por debajo de hombre de hierro, finisher y tío duro del copón, pero que también tiene su mérito).

Como toda historia que se precie, este sueño olímpico que he conseguido hacer realidad a la primera, cuenta con su planteamiento, su nudo y su desenlace. Y no necesariamente por ese orden, que es el que marcan los cánones. Permitidme que me explique. Para ello me remontaré a los albores de la presente temporada, cuando allá en la pista del Estadio Monte Romero (el campus, para que nos entendamos)nos castigábamos con los "etés" de rigor, pensando en la pretemporada de Medias (de las cuales he escurrido el bulto con notable agilidad).

UNO - Planteamiento

Mis modestas pretensiones, por entonces, se centraban en realizar una cifra respetable de duatlones, triatlones y duatlones cros (todos ellos en su modalidad "sprint"), para aspirar al honorífico reconocimiento de la federación de triatleta "cubertén". Sin ir más lejos, he ¿disputado? seis de los ocho duatlones que se han disputado en el circuito de Murcia (75%), cifra más que razonable dada mi endémica y persistente abstinencia de entrenamientos regulares.

Pero hete aquí que, a ese otro yo competitivo que lleva uno dentro, agazapado en lo más recóndito, se le antojó subir el listón para intentar rizar el rizo y conseguir superar el encasillamiento en las distancias cortas: ¿qué mejor que intentar acercarse a la larga distancia con el salto cualitativo a la distancia olímpica (1'5/40/10)?

Como no tengo entrenador a quien consultar, tan sólo tuve que explicarle a mi encantadora media naranja que esa especie de locura transitoria no iba a conllevar ningún efecto colateral que afectara nuestra convivencia, pues tampoco iba a subir la dosis de adecuamiento físico a estas alturas (perdonad la retórica, pero es que llamar a eso que yo hago "entrenamiento" me parece ofensivo para los que machacan su cuerpo día tras día). Vamos, lo justico para no perecer en el intento y poder llegar a meta sin ayuda de los voluntarios de protección civil.

DOS - Nudo

En fin, todo esto que parece el planteamiento, conforme se acercaba la fecha del reto (día 11 de mayo) se iba convirtiendo en un nudo, no sé muy bien si en el vientre o en el "bajo vientre", porque tuve síntomas de ambas cosas: reconozco que mis entrevistas con el señor Roca (¡nada que ver con el enchironado que tanta relación, por cierto, tiene con la localidad donde se iba a disputar el olímpico por vez primera!) se intensificaron en las últimas jornadas (aunque nada tiene que ver el reto-revancha que me habían planteado desde la residencia de los Urban) y, asímismo, noté un particular carraspeo en la garganta (¿o se trataba de la metafórica corbata que forman las bolsas testiculares como consecuencia de la ansiedad y el canguelo?).

Para que no faltara de nada, al señor de las lluvias le dio por darse un paseíto mayero, manteniendo retenido al bonachón anticiclón de las Azores en mitad del inmenso charco Atlántico. Así, de paso contribuía a reducir la agria polémica suscitada sobre la etimología de la palabra trasvase (¡pedazo de disquisición lingüistica la que hemos estado viviendo en los últimos tiempos a cuentas de los movimientos de las aguas intrapeninsulares!). En suma: que todo hacía presagiar que, además de regalarle a la tierra una lluvia estupenda, nos iba a obsequiar con un triatlón tirando a cuadriatlón. La empresa parecía, por momentos, tomar tintes de odisea épica para un principiante, novato, inexperto y poco preparado como yo.

Imagino que fue ese negro panorama (tanto en lo meteorológico como en lo meramente deportivo) lo que me llevó a realizar un sacrificio sin precedentes: buceé en armarios y cajones en pos de mis olvidadas gafas de buceo (se llama natación únicamente cuando se va por encima del agua), busqué denodadamente mi flotador con forma de equino marino y me arrimé a una piscina para iniciarme en el ars natatorius, con la sana intención de no darle trabajo a los vigilantes de la playa que estarían al quite de cualquier ahogamiento que pudiera darse en los 1500 metros de la olímpica natación alcazareña (más tarde pude comprobar que fue un completo acierto pues en caso de ahogamiento no me hubiera asistido ninguna Pamela Anderson marmenorense, pues no las había en los equipos de rescate).

Con ese anecdótico paso por la piscina, un par de salidas a lomos de "Jorgita" haciendo las veces de escudero de un hombre de hierro intentando aguantar, hasta donde me daban las fuerzas, las exigentes ejercicios de transición sabatinos (gracias Stani, por tus enseñanzas, ¡hay que ver lo que se aprende a rueda de un machaca de la ruta!), y algún que otro amago de superar la hora a pie -para comprobar si iba a ser capaz de aguantar los diez kilómetros del tercer sector olímpico-, me dispuse a afrontar el gran reto. Ya no había marcha atrás.


TRES - Desenlace (o meollo. Vamos, la prueba en sí, que es lo que os interesa)

Como en Los Alcázares es donde pegamos la gorra en la temporada estival, y disponemos de fonda familiar, llegamos la tarde antes en plan concentración. Por momentos me siento un deportista de élite pues nos acercamos a ver los preparativos de la zona de boxes. Intento no pensar en lo que me espera al día siguiente, ni tampoco en si la lluvia se presentará o decidirá dar un respiro. Tan sólo me pregunto si no nos habremos equivocado de pueblo, porque esto parece alguna pedanía marroquí... En el verano pasan desapercibidos, pero cuando no hay turistas, da la impresión de que estuvieran volviendo a invadirnos desde el norte de Africa de forma silenciosa.

Por la mañana ya sí que sí: ha llegado el gran día. Para mí, porque para los que están acostumbrados a darse tutes férricos, esto es parte del entrenamiento, y se lo ventilarán en poco más de dos horas, cuando yo tengo calculado que me acercaré más bien a las tres.

El sol, que parecía haberse atado bien los machos y decir que ya estaba bien de mostrarse segundón, se ha rajado, y las nubes, que son femeninas y mandan lo que se les pone, como las carretas, se lo han dejado claro en seguida al reluciente astro: hoy volverá a reinar la humedad, aunque da la sensación de que nos respetarán antes de la salida, mientras ultimamos la parafernalia del triatlón: recogida del dorsal, saludo de rigor a los conocidos, pintarrajeado del número en brazos y piernas, y demás mariconeo de rigor, como el obligado untamiento de vaselinas, aceites o ungüentos varios para enfrascarse en los trajes de hombre pez.

Antes de comenzar la carrera, por tanto, me encuentro ya con algo nuevo para mí. Ya he disputado con anterioridad otros triatlones, pero nunca antes me las había visto cara a cara con un neopreno, y no creo que haya mejor oportunidad de emparentarme con un pingüino (o con una foquita, si tenemos en cuenta mi generoso buche). Mientras me embucho en él, cual salchicha de matadero, me comenta un espectador, que parece entender del tema, que no escatime en lo de la vaselina, sobre todo alrededor del cuello. Por suerte no tiro de soberbia y deduzco que lleva razón el chaval cuando veo que otros triatletas llevan el cuello blanquecino, por lo que procedo a la aplicación de la crasa sustancia derivada de la parafina.

Aunque confío en que a nadie le dé por encenderse un cigarrillo a mi lado y me salte una chispa que pueda achurrascarme, me voy con la manada de hombres de negro parafinado a intimar con las tranquilas aguas de esa joya de laguna salada que tenemos en nuestro litoral. Tengo serias dudas de si podré moverme, pues no me había visto dentro de este disfraz acuático nunca. Uno que es así, y que se espera al día de la carrera para probar nuevas sensaciones.


Me empiezo a sentir como si me fuera a casar: llevo algo nuevo y prestado (el neopreno), y el recuerdo del triatlón de Cartagena de la pasada temporada -donde pasé en el agua más frío que un pollo sin plumas en un congelador-, me hace pensar en azul. Azul frío. Tengo algo nuevo, algo prestado y algo azul. En esta tesitura me sacan de mi runrún los gritos de guerra de "Acuaman" -viendo la foto que me sacan junto a él me siento grande-, y recuerdo que tengo 2 objetivos en el primer sector: no ahogarme y salir del agua como sea antes que maese Paco.






Dan la salida. Mientras nos adentramos a pie hasta donde dan las piernas, con el estruendo del chapoteo de ciento y pico zumbados como yo entrando al agua, vuelvo a sentir cierta euforia, pero en cuanto me sumerjo e intento sacarle lustre a mi basta técnica de avance, se me diluye todo el optimismo y me comienzo a sentir mal. No he calentado y tengo la musculatura más rígida que la señorita Rotenmeyer. Hasta la primer boya (lo que es propiamente uno de los catetos del triángulo al que hay que dar dos vueltas -yo si que soy un cateto-), no consigo encontrarme a gusto. Como aún veo gente por detrás me animo y comienzo a intentar imitar a nuestro primo delfín, por aquello de que también es un mamífero, pero descubro que no tengo niguna carga genética que provenga de tan simpático animalillo, así que me limito a ir avanzando lo mejor que puedo. A esas "alturas" de la clasificación hay respeto: yo no adelanto a nadie y tampoco nadie me adelanta, al menos según intuyo, porque las gafas de ver me las he dejado fuera.

Treinta minutos después, toco tierra y mentalmente empiezo a tachar la tarea que he terminado. Mientras salgo del agua me voy quitando el neopreno, ¡como los buenos me digo!... Pilar me pregunta por su marido... ¡cojonudo! ¡ya voy por delante de Garban! ¡a ver si me da la correa para que no me pille en la bici!

Porque ahora tocan cuarenta kilómetros de bici, ¡y no le he puesto las cubiertas de agua!... No hay ningún mecánico en boxes para pedirle que, en lo mismo que le cambian a los F1 las 4 ruedas, tenga el detalle de ponerme a mí unas cubiertas en condiciones. Habrá que sacar el manual del pilotaje, porque el de la transición todavía no me lo he estudiado.

Vale, ¡no la cagues en la primera curva que hay mucha gente y además del raspón se van a descojonar de tí!. Nueva prueba superada. Pocos metros más adelanate, y justo antes de salir a la nacional que atraviesa el pueblo, por donde han diseñado el trazado (5 vueltas de a 8 kilómetros), mi padre me anima en plan madre: no corras y lleva cuidado. ¡¡Joder, padre!! ¡¡que soy tu segundo vástago varón!! ¡¡vale que jurara bandera en la mili de botiquín, pero ya verás que dominio!!...

Y efectivamente, encima de la bici me encuentro a gusto desde el primer kilómetro, y como soy animal de manada consigo grupo inmediatamente. Además, con las ganas del italo-cartagenero (Maurizio) con el que ya coincidí en el duatlón de San Pedro, tengo la sensación de que vamos a ir bastante deprisa. Lo mismo hasta demasiado...

Tanto es así que, al inicio de la segunda vuelta, cuando nos dobla el grupo de cabeza, hace por engancharse a rueda y nos deja. Nos quedamos sin lider espiritual pero también un poco más tranquilos, porque ahora los relevos los vamos haciendo un poco más uniformes y no vamos a tirones explosivos. He de aclarar, para compañeros incrédulos que no tuvieron el placer de verme en carrera al frente del grupo en el que iba encuadrado, que hay documentos gráficos que certifican que no fui todo el tiempo como un marqués duchado chupando rueda. Casi se agradecía ponerse el primero... En cuanto dejabas de tener sed era lo mejor.

He leído al "hijo del viento" decir que cuando te ponías a rueda parecía como si te echaran agua con una alcachofa de ducha. No puedo estar más de acuerdo. ¡¡Enhorabuena Stani, ya empiezas a dominar el arte de la metáfora además de los artes implícitos del triatlón!!

¿Sigo?... Pues claro, ¿por qué no iba a seguir? Seguía teniendo atrás al amigo Paco, a una distancia prudencial, que me garantizaba cierto margen para la carrera a pie. Pero era consciente de que, antes o después acabaría deshaciéndose de mi. Yo lo sabía desde el principio (porque faltaba la carrera a pie y me tendría que llegar el bajón de rigor), pero me deja un estupendo sabor de boca saber que todo un hombre de hierro sufrió durante más de una hora pensando en lo que pasaría si no me daba alcance...

Y aguantar, después de la segunda transición (que me tomé con la filosofía y sosiego propios de un "globerman" como yo) durante la primera vuelta de cinco kilómetros, fue casi de premio.

Al final, el bueno de Garban (¡enhorabuena tío, yo de mayor quiero tener más pelo que tú pero las mismas piernas!), me pilló. Lo que casi nadie sabe es que me avisó con el código secreto que tenemos en nuestro equipo para advertir del adelantamiento: tocarnos el culo... ¿qué quieres que te diga? Al que adelanta le da gusto adelantar, y al que se queda atrás, pues eso, culico contento por lo menos.

A pesar del sufrimiento postrero (que entraba en todos mis planes, hasta en los más optimistas), la sensación de ver la meta y poder sacar un resquicio de fuerzas para que no me adelantara un V3 (el amigo Georges Lucas y su permanente sonrisa), que se había ido acercando peligrosamente, son inolvidables.

Como decía al principio (hace ya no se cuantísimas líneas -enhorabuena si has conseguido leerlo todo, ¡tú si que eres un campeón!-), ¿puede ser que empiece a gustarme el morbo este de sufrir lo indecible en larga distancia y me anime a retos mayores?... ¡todo se andará! ¡yo ni confirmo ni desmiento! ¡el tiempo dirá! ¡y también las ganas de sufrir!

Por lo pronto ahí queda. Aprovecho a dedicárselo a toda la gente que me conoce, me quiere y/o valora, aunque diga que disfruta viéndome sufrir como algún cabroncete que es capaz de acabar casi veintidós minutos antes que yo o al que se venga haciendo tocamientos deshonestos...

No soy el primer olímpico en mi familia, pero tengo una bonita estela que seguir. Y ejemplos de superación cercanos a troche y moche. Particularmente me siento muy satisfecho con la marca (2h39'13), pues nunca pensé que podría bajar de las 2h45.

Ahora a descansar, que a mi eso del "tapering" es la parte del entrenamiento que más me gusta. Nos veremos -espero- en San Pedro. Y no olvidar que: "al que Dios se la dé, que San Pedro se la bendiga".


CUATRO - La cerveza

Aunque parezca una especie de chiqui-chiqui, este es el triatlón de los chicos Carrillo. Esta vez las pagué yo, pero porque además de la cartera, me salió del alma. La próxima que pague el más mariquita.

domingo, 4 de mayo de 2008

ANDE O NO ANDE

Las causas perdidas, como que no me van. Llamadme loco, aventado, majareta, alienado, chiflado, demente, alocado, grillado, pirado o trastornado, pues acaso lo sea llegado el caso (y juntándome con la peña triatlética que suelo rondar para descubrir los límites físicos del propio cuerpo, ni te cuento), pero, como decía el anuncio, no me llames iluso porque tenga una ilusión.

Con la cosa de los tamaños ocurre algo parecido. Todo el mundo asegurando, en tono sentenciador y ecuánime, que el tamaño no es lo que importa, pero luego bien que nos apuntamos al burro grande: la casa, el coche, la cuenta bancaria, la fiesta, la comilona, la tele de plasma, el tefeté del ordenata, los pectorales de ella y/o de él (según sean el gusto por el busto). En el lado opuesto está la decidida apuesta por el minimalismo, con cuantos adelantos tecnológicos nos propongan desde el oriente más extremo: móviles, emepetreses, mini memorias y cámaras digitales, verbi gracia, o con los mini pisos que proponen algunas ministras de vivienda que vienen equipadas con las más portentosas y privilegiadas mentes. Siendo justos, y en aras a la igualdad (no me vaya a demandar la nueva ministra del ramo), diré que ese equipamiento también lo llevan de serie muchos ministros varones. Asombrosa semejanza a las costumbres de épocas feudales: entonces el primogénito era destinado a los asuntos de la guerra y ahora es el más tonto de cada casa el que llega a alto cargo o ministro.

Retomando el asunto de los tamaños, en el buzón-cesta que tenemos destinado a los bombardeos publicitarios en nuestra comunidad de vecinos, me he encontrado una muestra muy significativa de lo que vengo diciendo: diversos anunciantes, con sus eslóganes ocurrentes y creadores de esos valores sociales tan necsarios -¡cuál más consumista!-, compitiendo en dura pugna por tenerlo más grande que los demás. El folleto me refiero.

Algunos parece que pretendieran enseñarnos en casa la lavadora, el frigorífico o el microondas a tamaño natural. Sin ir más lejos, las cámaras de fotos ya son más grandes en las fotos que en la realidad... ¿os imagináis los espectacular que sería si tomasen ejemplo esas publicaciones, que casi parecen revistas para expertos en ganadería de tanta ubre que se ve, y pusieran tan grandiosas funciones trigonométricas a mayor tamaño del natural?

Eso si; luego te venden su imagen de empresa que apuesta firme y decididamente por la ecología, pues aseguran no escatimar recursos para el reciclado de los aparatos eléctricos y electrónicos, a cuya comercialización se dedican. En ocasiones, hasta le dedican unas letras -en algún lugar recóndito del enorme panfleto-, a insinuarte recomendaciones en pro de la defensa del medio ambiente, como que una vez leas y asimiles que son los que mejor precio y calidad ofrecen por metro cuadrado, deposites los tres kilos de papel que tienes en tus manos en el contenedor azul, ¡como si así estuvieras salvando a la humanidad de la deforestación arborícola!

Si tienes en mente pintar la casa también puedes guardar estas auténticas sábanas de celulosa coloreada para ponerlas en el suelo a modo de protección. Lo mismo tienes bastante con un par de estos catálogos, en donde las más de las veces te suelen tratar de giliponcio alelado con dos dedos de frente al que es fácil convencer con un par de rimbombancias insulsas y manidas en extremo. Por si acaso, y para facilitarte el cálculo, te paso el ránking de la muestra que he tomado (adjunto medidas):



1 - Folleto azul de la cadena con nombre de planeta
59'5 cm de alto x 45 cm de ancho = 0'27 metros cuadrados por página. En caso de que te de el ancho de tus manos para abrirlo entero, se duplica hasta más de medio metro cuadrado.

2 - Folleto rojo del que insiste en tratarse como si fueras tonto (ellos aseguran que no lo son)
45 cm de alto x 30 cm de ancho = 0'14 metros cuadrados por página.

3 - Folleto amarillo (para que haya de todos los colores) de unos que cortan los precios. Yo de tí no me acercaría por la tienda, por si aparece el tipo de la foto, que se le parece al de la Matanza de Texas (¡que le den un premio al publicista!)
37'7 cm de alto x 28 cm de ancho = 0'11 metros cuadrados.
No sé si cortarán los precios, pero si han reducido el papel. Un detalle que agradece la Amazonia.

PD1: Otro día hablaré de los publicistas que no saben diferenciar entre un buzón y una lavadora.
PD2: Si alguno de vosotros se imaginaba con el título que iba a hablar de otras "andanzas", en plan entrenamiento, ya ha visto que no ha sido así. Prefiero mantener la emoción hasta la próxima semana, cuando vea cumplido mi sueño "olímpico".