martes, 16 de junio de 2009

El reto de Zarauz. DIA D. HORA H.

En un lugar de Euskadi, de cuyo nombre nunca podré olvidarme.... o dícese también de las aventuras de don Quixarli (aviso a navegantes desde el principio: con esta entrada el próximo premio Cervantes va para el menda... si no habéis desayunado fuerte no intentad leerla de un tirón que os puede dar lo susodicho en el cerebelo profundo).

Dia D-1.
Viernes 12 de junio. El primer desembarco (el de las máquinas desconyuntadas y el de nosotros, también algo descoyuntados tras recorrer los más de ochocientos kilómetros del viaje) tenía lugar a eso de las 18:00 PM. Destino: Hotel Zarauz. Desde allí nos dirigimos a recoger los dorsales.

Aprovecho para empezar a empaparme y disfrutar del ambiente triatlético. Cualquier globero con aspiraciones -cual es mi caso- ha de aprovechar estos momentos míticos para intentar aprender y disfrutar.

La recepción que nos dispensan los Zarauz Master, encabezada por Lourdes y Javi, nos hace sentir como en casa. Nos ponen al día de la previsión meteorológica y de las
previsiones del estado del mar para el día siguiente. El empeño de Javi por explicarnos ciertos comportamientos habituales de las inmensidades del mar es encomiable -¡muchas gracias por ello, Javi!-, pero yo, apabullado ante la belleza de la panorámica desde el mirador que mañana se convertirá en boxes de la prueba, me quedo con lo justo y es que, al parecer, se han confubalado astros y mareas, y mañana ahorraremos al nado unos cuantos metros. El primer objetivo -salir del agua en menos de la hora del fatídico corte- parece al alcance de mis manos y mis pies chapoteadores.

A la hora de la cena se nos unen otras dos de las "sirenas" (Bego y Eva), además de los compañeros de Santa Pola (Mitxel y José Pascual). La velada transcurre veloz y amena entre pasta, pizza y risas... ¡hasta da la sensación dee que no se hace nunca de noche en la pizzería!, pero la cosa tenía truco.


Día D.
El día del Desembarco ha llegado. También el de hacer público que si considero este día como "D" no sólo es por la metáfora del desembarco, sino porque, accediendo a las súplicas de aquellos con quienes comparto mis poco habituales salidas ciclistas, por fin me he Depilado, con D mayúscula... ¡albricias! ¡eureka! Stani se ha puesto ha bailar una especie de danza tribal al enterarse y no da crédito al ver mis paticas huérfanas de pelos. Yo sólo confío en no sufrir los males de Sansón y en pasar desapercibido entre la marabunta de triatletas de los de verdad con los que compartiré playa.

Ya no hay vuelta atrás. Lo mismo que al Quijote le hizo enfermar la lectura de aquellos libros de caballería con los que se topó, yo también he caído en las redes de esta secta del triatlón, y me dispongo, con una templanza y unos nervios impropios para alguien que se ejercita tan poco, a afrontar la mayor de las aventuras que caballero rodante alguno pudiera imaginar. Tal vez ese desparrame de seguridad en mí mismo es una demostración de ese optimismo exagerado que suelo gastarme (Garban, ¿cómo me sueles definir tú?), capaz de ponerte por igual a las puertas del Olimpo que a las puertas del mismísimo infierno deportivo...¡ya se verá!

-Más en fin, amigo Sancho, tomemos nuestras monturas y encaminémonos en busca de nuevas sensaciones (ya de por sí lo es esto de comerse un plataco de pasta a las once y media de la mañana, que no he pedido que me traigan un embudo para tragármelo porque quedaba poco estético, ¡y estando tan mono yo con mis paticas rasuradas no era plan!).

HORA H.
En boxes se huele a vaselina y a inquietud. El ritual comienza dejando todo el material en su sitio y repasando mentalmente el tema de las transiciones. Y acaba con el necesario reajuste hídrico, caracterizado por un vaciado del líquido excedente, como el que cambia el aceite de un motor al cabo de los kilómetros preestablecidos.

La meteorología parece propicia. Acompañados por el neopreno, nos dejamos guiar hasta la cercana Guetaria deleitándonos con el trayecto que habremos de deshacer surcando las aguas del inmenso océano. Los nervios siguen sin aparecer. Está nublado y yo sigo como montado en una de esas nubes que impiden a don Lorenzo calentarnos más de lo necesario por ahora -ya habrá ocasión más tarde-.

Nos sueltan a pastar en la arena de la playa de Guetaria, poblada de bañistas y repleta de olor a sardinas asadas. Tengo hambre -¿será por eso lo de la hora "H"?-. Es un apetito tanto físico como etéreo. Son ganas de que llegue el momentazo y pongamos a funcionar nuestros cronómetros y nuestros remos. Entonces, a lo largo de dos kilómetros y medio (o lo que uno, a su buen entender de lo que es la línea recta en el mar, pueda recorrer) tendremos que apañarnoslas para regresar al lugar donde aguardan prestas nuestras monturas.

Primero salen las chicas. Son pocas. Todo un detalle aunque imagino que doña Bibiana no estará al corriente, pues de lo contrario pondría el grito en el cielo en pro de la igualdad de los miembros y miembras del mundo triatlético. Quince minutos después nos amontonamos los tios y tiarrones detrás del arco de salida. Sigo sin sentir nada. Al menos nada malo; las breves incursiones natatorias de calentamiento me han dejado buenas sensaciones...¡vamos! ¡que no tengo ninguna duda de que saldré del agua antes de una hora!

Con mi habitual cortesía dejo salir a todo el mundo y entonces -sólo entonces- me echo al agua. Quiero evitar esos agobios iniciales buscando un hueco donde poder dar un par de brazadas seguidas sin tener que recibir o repartir estopa. Sorpendentemente, dada la concurrencia del evento, consigo ese objetivo, pero no el de evitar otro tipo de roce: el neopreno me empieza a rozar donde siempre, y eso que me he puesto vaselina como para siete noches de lujuria y desenfreno... Como ya no tiene solución procuro olvidarme y me concentro en buscar un ritmo adecuado. La tarea no me resulta demasiado complicada: sólo sé nadar de una manera. Imagino que es el ritmo adecuado; siempre voy acomnañado en mi chapoteo y eso me tranquiliza.

Se me hace un poco largo el último giro hasta enfilar la salida a la playa de Zarauz, da la sensación de que nunca se acabara el dichoso giro. Pero está ahí. Ya se intuye. Cada vez estoy más animado. Veo el fondo. Estoy a punto de completar el desembarco...

- ¡Adelante, valientes! ¡la playa es nuestra! -la gente ha bajado a la arena y nos hacen un pasillo. Aunque me lo habían contado impresiona ver y oir a tanta gente animando... Llevado por el ansia y los aplausos me envalentono y remonto unos cuantos puestos antes de las escaleras.

Primera transición.
Me veo bien. He subido las escaleras casi sin esfuerzo... creo que no he utilizado ni las piernas. Me ha llevado en volandas la euforia y estoy en boxes. El cronómetro me confirma que estoy en el mejor tiempo que podría haber imaginado (cincuenta minutos), pero un pequeño detalle me baja de la nube: apenas quedan bicis en boxes... ¿he estado nadando con triatletas o con la familia extensa de Lobezno que, en lugar de cuchillas, tienen aletas de quita y pon? ¡joder la peña cómo se las gasta! Seguro que donde yo tenía pelos antes, la mayor parte de la concurrencia por aquí tiene escamas... Aunque lo mismo puede ser que le dediquen al entrenamiento acuático bastante más horas que yo.

Pero ¿qué más da? He superado la primera prueba y estoy entero. No es es mi guerra. Mi objetivo era, es y sigue siendo terminar Zarauz. Me concentro en no derrochar demasiado tiempo en boxes porque seguro que no me va a sobrar nada cuando vuelva a aparecer por aquí, y voy a andar muy justo.


EL DÍA EN QUE DON QUIXARLI SE ACORDÓ DE LA MADRE QUE LO PARIÓ EN PELOTA PICÁ.
- Amigo Sancho, ¿ves aquellos gigantes?
- No son gigantes sino ruedas de bicicleta que giran a toda hostia, mi señor don Quixarli.
- Recontradiantres, Sancho, qué mal habladoy cuán anacrónico te has vuelto, ¿o acaso no sabías que la bicicleta no habría de inventarse hasta mucho tiempo después de que a nuestro mentor don Cervantes le cercenasen la zocata mano?

Pues eso, que seguro que por arte de ensalmo o encantamiento, las ruedas de los demás supervivientes giran más rápidas que las mías.

¡La madre del Cordero y del padre Cucharón! Ya me había advertido José Pascual de la dureza del recorrido, pero no me había hecho a la idea de que se empezaba subiendo, ¡con lo mal que le sientan a mi cuerpo serrano las cuestas así para empezar en frío!... Además, cumpliendo la previsión, se ha despejado y comienza a hacer sol... Me va a tocar aplicar la que yo denomino, "táctica Pantoja", consistente en poner ¡dientes,dientes!, en este caso apretándolos al máximo. También es válida y elocuente comparar las tres horas de bici con la penitencia quijostesca en la Cueva de Montesinos.

¡Santos Dios de la Misericordia Geométrica! ¿es que aquí no saben asfaltar en liso? ¡pues no! ¡tó p'arriba o tó p'abajo! ¡con lo fácil que es dar pedales en llano o con pendientes a favor!

Tanto sube y baja, y tanta línea quebrada me van vaciando. ¡Me cago en las ecuaciones de segundo grado y en la propiedad conmutativa de las fracciones!... tengo la sensación de ser una calabaza en manos de un escultor, mientras le va sacando toda la sustancia para dejarla hueca y ponerle la típica velita de Jalogüin.

La mención de las velitas me viene al pelo para recordar que el único consuelo que me queda (para lo cual rezo y no dejo de poner velas mentalmente) es que no soy el último, aunque mi ritmo es notoriamente cansino y deficiente cuando la carretera dice de picar hacia arriba. En los cálculos con los que me he ido entreteniendo mi mente durante la primera vuelta considero que si empleo una hora para cada una de las dos vueltas iniciales y una tercera hora para la traca final de Aia, podré estar en tiempo...

Primera vuelta. He clavado la hora. El aplauso de la gente me anima hasta que vuelvo a enfilar la subida inicial, que no es dura, pero que a mí ya me ha dejado a punto de caramelo para que el hombre del mazo me remate. Mi hermano me espera un poco más arriba con un pedazo de cámara de fotos de alucine. Intento poner buena cara pero aún no sé si habrá salido la cara aparente o la subyacente...

En el segundo paso por Guetaria casi estoy a punto de irme al suelo, por culpa del atasco que generan unos coches en el cruce de la población. Enfilo Zarauz para poner rumbo a Orio y a la aventura definitiva de Aia.

Una rápida consulta al dios Kronos me viene a confirmar que el ritmo en la segunda vuelta ha sido similar al de la primera, es decir, bastante flojillo. De nuevo agradezco los aplausos del público que se agolpa en la principal arteria de Zarauz (entre ellos los de "los míos"), pero sé que es pura ilusión y que, a estas alturas, nada ni nadie va a conseguir devolver el brío a mis dos piernas. Las llevo porque hay que llevarlas, pero son casi como dos troncos petrificados, incapaces de mantener una cadencia. Más que ánimos me faltan fuerzas, ¡y es que sigo más seco que el cauce del Turia a su paso por el centro de Valencia!

Estoy empezando a concienciarme para afrontar Aia cuando una nueva inclinación del terreno me devuelve a la realidad... ¿quién te dijo que el camino a Orio iba a ser llano, optimista? ¡Joder, joder y joder! Me cruzo con gente bajando a todo pistón hacia Zarauz, mientras que yo lo llevo ya casi todo metido para la triste subida hasta el cruce.

Recibo el avituallamiento en Orio casi como una alucinación, como un oasis en mitad del desierto. Está justo en el desvío que se toma tras la rápida y pronunciada bajada hacia el pueblo en el que no se llega a entrar (¡qué manía!...¿para qué me hacen bajar si ya había subido la mitad de la cuesta?). ¡Albricias! Por fin algo líquido. Me bebo del tirón una cacharra con un sabor irreconocible antes del momento de la verdad verdadera, de la rampa madre de todas las rampas, del encrespamiento de la orogenia guipuzcoana.

CUANDO DOS NÚMEROS HACEN A DON QUIXARLI PONER LOS PIES EN EL SUELO

Aguanto todo lo que puedo encima de la bici. De verdad, ¡os ruego que me creáis!... pero me pasa como al de la canción de Mecano: ¡no me puedo levantar! Los cuadriceps me los han debido robar. Creo que tendré que injertarme unos nuevos cuando llegue -si es que llego-. Veo un "1" y un "8" pintados bien en grande sobre el cemento (¡porque la rampita era de cemento con rayas!). No hace falta tener un máster en criptografía para entender el mensaje y me dejo descabalgar... En realidad lo tenía previsto. Lo que no había calculado era llegar en tan lamentable estado físico. He puesto los pies en el suelo física y metafísicamente hablando.

Apenas me responden las piernas como para alcanzar a pie el final de la primera rampa. Las indicaciones que me dan los espectadores que aún permanecen arriba no me aclaran mucho.

- ¡ya te queda poco! ¡venga que esto es lo más duro! ¡ale, ale, ale! ¡aupa!... y un largo chorreo de exclamaciones en vascuence que interpreto deben ser expresiones de ánimo local

Se me viene a la cabeza que debo estar más o menos como el cencerro que agita con ahínco un gentil hombre para insuflar ánimos. ¡Y hasta por un momento llego a desear cambiarme por uno de los integrantes de esas cuadrillas de jóvenes que exhalan alcohol por la boca y que están más borrachos que las cabras que deben estar pastando por los alrededores! Pero la realidad es otra.

Me he vuelto a poner las calas (con lo recalentaico que estoy me hubiera venido de perlas "calarme") y decido que pase lo que pase hasta Aia (porque del jodido pueblo no hay ni rastro), no vuelvo a pararme. Esto es duro de cojones. Venía preparado mentalmente -porque en lo físico ya tengo claro a estas alturas que mi preparación es una mierda bien grande de vaca lechera-, sabiendo que no iba a ser fácil, pero ni en el más jodido de mis sueños...

- ¡venga, ahora viene una bajada para recuperar!

¿Recuperar exactamente qué? ¡como si las fuerzas fueran objetos tangibles que se me hubieran caido y pudiera recogerlas en la bajada!... Aunque vuelvo a estar encima de la bici, sigo con los pies en la tierra y empiezo a temer que ni con un fisioterapeuta dando pedales por mí llego ya a tiempo. ¡Penita de bajada, la verdad! Llevo delante a otro penitente de la misma cofradía. Parece que se le dan mejor las bajadas, pero en cuanto salimos a la última subida que habremos de afrontar para llegar a Aia, el muchacho se para extenuado y me deja sin una referencia.

Por entonces ya he decidido que, a falta de fuerzas, tendré que tirar de bolsas escrotales, que para eso las tenemos además de para rascarnoslas. También decido que voy a ser generoso como nunca en el esfuerzo, y que lo voy a dar todo y que antes muerto que sencillo, y que nada de pisar otra vez el suelo, a no ser que me estampe involuntariamente, y que... En estas, yo a punto de reventar cuando me alcanza el motorista con su banderita verde y me dice que se aburre yendo tan lento; que tira para adelante y, por consiguiente, ya nadie cierra la carrera por detrás; que lleve cuidado, que suerte y que hasta luego Lucas. Al poco, como en movimiento sincronizado, y con la alevosía de hacerlo en plena subida, el furgón escoba:

- ¿sigues?
- ¿Pero qué mierda de pregunta es esa? ¿tú crees que he llegado hasta aquí para rendirme ahora? ¡yo como el general Custer, moriré con las calas puestas!

Tras un kilómetro, o dos -que entre esas dos distancias oscilaba, según las amables gentes del lugar a las que consulté entre tanto sufrimiento, lo que quedaba para coronar Aia-, he conseguido llegar "a lo más alto". No me espero un pueblo llano, ni tampoco al pleno del consistorio ni a la banda municipal. De hecho ya ni esperaba que permaneciera abierto el último avituallamiento, pero ahí estaba... A mí se me antoja bastante tardío, casí tanto como las horitas de pasar por allí. El último trago para emprender la feroz bajada por el emboscado trazado en el que apenas entra la luz.

Aún me quedan fuerzas para la contemplación de Zarauz desde lo alto. Se ve tranquilo y desparramado a la orilla del mar. La vista es estupenda. Es lo único bueno que tiene ir en compañía del tío del gancho -que es familia cercana del tío de la escoba- y lo que se pierden los fieras del pedal. Han sido unos segundos de respiro en los cuales me adelanta otro valiente y me dice que aún queda un cuarto de hora para el cierre de boxes, y que por mucho que nos hayan adelantado la moto y el escobeitor, cuatro horas son doscientos cuarenta minutos también aquí.

Ya sólo queda darlo todo en la bajada -aminorando, eso sí, en los cruces que ya no están vigilados-. Pero las piernas me siguen sin arrancar. Ya sólo la fe ciega en la primera y principal ley de la gravedad y en el orgullo y la casta de globero aspirante a finisher me pueden llevar hasta ese punto mágico de no retorno donde se funden el final de la aventura del pedal con el inicio del último sector a pie.

Se cumple el conjuro y consigo llegar. Pero estoy fuera... No consuela no ser el único. Ni siquiera no ser el último técnicamente hablando (pues detrás de mí aún llega alguien más -tampoco muchos, para qué engañarnos-). Cada uno tiene su historia. Alguna suena a cachondeo, como el chaval con una estupenda planta de ciclista al que han condenado a hacer más distancia en bici...

Reconozco que por unos minutos dudé. Y que se acercó a tentarme el fantasma de la retirada. Pero tras un breve análisis y la humillación de la retirada del dorsal, decidí que yo no había venido a luchar contra la organización, sino contra mí mismo, y a conseguir terminar la carrera, algo que estaba tan sólo en mis manos. Y eso hice.

Tengo el honor (yo así lo considero) de poder decir, sin rubor alguno, que fui el último en cruzar la línea de meta. Curiosamente la suma de mis tiempos reales (sin considerar los minutejos de la decepción al bajar de la bici) estuvo por debajo de varios de los tiempos oficiales en meta de otros participantes. ¡Paradojas de la carrera!

En Elche había bromeado con Ramón y Jesús aquello de desmontar la línea de meta, ¿os acordáis?... pues en Zarauz estaban recogiendo la alfombra de entrada en meta cuando yo llegué. El parcial en los veinte kilómetros a pie fue de 1h54. Eso es fácil contarlo. Lo que no sabría como explicar son las sensaciones que viví a lo largo de las tres vueltas al circuito a pie. Sobre todo en la última, ya sin gente, y sin ninguna indicación, pues las habían ido retirando antes de mi tercer paso.

La amalgama de sensaciones y pensamientos resultó bastante novedosa y sorprendente para mí. Y si alguien se pregunta lo que pasó por mi cabeza durante el "rezo" final, al cruzar la línea de meta, tendrá que imaginárselo. Lo que si os aseguro es que no he adoptado ningún credo nuevo, pues efectivamente, como me señaló mi amigo Stani, con el acierto que lo caracteríza, la dirección del rezo no hubiera sido homologada, pues La Meca está en otra dirección.

Mi "Meca" era la camiseta. Y después de este tocho evangélico que he largado he de reconocer que la tengo gracias a mi esfuerzo (reconozco que bastante descabezado de preparación, ¡otra vez Stani tienes toda la razón!) y a la intervención divina de mi particular angel de la guarda y paladín de las más variopintas y descabelladas ensoñaciones, porque fue él quien se adelantó a solicitarla como justiprecio al esfuerzo realizado.

Y, por favor, que nadie piense que, al estar "descontrolado" y hacer a solas la última vuelta acorté el recorrido o hice algún tipo de trampas. Eso si que no. Quien vea sólo la clasificación oficial del triatlón de Zarauz 2009 creerá que no finalicé. Pero quien lea esto ha de saber que pertenezco a una estirpe de luchadores, que no conoce el significado de la palabra "retirada".

AGRADECIMIENTOS
¡Muchos! Espero no olvidarme de nadie, pues aunque modesto y comedido en el entreno, el sentir y el afecto son grandes. Os aseguro que para esto no hace falta ser un campeón:
A mi media mandarina, por todo su apoyo
A mi hermano, por compartir conmigo estos momentos y por haberme sumergido en esta "secta"
Stani, a tí no hace falta que te diga nada que no te haya dicho saboreando el placer de un gin-tonic en la mano o de una buena cuesta con su sufrimiento.
Mariló, que sufrió a su manera, con el ataque de unos desalmados virus (equiparable a subir Aia lo menos)
Amigos de Zarauz, ¿qué os puedo decir además de ese apoyo y esos consejos y ese apoyo logístico gastronómico? ¡muchas "mesedes" a todos: Lourdes, Eva, Bego y Javi!
Amigos santapoleros, Mitxell y José Pascual, gracias por admitirme como uno más y por vuestros consejos y avisos
Telesforo, ¡a tí muchas gracias por el txuletón de después de la prueba, por las Keller y por ese primer gin-tonic de la nueva era después de mi primer Zarauz!
Y a los que no estuvieron allí en cuerpo, pero si empujásteis desde lo lejos y cuyo apoyo bloguero me da fuerzas añadidas: Paco, el año que viene no te escapas, porque esta forma de "disfrutar" sufriendo es única; Juan, a tí se te van a acabar las excusas para el mes de junio; Ramón, dentro de poco con tatuaje (yo me conformo con la camiseta de medio) y Jesús y su Xerez de primera.

Ale, y ya está bien. Las fotos las tengo a puntico. Creo que no me he olvidado de nada... ¿o si?: don QuiXarli o don Xarlijote volverá con nuevas aventuras. Y os adelanto que no terminará loco sino encantado con estos libros de triatlonería.

jueves, 11 de junio de 2009

El reto de Zarauz. Prólogo de una gran aventura.

La prueba es mañana pero la aventura comienza hoy. Que San Antonio conserve intacta mi ilusión y dé brillo a mi esperanza.

Seguro que Don Quijote sintió algo parecido el día que partió de su pueblo.

domingo, 7 de junio de 2009

COMO UNA OLA




Como una ola tu amor llegó a mi vida
como una ola de fuego y de caricias
sentí en mis labios tus labios de amapola
como una ola.

Como una ola tu amor llegó a mi vida
como una ola de fuerza desmedida
de espuma blanca y rumor de caracola,
Como una ola.

Y yo quedé prendida en tu tormenta
perdí el timón sin darme apenas cuenta,
Como una ola,
tu amor creció
como una ola.

....

Olé, olé y ola.
Con el permiso de la chipionera más famosa del mundo mundial resumo hoy mi batalla campal de ayer contra las olas (¡y contra Felipe, porque menudo paliza que me diste ayer bellaco!... ¡de pocas te denuncio a la autoridad competente! ja,ja)

Pero es que la elección de la canción llega más allá del simple detalle de las olas que hubo ayer en el Acuatlón de San Pedro del Pinatar. Porque si analizando la poesía de la canción, ésta comienza hablando de una "ola de fuego y de caricias". Lo primero, el fuego, es una clara referencia a lo calentitas que estaban las removidas aguas marmenorenses, y lo de las caricias es una descripción fidedigna de los comentados encontronazos humanos y los embites del oleaje, complementada con la bonita metáfora de sentir los labios de amapola, claro subterfugio donde se refleja el sabor salado de los repetidos tragos a los que te obligaba el desenfadado mar.

En el segundo párrafo ya se habla sin tapujos de la "fuerza desmedida, espuma blanca y rumor de caracola", siendo literales los dos primeros conceptos, y un poco más arbitrario el del rumor de caracola, pues con tanto viento se hacía difícil hasta escuchar el silbato de los jueces intentando alertar de las desviadas trayectorias en la navegación entre boyas, así que no te digo yo lo difícil que sería escuchar a las caracolas descojonarse de que más de uno perdiéramos "el timón sin darnos apenas cuenta", lo que se tradujo en el más conocido deambular del "globerus natatorius", caracterizado por el desconocimiento más absoluto de la geometría básica -aquella en la que se nos enseñaba, cuando niños, que el trayecto más corto entre dos puntos es la línea recta- y que tiene como principal consecuencia el nada desdeñable logro de recorrer más distancia a nado por el mismo precio, hecho éste que, por suerte, ningún reglamento triatlético, parece penalizar.

Total. Para poner un poco de cordura a este desvarío de marejadas físicas y mentales, por si acaso alguien se ha perdido en este mar de espumas literarias, únicamente quería dejar claro que el Acuatlón de San Pedro del Pinatar con el que doblé sesión ayer sábado (por la mañana me fui afilando la lengua a base de chupar la rueda de Stani en los ochenta ventosos kilómetros de la ruta de Torremendo, con subida por el singular -y hasta entonces desconocido para mí- paraje de Rebate), me salió tan sólo regular, sobre todo en lo que se refiere al agua, en la que no me encontré a gusto casí en ningún momento. A pie, para lo que entreno y para lo poco que me gusta eso de exprimirme a tope en las distancias cortas -el acuatlón consistía en 2'5 kms. a pie, 1 km. a nado y 2'5 kms. a pie-, me quedo contento, pues noto una considerable mejoría respecto a otros tiempos en los que siempre terminaba arrastrándome.

Puesto 53 de 71, para un total de cuarenta y seis minutejos, más de la mitad de los cuales (así como 24 y pico) fueron acuáticos. Con esa media, en Zarauz lo pasaría realmente mal para superar el corte en la natación. Confío en que con el neopreno y cogiendo ese ritmo que ayer no pude encontrar, no me retiren el dorsal al salir del agua (sólo hay 1 hora) y me permitan hacer el recorrido ciclista para enfrentarme a la subida de Aia, que es mi gran reto-ilusión de esta temporada.

Me despido hasta después de Zarauz. Zarauz, Zarauz... ya sueño con la zeta de Zarauz. Espero no hacerla con la de Zopenco, o la de Zote, ni que me den calabaZas, o que acabe de un Zarrapastroso total. Llevo el Zurrón lleno de esperanZa, y como diría un sipionero... (¡no ze me molesten mis amigos del zur!) ¡ojalá el Zaturday prózimo ezté, como dirían zuz majestades Zatánicas, a rebozar de Za-tiz-fac-zion!

un abraZo y un Z...aludo.


Nota: Mucho ojo no vaya nadie a confundir esto de usar tanta "Z"; reitero que sólo viene a cuento por lo de ZarauZ, nada que ver con la actualidad política, pues hoy coincide que es día de elecciones, y yo no soy ni de cejitas (Zp) ni de barbitas (Rj), ¡vamos! que hoy abstinencia... ¡ah, no! ¡que para estas cosas se dice abstención!. En fin, de políticas ya hablaremos otro día... ¡o nunca!... Muy desesperado tendría que estar de la vida para dedicarle mi tiempo a unos robaperas, caldereros o enciendevelas como estos de la política.