miércoles, 19 de agosto de 2009

DE VUELTA DE TODO O CASI



Ya estamos aquí, por suerte y por desgracia. Por suerte porque siempre hay que contar con la divina providencia y la protección del señor de los alquitranes para volver a casa con todos los piños, después de una aventura cuasi quijotesca como la vivida en estos últimos treinta días de nuestra vida. Por desgracia, porque el regreso va íntimamente ligado al final de las vacaciones, y toca volver al redil.

Uno, que ya va teniendo esa edad en que los meses se te empiezan a escurrir de entre las manos, como por arte de birlibirloque, y en que ves pasar las hojas del calendario en imparable cascada, siente la maldita velocidad del infernal carrusel de los días que no cesan, y aunque de idiomas voy más justo que al final de un triatlón sprint, es ahora cuando empiezo a entender el sentido de los más tópicos de los latinajos... Tempus fugit, Carpe Diem... ¡la madre que parió a Lucrecio, Catulo, Virgilio, Horacio, Ovidio, Tibulo, Propercio, Salustio, Livio, Nepote y Cicerón! (que para el que no lo sepa no es el once de gala del equipo de futbol de los lunis sino una sarta de escritores latinos, de la edad de Oro).

A los que pensábais que en cuanto me diera un poco de aire por las Europas me dejaría de circunloquios, lamento comunicaros que he vuelto casi más barroco, dado el baño que nos hemos dado del referido período artístico dieciochesco. Pero también he vuelto un poco más hombre de mundo, con la mente oxigenada y pensando en verde, un poco más tirolés, "esnitchizado" hasta límites insospechados después de meternos entre pecho y espalda más de medio imperio osterreico.

Si tuviera que resumir en una palabra todo lo vivido en este escueto pero intenso mes, os diría con total seguridad (y con tu permiso, amigo Ramón, IM en ciernes) que me siento "dovalizado". Porque, salvando las distancias (que yo más bien lo catalogaría de enorme abismo), me he sentido un poco como ese Ramón espigado y de mundo, ese Ramón de altos vuelos, que en octubre se graduará en la Universidad catalana de triatlón.

Por unos momentos he estado en lo más alto,
he cruzado países y fronteras como para aburrir al guardia, por encima y por debajo,
he subido y bajado montañas,

cruzado lagos y ríos,

he cogido a Europa por los cuernos,

he estado olisqueando y siguiendo el rastro del sueño de hierro, en las cercanías de Roth.

Y también he vuelto con un cargamento de cerveza austríaca y checa, con la que sabré recompensar a mi cansado espíritu campero, campestre y campista.