domingo, 26 de septiembre de 2010

FALTA DE CHICHA DEPORTIVA

Al que más, al que menos, seguro que su madre, su abuela, la nani, o quien le diera de comer en su tierna infancia, le diría aquello de que se comiera la "chicha". La chicha, por antonomasia es la sustancia. Por tanto, la consecuencia de la falta de chicha no puede ser otra que la falta de fuerzas.

Pues en estos días prehuelgosos así es como me siento yo, en lo metafórico y en lo deportivo. No sé si es que mi cuerpo está ya de huelga, o es que con una agenda tan apretada de eventos infantiles (no, no es que a mi pequeña la tenga que llevar a saraos varios -que ya llegará su día-, sino que reclama la presencia de su "pa-pá", y claro, tampoco es plan de decepcionarla con tan tierna edad, ¡ya tendrá tiempo de darse cuenta de que su padre es un chicha floja al que le tiemblan las piernas tan solo de pensar que para hacer una triste maratón hay que hincharse a entrenar!).

Otros (bueno, en realidad sólo un "otro" que yo conozco), está en capilla de su viaje a Hawaii -¡enhorabuena Ramón!-), y los más han levantado ya la persiana del entrenamiento, como si de una droga o religión se tratase.

Mi chicha y yo, de momento, según lo comentado, y a pesar del esfuerzo que he realizado algún que otro día de madrugar para salir a trotar un poco (no hacía yo esto desde hace una "porrá" de años), con el cambio de estación y un resfriado que ha venido de regalo, nos encontramos un poco a la espera de acontecimientos, para ver cuando florecerán mis ganas y si le puede el sueño metafórico al cansino sueño de todas las mañanas, y termino fijándome un día de febrero para ir a Sevilla y olé, ¡Torre del Oro!