lunes, 29 de noviembre de 2010

¡CÁGATE LORITO! El día que la cagué en Lorca .

¡La he cagado!

Acabo de leer en uno de esos blogs imprescindibles si quieres llegar a ser algo en el mundo del triatlón que en próximas entradas tratarán sobre las variadas excusas con que suelen adornarse desde los pros hasta los más globeros para justificar sus malos resultados.

Aunque yo prefiero buscar explicaciones en lugar de excusas, tengo una duda razonable que puede parecer un galimatías ¿queda excusado el que en lugar de buscar excusa busca un excusado? ... ¿apasionante pregunta, verdad? Casi me siento tan orgulloso de haber desentrañado ese misterio como de haber mantenido en vilo a mis amigos aironmanes, a los que, por haberme pillado in fraganti un par de veces de buena mañana echando unas carreritas por los alrededores, hice creer que podía estar entrenándome en secreto.

Servidor, que tiene más dedos que sesiones de entrenamiento, había decidido ir a la media de Lorca a dar la cara, dado que mi estreno en la media de San Javier, unas semanas antes, había sido con cierta ilegalidad (amén de con una baja forma alarmante), suplantando la identidad de otro triatleta, cuyo curriculo he mancillado para los restos (confío en que el retoño de Eolo me perdone algún día por esos casi ciento diez minutos de trote continuo).

Tras un sábado feo y mojado, se abrieron los cielos ayer domingo, como si alguien hubiera reservado con antelación unas horas de buen tiempo. Hablando de excusas y visto lo visto, tampoco habría pasado nada si el señor de las tempestades hubiera decidido no tomarse el día libre, y soltar toda su ira líquida a la hora de la carrera, pero salió el sol, y aunque no me atacaron los caracoles gracias a que el circuito de la media era totalmente urbano (no como aquella primera vez en que el trazado discurría por los alrededores de la huerta de Lorca y hubiera sido arriesgado enfrentarse a hordas de seres babosos subiéndose por mis piernas dada mi reducida velocidad de crucero).

Pero la tormenta perfecta se estaba gestando. Ningún meteorólogo se lo hubiera olido, pero allí estuvo casi desde el principio. Hasta el kilómetro cinco ni el cronómetro ni el ritmo cardíaco parecíeron darse cuenta. Aquello era raro. De puro raro llego incluso a parecerme el mundo al revés: ¡el mejor IM murciano de todos los tiempos, Ramón García, animando como público, a uno de los más aventajados globeros del panorama triatlético murciano cuando lo normal hubiera sido al revés!...¡muchas gracias, Ramón!

Pero la extrañeza se tornó en molestia, y la molestia en apretura, y la apretura, ¡en fin!: en cagada; pero no en la que resulta sinónimo de torpeza (aunque también resultó torpe no haber pasado antes por el "control de firmas"). Allá por el quince no tuve más remedio que deponer. Sí, depuse las armas un par de minutos, abandoné el trazado oficial establecido, con el consiguiente riesgo de descalificación que ello implicaba, en busca de un paraje o rincón en el que poder deshacerme de parte del exceso de equipaje del que no había conseguido desprenderme de forma reglamentaria.

No sé si os habrá parecido demasiado escatológico, pero a mí me resultó liberador. En cuanto conseguí recuperar un poco el ritmo disfruté de un par de kilómetros gloriosos rebasando a buena parte de los corredores que me habían adelantado en ese par de minutos de desalojo intestinal. Pero la gasolina se me acabó antes de tiempo. Se vé que pisé más de la cuenta el acelerador. Y entre eso y que los puestos de avituallamiento líquidos los habían recogido con premura (digo yo si no sería para evitar que ese poco más de un centenar de sufridos corredores que luchábamos para llegar a meta sin tener que tirar de camilla pudiéramos causar una agudización de la sequía), llegué a la meta más tieso que la mojama.

Eso sí, en la postmeta cumplí como un campeón, no como algunos aironmanes que mucho hablar de cervezas y demás, pero que luego, en un ejercicio de profesionalidad desmedido, se excusan en no sé que estechamientos esofágicos para evitar la ingesta de alcohol o productos cárnicos de chato murciano embuchados y con un toque impecable de plancha, ¡hmmmm que buena estaba la salchicha, por favor! ¿por qué no pondrán de esto en los avituallamientos?

Pues eso, que aquí sigo. A Torre Pachecho, dentro de dos semanas, como no sea a recoger melones, no sé a qué voy a ir. Y como para melones ya tengo bastante conmigo mismo, va a ser que paso palabra, y ya veremos cuando reaparezco. A ver si por fin consigo que quien corra sea yo, y no un holograma que se diluye a partir del quinto kilómetro. ¡Va a resultar que voy a tener que entrenar un poco y todo!