jueves, 19 de mayo de 2011

¡Qué a gusto se queda uno TRAS TRES TRIS!

¡Soy un monstruo buscando títulos a mis entradas!... ¡en mantillas dejo al que inventó la cantinela de la picadora mulinéx! Porque lo que yo quería decir es lo a gusto que se queda uno después de tres triatlones: TRAS TRES TRIS (trás -preposición que significa "después de"-, tres -número que sigue al 2 y antecede al 4- y tris -diminutivo cariñoso de triatlón-)... ¡y si buscando títulos soy un crack, ya no te digo explicandolos! jaja

En fin, que después de Elche y Fuente Alamo, el tercer hito de mi temporada triatlética de este año era el Olímpico de los Alcazares. Y el reto, como no podía ser de otro modo, era presentarse en la línea de salida con el mínimo entrenamiento, y terminar de una manera digna, tratándose de un Olímpico nada menos: 1'5 km a nado, 40 en bici y 10 a pie. ¡Y oye!, que he sido capaz de rizar el rizo y he llegado y todo, con un entrenamiento practicamente inexistente después de Fuente Alamo: ¡sólo 1 salida de 45 minutos a pie en las últimas 2 semanas!

Mi método debe ser algo así como el método de aprender inglés ese que proponen en CCC: el inglés en mil palabras, ¡y sin esfuerzo, claro está! La única diferencia es que, aunque entrenando no gasto fuerzas, en las pruebas a las que me apunto debo ser de los más generosos, porque lo doy todo, y además con más merito, porque lo doy durante más tiempo.

Pero como ya había dicho, además de terminarlo, este año tenía una espinita clavada que sacarme en Los Alcázares, porque en la edición del año pasado (con éste ya lo he hecho 3 años) terminé con muy mal sabor de boca. De todos los triatlones que he hecho (incluyendo los 4 medios IM) con diferencia el que peor me ha salido: un desastre absoluto en las 3 pruebas y en las 2 transiciones. ¿Qué ha cambiado del año pasado a éste? Seguramente la clave fue que el año pasado se disputó más tarde, y a mí me pilló huérfano del más mínimo atisbo de forma triatlética (vamos, que llegué hecho una cochambre y un perro, harto de tomarse cervezas preveraniegas y con menos VO2 máximo y menos reprís que un caracol con muletas). Pero este año, aunque lógicamente el poco nivel que había conseguido coger lo he ido perdiendo desde Elche, en que abandoné por completo mis "míticos" entrenamientos matutino-secretos, debe ser que caía desde un poco más elevado en lo muscular, y todavía no he conseguido reemplazar la masa muscular por masa sin más, jaja... pero todo se andará, ¡anda que no hay verano!

Mas dejémonos de circunloquios y vayamos con la crónica de Los Alcázares. Empezaré con un dato: ¡veintitantos minutos menos me salieron que el año pasado! ¡a ver si conocéis a alguien que haya rebajado su tiempo del año anterior en esa minutada! En el mismo tiempo que hice en la primera edición, hace ya 3 años.

Pensando, que yo soy más de pensar que de entrenar, tengo una lista de cosas que me resultaron favorables, a saber:

1) la prueba fue el domingo por la mañana (a mí lo de correr por la tarde se me da peor que por la mañana), no hizo ni pizca de calor y me presenté en boxes con tiempo de sobra (por primera vez, que yo recuerde, estaba allí antes que mis queridos compis -los que siempre me esperan-)
2) el circuito de natación incluía una salida a tierra (lo cual me gusta sobremanera porque así se camufla un tanto mi bajo nivel natatorio),
3) en la bici me porté como un campeón, tirando junto a Roque de Santa Pola en la primera de las 3 vueltas, pillando gente y pequeños grupos que llevábamos delante, hasta que conseguimos "mano de obra". En la 2ª y 3ª vuelta me tome vacaciones de pasar por cabeza (bastante tuve con no quedarme en los dichosos giros de 180 grados y en las puñeteras subidas
4) a la carrera a pie llegué bastante exprimidio, pero con margen de maniobra para tomármelo con filosofía a pie, porque corriendo es donde noto más la falta de "toque"

Con todo ello, llegué a meta en un tiempo que ni en mis mejores sueños aspiraba a conseguir: 2h40, cuando el año pasado hice más de 3 horas.

Por aquello de que, además de romantico soy un detallista, aclararé que el agua, aún con lo de la incursión en la arena para empezar la segunda vuelta, no resultó demasiado cómoda para tratarse del Mar Menor. El viento, que estuvo presente todo el día, se iba haciendo más intenso, y eso molesta, sea en el Mar Menor, en el Oceano Atlántico o en la Lagua Estigia (ni que decir tiene que en la bici fue un coñazo importante), pero entre el neopreno, que no era obligatorio pero si recomendable por la distancia -y que a mí me produjo la sensación de calor en la 2ª vuelta-, que conseguí no ir haciendo demasiadas eses como en los triatlones anteriores y que salí del agua recuperando distancia con los que me precedían gracias al estupendo estilo de delfín, me sorprendió mucho al pisar la arena comprobar el tiempo en mi crono y mucho más al llegar a boxes y ver que quedaban todavía bastantes bicicletas. Se me había olvidado el mamporrazo que, a modo de aperitivo, me había llevado de otro de los combatientes en los primeros metros de la natación,
-¡acho! que hemos salido de los últimos, ¿donde vas con esas prisas de Tarzán?

La transición, por aquello de que me estaba supervisando mi progenitor con ojos escrutadores, o porque resulta que tenía el día bueno y estaba acumulando buenas sensaciones, puedo decir que fue hasta buena. Salí por piernas y me monté en la bici con mi particular "salto de la rana". Me sentía con ganas de lanzarme a pedalear, dispuesto a ir darlo todo y a demostrar mis dotes de rodador (por algo era de los pocos que montaban acoples en la bici, ¡como si fuera uno de los buenos, jaja!). Me sorprendió mucho alcanzar en los primeros cien metros a Roque, de Santa Pola, que en Elche me sacó una minutada considerable y tras un breve y cordial saludo nos pusimos piernas a la obra, ¡y a cazar gente!

La primera vuelta, incluyendo la lucha contra el aire saliendo dirección Balsicas y contra las primeras y finas gotas que amenazaban con convertir el triatlón en un cuadriatlón, fue un mano a mano de fuertes y convencidos relevos. Incluso la primera subida a la dichosa cuesta de la autovía la hice con porte de escalador (aunque me imaginaba que los restantes pasos se me atragantarían, en cuanto tirase del zurrón de las fuerzas -televisiva expresión ésta, ¿eh?, jaja-, como así fue). Veíamos grupos bastante numerosos que no nos llevaban mucha distancia, pero nos fijábamos en los más pequeños que iban menos organizados. El último que alcanzamos, ya enfilando el final de la primera vuelta fue el definitivo, el que se organizaría durante las últimas 2 vueltas, y el que me permitió ir chupando rueda, ante el convencimiento de que aquella gente tenía mejor pinta que un servidor.

No quería quedarme en los giros de 180, así que cuando se acercaban metía el hocico por los puestos de cabeza y giraba de los primeros. La táctica funcionó a la perfección y no pasé especiales apuros para no quedarme de rueda, aunque durante la segunda vuelta hubo un par de momentos en que creí que me quedaba. En la última vuelta alcanzamos a Mabel, que lideraba con soltura la prueba femenina (y que me había adelantado en la natación aún a pesar de que las chicas salieron detrás) lo cual venía a demostrar que nuestro ritmo era bueno. Por suerte aguanté y llegué a la última transición en el grupo (que por entonces ya era de una docena).

Sorprendentemente a correr no salí el último de los del grupo, aunque no tuve más remedio que ver como me adelantaron todos en la carrera a pie. Bastante tenía con mantener un ritmo que en los primeros 5 kilómetros cifré algo por encima de los cinco minutos, pero que luego se me fue yendo, conforme arreciaban lluvia y viento. Cuando me crucé en la primera vuelta con Stani y con Juan calculé que me llevaban un par de kilómetros a pie, lo que se traducía en unos 10 minutos. ¡Eso era fantástico! Yo sabía que la cifra aumentaría en la segunda vuelta hasta los 15-20 minutos, pero eso para mí era estupendo.

Y supongo que gracias a eso, y gracias a la lluvia (después de todo llegar a meta calaíco como un pollo había sido bueno), no terminé hundiéndome, aunque los últimos 2 kilómetros, con el paseo marítimo más desierto que un puesto de churros en el Sáhara porque la lluvia ya mojaba de verdad, se me hicieron un poco más largos de lo habitual (siempre anima ver a gente animándote).

Pero eso no fue todo, porque una vez repuesto mínimamente, y dado que la lluvia hacía imposible que mis 2 nenicas se volvieran para el pueblo sin mojarse, aún tuve que hacer un cuarto segmento, consistente en recorrer, cargando todo el material triatlético como si fuera el petate de un marinero, el par de kilómetros hasta la casa de los abuelos para ir a por el coche y regresar a por mis niñas. Llevé toda la precaución del mundo para no caerme, porque el suelo deslizaba bastante, así que decidí terminar dándome el castañazo justo a falta de 10 metros para llegar, cuando tuve la feliz ocurrencia de subirme por la acera, con sus baldosas de estas de chocolatinas, que si no lo habéis probado nunca, os invito a que intentéis mantener la vertical en una bici de ruedas listas mojándolas previamente, ¡¡¡imposible!!! ¡ni 2 metros aguanté!... menos mal que la castaña fue controlada, y ya solo guardo como recuerdo un cardenal en el hombro izquierdo, pero nada de consideración después de todo.

El siguiente evento al que me apuntaré ya no sé cuando será, como tampoco sé cuando será mi próximo entrenamiento (jaja). Lo mismo a partir de ahora en lugar de narrar mis carreras basta con que cante a los cuatro vientos que he salido a estirar las piernas un poco.

viernes, 6 de mayo de 2011

Fuente Alamo: el tri de los tris

Tres tristes tigres comían trigo en un trigal... ¡menuda gilipollez! No creo que los tigres, tristes o no, coman trigo. Y tampoco harán tri. Será por eso por lo que no los había en Fuente Alamo el pasado sábado, día en que dábamos sepultura al moribundo abril.

Hay formas de acabar un mes. Estadísticamente la mayor parte de ellas es sin dinero. Otras es con el aliento desgastado después de pegarse una buena trisca esprintando por los andurriales de la Murcia profunda. Y aquí el menda, que en lo deportivo había estado rascándose la barriga desde Elche, última entrada y salida a un mismo tiempo (última entrada en el blog, y última salida atlética y triatlética), va y se presenta todo feliz en la línea de salida, inconsciente y consciente a partes iguales, y es que sin entrenar poco se puede esperar.

Pero empecemos por el principio. Sábado 30 de abril. Once de la mañana. He metido todos los bártulos triatléticos en el coche (¡mira que hay que llevar chismes y siempre se termina olvidando alguno!) y pongo rumbo a Fuente Alamo. Allí aguardan unas cuantas colas: primero las de recoger el dorsal y el chip (que son 2 distintas en el mismo local por algún desarraigo organizativo), luego la de montar la bici en el camión que las trasladará todas juntas, en plan comuna de carbono, a la playa de Rihuete, en el Puerto de Mazarrón, tradicional punto de partida de este conocidísimo y concurridísimo triatlón sprint con el que se suele dar el pistoletazo de salida a la temporada triatlética...

No sé para qué cuento estos detalles si los que me leéis lo conocéis de sobra, pero bueno, siempre hay por ahí algún lector que sufre en el anonimato los rigores de mi barroquismo desmedido.

Yo ya había hecho este triatlón hace un par de años. Y me gustó como para repetir, así que allí estaba. Esta vez iba dispuesto a disfrutar no sólo de la hora y media de prueba (en mi caso siempre un poco más porque me gusta "disfrutar" más tiempo), sino a tomarme el día un poco "libre", y convertirlo en una jornada de gozo triatlético, en compañía de más tris. Stani y un servidor -Stani en mucho mayor grado dada su mayor experiencia-, hicimos de Cicerones de Alejandro, la perla de Santomera, también conocido como el zagal de los manguitos (hubiera estado bien que en lugar de neopreno hubierfa nadado sólo con los manguitos, porque así hubiera tenido más sobre lo que escribir, pero parece que se está haciendo mayor, jaja). Luego, el criaturo, como ese cuervo al que después de criar te saca los ojos, no tendría piedad alguna de este veterano, pasándome por encima al comienzo del tercer sector. Pero no adelantemos acontecimientos y sigamos saboreando los pormenores de este triatlón, conocido, con razón, como el triatlón de los triatletas, por el fabuloso trato que se dispensa a los participantes, algo de lo que puedo dar fe, porque hasta que empiezas a nadar te sientes todo el día como si fueras un namberguán, compartiendo colas con los/as grandes, como la mismísima Radka Vodizkova, con la que coincidí al dejar la bici en el camión. Por cierto, parece mentira que la zagala pueda correr de esa manera... seguramente el secreto es que entrena en secreto la condenada... ¡ay, yayai! ¡esta juventud!

Yo que imaginaba que se me haría el día pesado, y resulta que con tanta tarea, y charlando con unos y otros, allí estaba, haciendo la pertinente cola para comer, después de haber sido marcado a rotu con el 130, número redondo para una jornada que estaba siendo redonda hasta en lo meteorológico: nublado, con alguna nube intimindando, pero sin la preocupante agua.

La comida bastante bien teniendo en cuenta el gran número de comensales. Pasta como es natural. Si acaso, y dada mi condición de no profesional, eché de menos una cervecita (jaja). Seguro que mi rendimiento posterior no se hubiera resentido en mucho... Y al menos mi doble viaje del coche hasta la última zona de transición para llevar las zapatillas de correr, la hubiera hecho más contento, que tuve que hacerla a trote cochinero con esa especie de chanclas de baño que me había llevado para ir hasta la salida.

Al ir a coger el autobus que nos ha de llevar a la playa, le pierdo la pista a Stani. Es casi una premonición de lo que ocurrirá en la salida, porque aunque nos toca salir en la misma tanda apenas le veré el pelo una vez que nos lancemos al agua (¡y no va con coña por lo del pelo!). Decido montarme en el primero de los buses, por aquello de ver lo que se siente yendo en cabeza (jaja), pero lo cierto es que llevamos unas pintas de globeros con todos los bártulos encima: que si neopreno, que si el casco, que si las zapatillas de la bici, que si los bidones... ¡sólo nos falta la sombrilla y la esterilla! A estas alturas de la carrera (aún sin empezar), somos todos como los bebés al nacer, que salen todos en bolas, recubiertos de una sustancia pegajosa y colgados de un cable al que llaman cordón umbilical, y que es como la pajilla por la que chupan del frasco durante el embarazo... Y eso me tranquiliza. Me siento miembro del clan, aunque mirándole las rodillas al zagal que se ha sentado a mi lado en el asiento, empiezo a pensar que aquí hay gente de otros planetas, porque por más que miro, yo esos músculos que el tiene no me los he visto nunca, así que lo mismo es de otra especie: del triatletum entrenantum lo menos, jaja.

¡Vaya tela! Hay que ver lo que he escrito y todavía no hemos llegado a la línea de salida... Todavía falta, como si fuera la F1, una especie de vuelta de reconocimiento del trazado ciclista, pero al revés y en autobús. Impresiona subir esas curvas sentado plácidamente (no es que sea un puerto de categoría especial, pero para ser un triatlón sprint va bien servido), así que imaginarse tener que hacerlo después dando pedales da una pereza que ni te cuento.

Total, que llegamos a la línea de salida una hora y media antes. ¿Y a qué no os imagináis lo que toca? ¡¡bingo!! otra cola para entrar en boxes a supervisar que la bici ha llegado en perfecto estado. Y sí, allí está, tal cual la dejé en el camión, pero con una notita de los jueces indicándome que el acople no lo autorizan, porque sobrepasa en un par de centímetros la línea de las manetas de los frenos... Sé que hay una norma que lo prohíbe cuando en el tri se permite el drafting, y creo que es por razones de seguridad, por si hubiera alguna caída, pero en tal caso también deberían revisar que el tamaño de las uñas de los participantes no superan ese par de centímetros, por razones de seguridad en el nado, ¡no te jode!... Pero como no es plan de ponerse reivindicativo y cafre, opto por ponerle a la jueza mayor carita como de rumana pidiendo con pena, "¡ay, señora árbitro, que no tengo llave Allen para echar para atrás el acople!", y la cosa termina bien y se queda el acople con su par de centímetros de más. Pensándolo bien, también le podría haber dicho que caerme no sé si me caeré, pero que seguro que no afectaría a muchos participantes en caso de hacerlo teniendo en cuenta que me estaré partiendo el pecho para no llegar esprintándole al coche escoba.

Ahora toca ponerse el neopreno, untarse bien de vaselina y abrir la vía urinaria para desaguar a gusto en el agua... Oye, que es mano de santo eso de meterse en agua fría porque se encoge de una manera la vejiga que empieza a salir calentito y no acaba... ¡yo no sé el rato que me pasé miccionando en el agua y en la arena mientras esperábamos entrar a cámara de llamadas! Creo que iba dejando rastro como los caracoles y todo. Pero, ¿y lo a gusto que me quedé? ¡Hasta pensé que gracias al lastre del que me había deshecho nadaría más rápido y todo, sin considerar que no es más rápido en el agua quien más mea sino quien más técnica entrena!

Salen las chicas. Sólo nos faltan quince minutos. Salgo con la élite... ¡por fin alguien se ha dado cuenta de mi valía! ¿o será porque soy de los veteranos? En cualquier caso voy a disfrutar estando tan cerca de la crem de la crem, viéndolos como son capaces de estar con las lumbares tensas y dobladas en esos momentos previos a oir la señal de salida, en un silencio casi de velatorio.

- ¡Acho! ¡que se váis a quedar encogíos! ¡si hay mar para todos!

Pero la gente de la primera fila, los del culo apretado no están para bromas. Yo creo que no oyen, ni sienten ni padecen. Yo he decidido no padecer tampoco. Ya me vendrán las cuitas en el agua cuando empiecen a darme palos, porque con doscientos en la tanda, ¡me van a dar una tanda!... Lo malo es que saliendo de los últimos y nadando poco soy consciente de que las hostias no me las van a dar precisamente los élite, ¡que le vamos a hacer! Esto es como al que atropellan por la calle y se consuela pensando que lo ha atropellado un Mercedes en lugar de un Dacia.

Dan la salida. La gente sale como si fueran a pescar gamba roja para venderla al peso... ¡que manera de caminar sobre el agua!¡aquello tiene tintes bíblicos! Los de delante por esa capacidad casi más de ánade que de humano, y los de atrás entre los que rápidamente me situo por la penitencia de tener que doblar la primera boya pegándote por no ser el último.

La sensación agradable de estar nadando bien que había tenido en los primeros doscientos metros se esfuma en cuanto recibo la primera andanada por estribor, y en cuanto giro la primera boya y enfilo la segunda asumo que debo ir peor de lo que pensaba porque a mi lado va ¿nadando? entre grandes aspavientos y palmetadas al agua otro triste participante de esos huérfanos de técnica acuática. Me pregunto si mi estilo será tan tosco como el suyo, o si yo soy un galán marino aunque exento de punta de velocidad (o de velocidad sin más)...

Por fí salgo del agua. Gracias a que quedan otro par de tandas por detrás hay todavía gente allí animando y quedan bicicletas en boxes. Confirmo que he hecho una natación de auténtico tri (de tristezón, vamos), en cuanto veo yerma de bicis la barra donde se arremolinaban todos los dorsales de mi tanda. Incluso falta la del dorsal 127, la del amigo Andrés de Fuente Alamo, con el que había quedado en hacer la bici, pero ya si eso quedaremos para una marcha cicloturista, porque luego viendo la clasificación pude comprobar que además de una buena natación hizo una bici de lujo.... Vuelvo a confirmar otro hecho, y es que en los 3 últimos años no he progresado absolutamente nada. Cero total. Lo cual sólo es positivo pensando que en los últimos 3 años no he dejado de cumplir años, y estando como estoy metido ya en harina de los 40, tampoco es malo del todo estar no perder en 3 años. Siguiendo esta "progresión", calculo que en unos veintipocos años podría ganar alguna chapa en categoría de más de 60 años, eso sí, siempre que el amigo Lukas Gubler se haya retirado para entonces, cosa que dudo mucho, jaja.

LO DEJO AQUÍ, CON LA EMOCIÓN DE SI SERÍA CAPAZ DE SUBIR LA "CUESTA" (que así llaman al puerto que hay caminito de Fuente Alamo), QUE SE ME HA HECHO DE NOCHE ESCRIBIENDO (ADELANTO, ESO SI, QUE NO SE ME HIZO DE NOCHE PARA LLEGAR A FUENTE ALAMO).