lunes, 28 de noviembre de 2011

ENTRENAMIENTO A LA AUSTRALIANA

En la consustancialidad de mi espíritu aventurero -a la par que optimista y aguerrido como ya sabréis los que seguís mis peripecias triatlónica-, suelo buscar sensaciones nuevas que contar aquí, por aquello de no aburrir al personal con mis ralos entrenamientos, los cuales darían para un par de líneas todo lo más. ¿Cómo? ¿qué no os lo creéis?... Pues ahí va un simulacro de lo que sería esta entrada si tuviera que resumir el entrenamiento semanal:
- he vuelto a salir en bici
Ya está. Entrenamiento telegráfico que se dice.

Pero hoy, más que hacer un homenaje al señor Morse, quiero hablar de una nueva técnica de "entrenamiento" que inventamos el pasado sábado, casi sin quererlo. Adelanto que no es como hacer un bocadillo de mortadela, y que requiere de unos ingredientes más sofisticados, cuales son: bicicleta de carretera, acoples de triatleta para parecer bueno -porque para usarlos los riñones no los tengo aún en condiciones, dada su habitual ocupación de filtrar fluidos etílicos varios-, equipación contra el frío mañanero de la huerta murciana y unas viandas energéticas que te ayuden a regresar a casa después de ochenta kilómetros. También sería recomendable unas buenas coderas, para reforar la zona por donde los brazos acostumbran a doblarse y que, del esfuerzo, pueden quedarse tiesos como la mojama, y para pensarse lo de incorporar una mampara contra el viento, como de esas que se ponían en las vespas de antes.

Pero ante todo, para hacer un buen entrenamiento a la australiana, lo imprescindible es hacerse acompañar de un canguro, si es campeón de España de orientación en BTT y capaz de pedalear con una pierna en esas rampicas donde uno lo mete toiquio y tira de casta, de orgullo y de sus músculos "blandiblú", mejor que mejor, pues más australiano será el entreno.

Si, amigos y amigas, globeros y gentes de músculo instruido: este pasado sábado lo inventamos. Fue casi sin querer, pero fue. Casi sin querer terminé dándole la vuelta al Pantano de la Pedrera -en los confines de las tierras alicantinas-. De haber sabido la que me esperaba, y sobretodo de haberlo valorado con objetividad y lucidez, sin ganas de buscar glorias efímeras y agujetas duraderas, seguramente hubiera optado por un entrenamiento sabatino menos intenso y me hubiera quedado al amor de las sábanas. Pero la gloria, como los caracoles, hay que salir a buscarla. Así que me disfracé de ciclista (porque con un maillot y un culotte a juego y toda la indumentaria adicional, hasta que empieza la primera rampa, casi podría pasar por un ciclista de los güenos y todo) y me apunté a la "expedición".

Como Campilloman andaba por las Germanías (venga, tonto, que seguro que no es para tanto y aunque os compre el Santander no tendrás que ir a buscarte a Alemania las habichuelas), y su hermano, no sé si por las mariconadas del pádel tampoco apareció, el grupo quedó reducido a un póker de pedalistas de primera línea (Stani, Juan, Alejandro e Ignacio) y este humilde servidor, globero de fuerza mayor.

Erróneamente creí que iba a ser una mañana tranquila, pues nos evitaríamos las ganas de siempre de don Campilloman por tirar como podenco desbocado, pues resulta que tocaba mañana de seies en bici, ¡y no os creáis que eso de las series en bici es ponerse a hablar de Verano Azul!... ¡qué va! Allí el único que parecía ir de verano azul era este menda, sintiendo en las piernas lo mismo que hubiera sentido el piraña si le hubieran exigido subirse a la Dorada (a la sazón el popular barco que capitaneaba el difunto Chanquete) a pulso para ganarse un bocadillo de chorizo.

Si alguien sabe lo que es hacer la goma, que sepa que ni siquiera para eso tuve piernas. En cuanto enfilamos las de Torremendo y se pusieron a la faena por delante, hube de desistir del propósito de mantenerme a rueda, porque me era imposible. Demasiado pronto estaba haciendo uso de la reserva (antes del kilómetro treinta de una jornada que se presumía por encima de los ochenta como poco)... aquello sólo podía terminar de una forma lógica y era dándome la vuelta, con el rabico entre las piernas, pero aquí es cuando vino la casualidad, mezclada con la camaradería, que nos permitió descubrir el entrenamiento ya comentado.

Porque el entrenamiento a la australiana no implica ponerse boca abajo, sino hacerse acompañar de un canguro. Y ese canguro para mi fue el bueno de Ignacio, ¡santo y demoníaco zagal al mismo tiempo!... porque de no haber sido por él me hubiera dado la vuelta (tentaciones no me faltaron, las fuerzas como he dicho si), pero por no hacerle un feo, ya que se quedó conmigo con toda la buena fé del buen ciclista samaritano, intenté seguir su rueda (algo que sólo conseguía a duras penas, y en las cuestas abajo). Me animaba diciéndome que sólo quedaba una cuesta antes de Torremendo, que lo demás eran pequeños sube-baja, pero yo me harté de apretar los dientes en los "sube" y evitar rompérmelos en los "baja", mientras temía, más que por mi salud, por la del generoso Ignacio, pues con lo lento que lo hacía ir en las subidas creí que terminaría cayéndose de la bici. Pero aguantó sin caerse, y me aguantó a mí, lo cual es mucho más sorprendente.

El caso es que por delante debían ir haciendo las series a "pijo sacao", porque ya ni los veíamos. Creo que Stani se paró a limarse las uñas para esperarnos, y darle un relevo a Ignacio para que la criatura pudiera estirar un poco las piernas. Madre mía, qué alegría verlo salir hacia adelante, como el que le da al botón "nitro" en un juego de la PSP... Y yo preguntándome la mitad de lo del filósofo: "¿a dónde vamos? ¡yo me quiero dar la vuelta"...

Erróneamente pensé que ahora vendría lo bueno: la cuesta abajo prometida... ¡JA! ¿No habéis oído nunca que en la bici todo dar por el culo menos el viento?... Pues hete ahí lo que sucedió, y yo ni a rueda era capaz de zafarme del viento de cara (esta gente está tan escuchimizada que no corta un pijo el viento). Primero Stani, y luego nuevamente Ignacio, que volvió a esperarnos para que el hijo del viento pudiera enfrentarse a su progenitor en su última serie, intentaron hacerme más fácil el regreso a casa. Y a fé que consiguieron devolverme al punto de partida, porque de no haber sido por ellos, con el viento que empezó a curtirnos el morro, no sé yo si habría llegado antes de la hora de cenar...

Ya no me acuerdo de casi nada de lo que sentí en el duro y sobre todo lento retorno. Bueno sí, que Ignacio, todo un campeón de España de orientación estuvo a punto de desorientarse (jeje). Yo de poca ayuda podía ser en ese estado.

Como véis ahora he recuperado las fuerzas y las ganas de vivir (jeje), y también las de escribir, así que si has sufrido para llegar hasta el final de esta entrada, entenderás querido y aguerrido lector, como se sintió este pobre "gomero" el pasado sábado, de gloria y desdicha.

Supongo que en lo sucesivo tendré que abstenerme de salir a molestar a mis queridos compis, porque que me ayuden un día está muy bien como obra de beneficiencia, pero más ya debe aburrir.

PD: No tengo fotos que aportar, pero serviría la foto de una calavera, que así es como fui durante casi 50 kilómetros en este mi particular entrenamiento a la australiana.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

A TOPE...

A tope, sí, voy a tope. Todos los días, uno detrás de otro, ¡y eso que no entreno! Porque si tuviera además que seguir a rajatabla un plan de entrenamiento -como toda esa caterva de monstruos del pedal y de zapatilla fácil con los que salgo en bici de uvas a peras y que suman a sus encomiables virtudes atléticas y de obediencia ciega al mister la de aceptar en la cuadrilla a este desentrenado y osado aspirante-, creo que no habría remedio natural ni artificial, legal ni ilegal, para permitir siquiera que subsistiera arrastrando los pies...

El caso es que, como véis, aquí sigo. Y si he buscado un hueco, como el que lanza un libre directo y espera a que un defensa de la barrera se mueva para colar el balón por esa mínima rendija, ha sido por atender las numerosas peticiones de mis no tan muerosos lectores... bueno, en realidad han sido tres peticiones no sé si de los únicos 3 lectores asiduos que pasaban por este blog, oda a la literatura deportiva dictada desde el plácido sillón de casa.

Al hijo del viento, al señor de los manguitos (que está muy cambiado desde que es universitario -enhorabuena- por lo que pude ver el pasado sábado, tirando de perneras como el más friolero de los mortales) y a mi amigo Quián y sus afecciones tendinosas les debo, por tanto, haber retomado esto de pasar a letras mis paranoias.

He de reconocer que si me he animado más, además del empuje de los 3 susodichos, es porque quiero volver a la senda de la actividad triatlética que me ponga, ¡por cuarto año seguido!... a las puertas de los Arenales de Elche. ¿Con dos cojones!... Y ¡¡¡a tope!!!... que ese creo que va a ser mi nuevo grito de guerra.

Ya que hablo de guerra, prometo y mucha. Y a los de la grupeta de mi sábado de entreno ciclista les advierto que la próxima vez que ataque (adelanto que será cuesta abajo, pues está claro que yo soy más de bajadas) será para irme, y no para llegar antes a la siguiente rampa de 200 metros para no quedarme descolgado deshonrosamente. Bueno, lo de entreno es por darle más importancia a haber desempolvado un par de sábados -no consecutivos, claro está-, el aparejo de pedales para darme sendos tutes por encima de la setentena de kilómetros cuando desde el tri de cehegín de mi penúltima entrada allá por junio, lo más que me había acercado a un pedal fue tomándome una buena mano de quintos,que se terminó quedando en "toma de puntillo", que esta para eso he perdido el toque.

Y otro aviso hago a los espías que me vigilan por saber de mis entenos matutinos: ¡dejad de perded el tiempo, que antes daba unas vueltas al trote por la zona, pero ahora las vueltas las doy únicamente debajo de las sábanas!... Y esto os prometo que es verdad (si no es verdad que no pueda bajar de las seis horas en Elche, jeje), porque la última vez que me calcé mis "brús" fue para correr la Legua Huertana de Puente Tocinos, y eso fue recién estrenado octubre, así que no digo más.

El resumen que hago desde el tri de Cehegín en junio:
- Cross Minero del Llano del Beal (sólo 5'5 kms. aunque sin un metro llano), a finales de agosto, bastante dignos para llevar más de 2 meses sin correr nada de nada.
- Dos o tres madrugás de pellejero para hacer, a poco más que trote de borrego, sendos R40'.
- Legua Huertana de Puente Tocinos (otros 5'5 kms. en que, para mi sorpresa, logré rodar a 4'30'' ¡¡¡ande s'a visto hazaña tal!!!
- ... y las 2 salidas mentadas, en que terminé como ya sabéis los que gozásteis de mi compañía, la primera de 70 y la del pasado sábado de casi 80, que yo suponía que sería "suave", pero que lo único que tuvo suave fue el que yo me quedara como un guante, con un cuerpo de siesta quepaqué...

Pues nada, está visto que yo soy más de letras de que sudores, porque sin proponérmelo ya he escrito más que he entrenado. No, si al final voy a tener que salir, aunque sea a hacer 10' de entrenamiento en una zona de estas de los jardines reservadas a la conservación de la fauna senil que puebla nuestras urbes, con sus bancos de abdominales y sus elípticas. Ya os contaré el entreno por el que me decanto.