domingo, 17 de junio de 2012

Triatlón de Cehegín o lo volátil que puede llegar a ser el recuerdo

El triatlón de Cehegín, a cuyo nacimiento asistí hace 4 ediciones (y mira que fue un parto doloroso y que se retraso hasta convertirse en triatlón cuasi nocturno), me recuerda que, paradójicamente, cada vez me funciona peor eso de los recuerdos. No sé si será cosa de la edad, del estrés, o sencillamente que soy un optimista empedernido y que me creo capaz de todo con el mínimo entrenamiento.

El caso es que me dio por apuntarme a la IV edición de este jóven y ya mítico triatlón, a pesar de los pesares, que son varios; a saber:
1) que esta temporada, si en mí ya es habitual el entrenar poco, he entrenado menos que nunca
2) que ya hace un calor afloja-meninges (tal vez precisamente por esto, por el ablandamiento de mis meninges, me dio por apuntarme)
3) que el año pasado sufrí lo que no está escrito para terminar

En resumen: que no escarmiento, y que ayer, dando pedales camino de Valentín me sentí como un susodicho (un valentín) contra el viento, el calor y la poca forma física que ostento (poca y oronda, por cierto), sufriendo en cada uno de los trescientos catorce repechos que me pareció contar, ¡que hice más cambios de plato y piñón que los del valor de la prima de riesgo, que está cambiando cada día siete veces!

Viendo mi tiempo y mi puesto final en meta cualquiera podría asegurar, sin equivocarse, que a donde voy yo con esos tiempos. Y yo respondería todo ufano: "a bañarme en el pantano de Alfonso XIII, ¿qué pasa?"... y como resulta que las chicas salieron un cuarto de hora antes que nosotros, podría apostillar que también me acerqué para ver salir del agua y aplaudir a la que, a la postre, resultaría brillante y ganadora de la prueba femenina: la sin par Mabel Gallardo, porque hasta a eso nos dio tiempo en la larga espera.

Pero yendo un poquito más allá, que es a lo que voy, he de concluir que a pesar de las 2h15 -Campilleitor me sacó 35 minutos-, y de lo poco que he entrenado (esta era la 3ª vez que nadaba desde el pasado verano -no es coña-, y a pie creo que habré salido un par de veces a lo sumo desde el tri de fuente alamo), resulta que estoy entusiasmado, y que estoy pensando seriamente escribir una tesis o algo así, que lo mismo ilustra al que quiera mejorar sus marcas con un método innovador, como lo de aprender inglés sin esfuerzo pero aplicado al triatlón. Veréis, la cosa es muy sencilla:

-Triatleta, ¿estás harto de pegarte unas hinchadas de series en la piscina, en la pista o subiendo cuestas para luego bajarlas y subirlas en bucles interminables?....
- Pues olvída esos puñeteros planes de entrenamiento que ponen en serio riesgo tu integridad física y familiar, y dedícate a la vida contemplativa. No nades en la piscina más, ¡nada en cerveza!... que las únicas cuestas que tengas que subir sean las que hagas subiendo las escaleras para ir a vaciar el depósito de la vejiga al urinario del bar que esta en la planta alta...

- Porque resulta que servidor, como un campeón, no sólo ha mejorado su tiempo global del año pasado en esta prueba, sino que la mejora ha sido en los 3 segmentos, siendo lo más misterioso lo de la natación, porque ha sido donde la mejora ha sido más importante.

No sé si alguien más estará sorprendido de la hazaña. No la busquéis en el marca porque no creo que salga,


¡aquí está el tío estrenando trimono! ¡menudas pintas de triatleta de los buenos!, con su apellido bien grande  -que según me ha dicho Campilleitor así cumplo con la normativa para ir a un campeonato de España, aunque no sé yo si mis piernas me darán algún día para tanto, jaja-, y un gozo que no cabría ni en el pozo en el que tenemos metida nuestra economía patria.

En fin, que si alguien tiene dudas (Stani, no digo nombres para que no se ofenda nadie), pues que me llame y le doy unas charlas sobre el "método Xarli", sobre cómo entrar sonriendo en meta, y con los brazos a lo campeón, que no creo que ni el Cid cuando venció su última batalla a los infieles, más muerto que vivo (que así iba yo cuando llegué) llevara mejor cara.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

PERO MIRA COMO BEBEN

Para que se note que estamos en Navidad os voy a resumir las últimas semanas en la vida de este triatleta de espíritu:

Pero como mira como beben,
los triat-letas globeros,
pero mira como beben,
hasta el agua de los floreros

Beben y beben,
y vuelven a beber,
y los entrenamientos
que siguen sin hacer

Pues eso, que llevo otras 2 semanitas lo mismito que los pescadores gaditanos por el cierre de los caladeros marroquís. Pero no penséis que no he sudado, ¿o es que no os habéis pegado nunca una sudada poniéndoos como cochinos con un pantagruélico festín alimenticio a base de gorduras animales y etanoles varios?

No obstante, como hecho más relevante, y que ha exigido poner toda la carne en el asador de mi osadía, me he vuelto a inscribir para Elche, a pesar de ser este el año en que menos palos le estoy dando al agua (que ya es decir).... y también ¡tachán-tachán!... ¡¡ME HE INSCRITO PARA LA SANSILVESTRE!! (y no es una inocentada, aunque hoy sea 28)

Una vez superada la prueba de la cena de Nochebuena y la comida de Navidad, con su sesión golfa de bombaises posterior, el último objetivo de este 2011 es correr la Sansil en menos de 1 hora... ¡y por las barbas de papá Pitufo que lo voy a conseguir!... bueno, por eso y porque sólo son 7 kilómetros, jaja.

FELIZ AÑO NUEVO. A ver si el próximo año recuperamos la prosperidad que nos hemos ido dejando por el sinuoso camino del 2011.

domingo, 11 de diciembre de 2011

De Australia a la Antártida güertana pasando por Abanilla

Pues si que estoy viajero -diréis leyendo estos títulos tan andarines-, pero os aseguro yo que no es para tanto.

Lo que sucede es que por continuar el relato de mi última entrada, habiéndonos quedado por tierras australianas, pues ahora con la llegada de los fríos, es como si estuviéramos en las Antártidas, y en lugar de salir con el gran Stani en la bici, hubiera quedado con el mismo Amudsen. Forrados para la ocasión si que íbamos, y es que el "spiuk" modelo Siberia que tenemos para los fríos, si se lo pone un pingüino yo creo que también pasaba calor...

No sé si seremos exagerados, que seguro que sí, porque no creo yo que un ciclista austríaco cuando salga a entrenarse en invierno se eche encima de todo el equipo la manta de cuadros, y aquí seguro que hace menos frío, pero no quiero convertirme en un comentarista de la meteorología, así que vamos al tema...

Había pensado inicialmente otro título para esta entrada: Stani, un servidor y sus agujetas, dado que la mañana del sábado, con los poco más de 5-6 grados que había a la sombra, fuimos los únicos que salimos. Al parecer al bueno de Juanico le daba miedo tener que ejercer de canguro en esta salida y no apareció, y Campillo-man (a la postre "pilla-tractores" -más adelante contaré por qué-) parece que había tenido que ir a cobrarles a los del Sabadell el euro por el que se han quedado la CAM, y también pasaba del rollo de tener que llevar a remolque a este valiente globero.

Ya sé que "amenacé" con no volver a salir con la cuadrilla, pero como Stani tenía al día siguiente su primera media de la temporada (Torre Pacheco), me prometió por los pelos de sus orejas que sólo serían sesenta kilómetros y además, suaves. Y a fé que lo cumplió: un ir Abanilla, vuelta y vuelta, y a poner las piernas en alto.

Total, que de por sí sesenta kilómetros ni siquiera tendrían que dar para tanta letra, pero sucede que con lo rara que había sido la semana anterior, con tanta fiesta y tanto puente, a mi se me fue la cabeza... ¡¡¡¡y hasta salir a correr un día casi una hora!!!... En concreto el jueves, día de la Inmaculada. Era casi una descripción de mi musculatura: inmaculada la tenía de no correr desde no sé cuánto tiempo atrás (creo que desde Puente Tocinos, allá por los comienzos de octubre -dos meses ha- no me calzaba yo las zapas), y se me ocurre tirarme 50 minutos a la chepa.

¿Consecuencias? Las previsibles: unas agujetas del siete y medio lo que es desde las orejas hacia abajo... Pero uno, como además de un inconsciente es un tío duro, dispuesto que estaba otra vez para la acción, así que ahí estaba el sábado, aprovechando que acción iba a haber poca, embutiéndose en esa piel de pingüino volador, para subirse a Abanilla y tirarse para abajo, detrás de los tractores.

Esto del tractor realmente fue lo más apasionante que sucedió... Bueno, eso y que Stani y yo tuvimos que esperar a Campilloman... ¡si, si! Literal y real como la vida misma: un globero como yo esperando a todo un super... Esto... si claro que tiene truco la cosa, pero ya sabéis que en política vale todo: sucedió que Campillo man se levantó con la tranquilidad y el sosiego que dan una noche de cena y copas (¡ay, los limonchelos que me lo traen loquito!) y haciendo uso de los medios de comunicación modernos nos llamó para ver por donde pedaleábamos. Apareció al cabo de diez minutos con su hermano, que venía como últimamente, pensando en sus bailes y en sus padeles (que ya no es el mismo con tanta mariconá, que ya ni ataca ni ná de ná), y con un montón de pegatinas que debió de quitarles a los otros transeúntes del pedal a los que fue superando despiadadamente.

Lo vimos como con otra cara. Últimamente estaba como el que no puede hacer de vientre pensando en los "Botines", pero desde que el botín (la CAM) se lo han llevado los del Sabadell -que aprovecho yo para decir que si nos llegan a decir que la iban a vender por 1 euro yo hubiera dado hasta dos, cachis tal!- como que ya hubiera podido desalojar a los incómodos rehenes intestinales... Y tal vez por eso, o porque le jode que le adelante un tractor, a la vuelta, cuando aquel Yondir nos rebasó justo antes de emprender la gustosa bajada que pasa por debajo de la autovía y te pone a las puertas de Santomera, decidió darle trabajo al doce y ponerse a mil para darle caza. Uno intentó seguirle inicialmente, pero hasta el prudente Jose, al que se le sale el merengue por la boca de tanto hablarme del bailecito de marras (que no es que se hubiera llevado una tarta en lugar de una barrita), me preguntó que a donde iba:
- a darle un recado al del tractor -le respondí yo, viendo que no podía seguir su rueda ni en la bajada-, lo mismo es para devolverle la gorra que se le ha caído al pasar tan a la carrera

Vamos, que no tiene más misterio... en mi pueblo es que somos así de simples poniendo motes: al que coge un botijo y lo rompe lo llamamos "rompebotijos", y al que fornica con él lo llamamos "fornicabotijos". Por eso Campilloman, de ídolo pasó en un tris-tras a ser un "pillatractores" cualquiera :-)

En fin, que la cosa no dio para más. Sesenta kilómetros son hasta un ratico para un globero como yo. A partir de ahí ya es entrar en zona pantanosa, pero el caso es que llegue a casa como con ganas de más. En cambio, Stani se quedó en su cueva como con ganas de poner las patas en alto, para preparar la media del día siguiente... ¡y hay que ver lo que sabe el payico! ¡Como se nota la veteranía!... pero esta vez para bueno, porque esperaba rondar la hora treinta, y miralo al final el tío qué fresoo entra en meta dentro de 1h27. Pongo una foto en homenaje y porque salvo que le dé al retoque fotosopiano no me veo yo entrando en meta en una media con ese peazo tiempo:




PD: eso si, Stan, una cosa te digo... y si no mira la cara que llevas al entrar, como que hubieras salido a por una barra de pan sin sal... ¡ay, ay, ay! Que se me está volviendo bueno del tó y ya no disfruta entrando en meta... jaja

lunes, 28 de noviembre de 2011

ENTRENAMIENTO A LA AUSTRALIANA

En la consustancialidad de mi espíritu aventurero -a la par que optimista y aguerrido como ya sabréis los que seguís mis peripecias triatlónica-, suelo buscar sensaciones nuevas que contar aquí, por aquello de no aburrir al personal con mis ralos entrenamientos, los cuales darían para un par de líneas todo lo más. ¿Cómo? ¿qué no os lo creéis?... Pues ahí va un simulacro de lo que sería esta entrada si tuviera que resumir el entrenamiento semanal:
- he vuelto a salir en bici
Ya está. Entrenamiento telegráfico que se dice.

Pero hoy, más que hacer un homenaje al señor Morse, quiero hablar de una nueva técnica de "entrenamiento" que inventamos el pasado sábado, casi sin quererlo. Adelanto que no es como hacer un bocadillo de mortadela, y que requiere de unos ingredientes más sofisticados, cuales son: bicicleta de carretera, acoples de triatleta para parecer bueno -porque para usarlos los riñones no los tengo aún en condiciones, dada su habitual ocupación de filtrar fluidos etílicos varios-, equipación contra el frío mañanero de la huerta murciana y unas viandas energéticas que te ayuden a regresar a casa después de ochenta kilómetros. También sería recomendable unas buenas coderas, para reforar la zona por donde los brazos acostumbran a doblarse y que, del esfuerzo, pueden quedarse tiesos como la mojama, y para pensarse lo de incorporar una mampara contra el viento, como de esas que se ponían en las vespas de antes.

Pero ante todo, para hacer un buen entrenamiento a la australiana, lo imprescindible es hacerse acompañar de un canguro, si es campeón de España de orientación en BTT y capaz de pedalear con una pierna en esas rampicas donde uno lo mete toiquio y tira de casta, de orgullo y de sus músculos "blandiblú", mejor que mejor, pues más australiano será el entreno.

Si, amigos y amigas, globeros y gentes de músculo instruido: este pasado sábado lo inventamos. Fue casi sin querer, pero fue. Casi sin querer terminé dándole la vuelta al Pantano de la Pedrera -en los confines de las tierras alicantinas-. De haber sabido la que me esperaba, y sobretodo de haberlo valorado con objetividad y lucidez, sin ganas de buscar glorias efímeras y agujetas duraderas, seguramente hubiera optado por un entrenamiento sabatino menos intenso y me hubiera quedado al amor de las sábanas. Pero la gloria, como los caracoles, hay que salir a buscarla. Así que me disfracé de ciclista (porque con un maillot y un culotte a juego y toda la indumentaria adicional, hasta que empieza la primera rampa, casi podría pasar por un ciclista de los güenos y todo) y me apunté a la "expedición".

Como Campilloman andaba por las Germanías (venga, tonto, que seguro que no es para tanto y aunque os compre el Santander no tendrás que ir a buscarte a Alemania las habichuelas), y su hermano, no sé si por las mariconadas del pádel tampoco apareció, el grupo quedó reducido a un póker de pedalistas de primera línea (Stani, Juan, Alejandro e Ignacio) y este humilde servidor, globero de fuerza mayor.

Erróneamente creí que iba a ser una mañana tranquila, pues nos evitaríamos las ganas de siempre de don Campilloman por tirar como podenco desbocado, pues resulta que tocaba mañana de seies en bici, ¡y no os creáis que eso de las series en bici es ponerse a hablar de Verano Azul!... ¡qué va! Allí el único que parecía ir de verano azul era este menda, sintiendo en las piernas lo mismo que hubiera sentido el piraña si le hubieran exigido subirse a la Dorada (a la sazón el popular barco que capitaneaba el difunto Chanquete) a pulso para ganarse un bocadillo de chorizo.

Si alguien sabe lo que es hacer la goma, que sepa que ni siquiera para eso tuve piernas. En cuanto enfilamos las de Torremendo y se pusieron a la faena por delante, hube de desistir del propósito de mantenerme a rueda, porque me era imposible. Demasiado pronto estaba haciendo uso de la reserva (antes del kilómetro treinta de una jornada que se presumía por encima de los ochenta como poco)... aquello sólo podía terminar de una forma lógica y era dándome la vuelta, con el rabico entre las piernas, pero aquí es cuando vino la casualidad, mezclada con la camaradería, que nos permitió descubrir el entrenamiento ya comentado.

Porque el entrenamiento a la australiana no implica ponerse boca abajo, sino hacerse acompañar de un canguro. Y ese canguro para mi fue el bueno de Ignacio, ¡santo y demoníaco zagal al mismo tiempo!... porque de no haber sido por él me hubiera dado la vuelta (tentaciones no me faltaron, las fuerzas como he dicho si), pero por no hacerle un feo, ya que se quedó conmigo con toda la buena fé del buen ciclista samaritano, intenté seguir su rueda (algo que sólo conseguía a duras penas, y en las cuestas abajo). Me animaba diciéndome que sólo quedaba una cuesta antes de Torremendo, que lo demás eran pequeños sube-baja, pero yo me harté de apretar los dientes en los "sube" y evitar rompérmelos en los "baja", mientras temía, más que por mi salud, por la del generoso Ignacio, pues con lo lento que lo hacía ir en las subidas creí que terminaría cayéndose de la bici. Pero aguantó sin caerse, y me aguantó a mí, lo cual es mucho más sorprendente.

El caso es que por delante debían ir haciendo las series a "pijo sacao", porque ya ni los veíamos. Creo que Stani se paró a limarse las uñas para esperarnos, y darle un relevo a Ignacio para que la criatura pudiera estirar un poco las piernas. Madre mía, qué alegría verlo salir hacia adelante, como el que le da al botón "nitro" en un juego de la PSP... Y yo preguntándome la mitad de lo del filósofo: "¿a dónde vamos? ¡yo me quiero dar la vuelta"...

Erróneamente pensé que ahora vendría lo bueno: la cuesta abajo prometida... ¡JA! ¿No habéis oído nunca que en la bici todo dar por el culo menos el viento?... Pues hete ahí lo que sucedió, y yo ni a rueda era capaz de zafarme del viento de cara (esta gente está tan escuchimizada que no corta un pijo el viento). Primero Stani, y luego nuevamente Ignacio, que volvió a esperarnos para que el hijo del viento pudiera enfrentarse a su progenitor en su última serie, intentaron hacerme más fácil el regreso a casa. Y a fé que consiguieron devolverme al punto de partida, porque de no haber sido por ellos, con el viento que empezó a curtirnos el morro, no sé yo si habría llegado antes de la hora de cenar...

Ya no me acuerdo de casi nada de lo que sentí en el duro y sobre todo lento retorno. Bueno sí, que Ignacio, todo un campeón de España de orientación estuvo a punto de desorientarse (jeje). Yo de poca ayuda podía ser en ese estado.

Como véis ahora he recuperado las fuerzas y las ganas de vivir (jeje), y también las de escribir, así que si has sufrido para llegar hasta el final de esta entrada, entenderás querido y aguerrido lector, como se sintió este pobre "gomero" el pasado sábado, de gloria y desdicha.

Supongo que en lo sucesivo tendré que abstenerme de salir a molestar a mis queridos compis, porque que me ayuden un día está muy bien como obra de beneficiencia, pero más ya debe aburrir.

PD: No tengo fotos que aportar, pero serviría la foto de una calavera, que así es como fui durante casi 50 kilómetros en este mi particular entrenamiento a la australiana.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

A TOPE...

A tope, sí, voy a tope. Todos los días, uno detrás de otro, ¡y eso que no entreno! Porque si tuviera además que seguir a rajatabla un plan de entrenamiento -como toda esa caterva de monstruos del pedal y de zapatilla fácil con los que salgo en bici de uvas a peras y que suman a sus encomiables virtudes atléticas y de obediencia ciega al mister la de aceptar en la cuadrilla a este desentrenado y osado aspirante-, creo que no habría remedio natural ni artificial, legal ni ilegal, para permitir siquiera que subsistiera arrastrando los pies...

El caso es que, como véis, aquí sigo. Y si he buscado un hueco, como el que lanza un libre directo y espera a que un defensa de la barrera se mueva para colar el balón por esa mínima rendija, ha sido por atender las numerosas peticiones de mis no tan muerosos lectores... bueno, en realidad han sido tres peticiones no sé si de los únicos 3 lectores asiduos que pasaban por este blog, oda a la literatura deportiva dictada desde el plácido sillón de casa.

Al hijo del viento, al señor de los manguitos (que está muy cambiado desde que es universitario -enhorabuena- por lo que pude ver el pasado sábado, tirando de perneras como el más friolero de los mortales) y a mi amigo Quián y sus afecciones tendinosas les debo, por tanto, haber retomado esto de pasar a letras mis paranoias.

He de reconocer que si me he animado más, además del empuje de los 3 susodichos, es porque quiero volver a la senda de la actividad triatlética que me ponga, ¡por cuarto año seguido!... a las puertas de los Arenales de Elche. ¿Con dos cojones!... Y ¡¡¡a tope!!!... que ese creo que va a ser mi nuevo grito de guerra.

Ya que hablo de guerra, prometo y mucha. Y a los de la grupeta de mi sábado de entreno ciclista les advierto que la próxima vez que ataque (adelanto que será cuesta abajo, pues está claro que yo soy más de bajadas) será para irme, y no para llegar antes a la siguiente rampa de 200 metros para no quedarme descolgado deshonrosamente. Bueno, lo de entreno es por darle más importancia a haber desempolvado un par de sábados -no consecutivos, claro está-, el aparejo de pedales para darme sendos tutes por encima de la setentena de kilómetros cuando desde el tri de cehegín de mi penúltima entrada allá por junio, lo más que me había acercado a un pedal fue tomándome una buena mano de quintos,que se terminó quedando en "toma de puntillo", que esta para eso he perdido el toque.

Y otro aviso hago a los espías que me vigilan por saber de mis entenos matutinos: ¡dejad de perded el tiempo, que antes daba unas vueltas al trote por la zona, pero ahora las vueltas las doy únicamente debajo de las sábanas!... Y esto os prometo que es verdad (si no es verdad que no pueda bajar de las seis horas en Elche, jeje), porque la última vez que me calcé mis "brús" fue para correr la Legua Huertana de Puente Tocinos, y eso fue recién estrenado octubre, así que no digo más.

El resumen que hago desde el tri de Cehegín en junio:
- Cross Minero del Llano del Beal (sólo 5'5 kms. aunque sin un metro llano), a finales de agosto, bastante dignos para llevar más de 2 meses sin correr nada de nada.
- Dos o tres madrugás de pellejero para hacer, a poco más que trote de borrego, sendos R40'.
- Legua Huertana de Puente Tocinos (otros 5'5 kms. en que, para mi sorpresa, logré rodar a 4'30'' ¡¡¡ande s'a visto hazaña tal!!!
- ... y las 2 salidas mentadas, en que terminé como ya sabéis los que gozásteis de mi compañía, la primera de 70 y la del pasado sábado de casi 80, que yo suponía que sería "suave", pero que lo único que tuvo suave fue el que yo me quedara como un guante, con un cuerpo de siesta quepaqué...

Pues nada, está visto que yo soy más de letras de que sudores, porque sin proponérmelo ya he escrito más que he entrenado. No, si al final voy a tener que salir, aunque sea a hacer 10' de entrenamiento en una zona de estas de los jardines reservadas a la conservación de la fauna senil que puebla nuestras urbes, con sus bancos de abdominales y sus elípticas. Ya os contaré el entreno por el que me decanto.

viernes, 10 de junio de 2011

AYER VOLVI A LAS ANDADAS

Bueno, o más bien a las "corridas", y no de toros. ¿No amenacé en mi anterior y ya muy pretérita entrada que tal vez sería motivo de regocijo y publicación a los cuatro vientos el que aquí servidor, apaleador de aguas, se calzara de nuevo los pinreles con material deportivo para salir a trotar?

Pues a los hechos me remito: ayer 9 de junio, día de nuestra Murcia que hermosa eres, cometí sacrilegio contra mi voto de castidad atlética, y estuve casi 40 minutos de reloj corriendo sin parar, y sin que me persiguieran leones. Por no perturbar el espíritu de quien esto pudiera leer no mencionaré el tiempo que hice... Baste decir que el meteorológico estaba ya calentito a las 10 a.m. que es cuando salí.

Y con eso ya está todo dicho. Amén.

ADIVINANZA POSTDATERA: ¿A que no sabéis quien, después de tanto tiempo de holganza, está pensando apuntarse al triatlón de Cehegín? ... Lo mismo es sólo un mal pensamiento y se le pasa al aventado con un par de quinticos bien fresquicos...

jueves, 19 de mayo de 2011

¡Qué a gusto se queda uno TRAS TRES TRIS!

¡Soy un monstruo buscando títulos a mis entradas!... ¡en mantillas dejo al que inventó la cantinela de la picadora mulinéx! Porque lo que yo quería decir es lo a gusto que se queda uno después de tres triatlones: TRAS TRES TRIS (trás -preposición que significa "después de"-, tres -número que sigue al 2 y antecede al 4- y tris -diminutivo cariñoso de triatlón-)... ¡y si buscando títulos soy un crack, ya no te digo explicandolos! jaja

En fin, que después de Elche y Fuente Alamo, el tercer hito de mi temporada triatlética de este año era el Olímpico de los Alcazares. Y el reto, como no podía ser de otro modo, era presentarse en la línea de salida con el mínimo entrenamiento, y terminar de una manera digna, tratándose de un Olímpico nada menos: 1'5 km a nado, 40 en bici y 10 a pie. ¡Y oye!, que he sido capaz de rizar el rizo y he llegado y todo, con un entrenamiento practicamente inexistente después de Fuente Alamo: ¡sólo 1 salida de 45 minutos a pie en las últimas 2 semanas!

Mi método debe ser algo así como el método de aprender inglés ese que proponen en CCC: el inglés en mil palabras, ¡y sin esfuerzo, claro está! La única diferencia es que, aunque entrenando no gasto fuerzas, en las pruebas a las que me apunto debo ser de los más generosos, porque lo doy todo, y además con más merito, porque lo doy durante más tiempo.

Pero como ya había dicho, además de terminarlo, este año tenía una espinita clavada que sacarme en Los Alcázares, porque en la edición del año pasado (con éste ya lo he hecho 3 años) terminé con muy mal sabor de boca. De todos los triatlones que he hecho (incluyendo los 4 medios IM) con diferencia el que peor me ha salido: un desastre absoluto en las 3 pruebas y en las 2 transiciones. ¿Qué ha cambiado del año pasado a éste? Seguramente la clave fue que el año pasado se disputó más tarde, y a mí me pilló huérfano del más mínimo atisbo de forma triatlética (vamos, que llegué hecho una cochambre y un perro, harto de tomarse cervezas preveraniegas y con menos VO2 máximo y menos reprís que un caracol con muletas). Pero este año, aunque lógicamente el poco nivel que había conseguido coger lo he ido perdiendo desde Elche, en que abandoné por completo mis "míticos" entrenamientos matutino-secretos, debe ser que caía desde un poco más elevado en lo muscular, y todavía no he conseguido reemplazar la masa muscular por masa sin más, jaja... pero todo se andará, ¡anda que no hay verano!

Mas dejémonos de circunloquios y vayamos con la crónica de Los Alcázares. Empezaré con un dato: ¡veintitantos minutos menos me salieron que el año pasado! ¡a ver si conocéis a alguien que haya rebajado su tiempo del año anterior en esa minutada! En el mismo tiempo que hice en la primera edición, hace ya 3 años.

Pensando, que yo soy más de pensar que de entrenar, tengo una lista de cosas que me resultaron favorables, a saber:

1) la prueba fue el domingo por la mañana (a mí lo de correr por la tarde se me da peor que por la mañana), no hizo ni pizca de calor y me presenté en boxes con tiempo de sobra (por primera vez, que yo recuerde, estaba allí antes que mis queridos compis -los que siempre me esperan-)
2) el circuito de natación incluía una salida a tierra (lo cual me gusta sobremanera porque así se camufla un tanto mi bajo nivel natatorio),
3) en la bici me porté como un campeón, tirando junto a Roque de Santa Pola en la primera de las 3 vueltas, pillando gente y pequeños grupos que llevábamos delante, hasta que conseguimos "mano de obra". En la 2ª y 3ª vuelta me tome vacaciones de pasar por cabeza (bastante tuve con no quedarme en los dichosos giros de 180 grados y en las puñeteras subidas
4) a la carrera a pie llegué bastante exprimidio, pero con margen de maniobra para tomármelo con filosofía a pie, porque corriendo es donde noto más la falta de "toque"

Con todo ello, llegué a meta en un tiempo que ni en mis mejores sueños aspiraba a conseguir: 2h40, cuando el año pasado hice más de 3 horas.

Por aquello de que, además de romantico soy un detallista, aclararé que el agua, aún con lo de la incursión en la arena para empezar la segunda vuelta, no resultó demasiado cómoda para tratarse del Mar Menor. El viento, que estuvo presente todo el día, se iba haciendo más intenso, y eso molesta, sea en el Mar Menor, en el Oceano Atlántico o en la Lagua Estigia (ni que decir tiene que en la bici fue un coñazo importante), pero entre el neopreno, que no era obligatorio pero si recomendable por la distancia -y que a mí me produjo la sensación de calor en la 2ª vuelta-, que conseguí no ir haciendo demasiadas eses como en los triatlones anteriores y que salí del agua recuperando distancia con los que me precedían gracias al estupendo estilo de delfín, me sorprendió mucho al pisar la arena comprobar el tiempo en mi crono y mucho más al llegar a boxes y ver que quedaban todavía bastantes bicicletas. Se me había olvidado el mamporrazo que, a modo de aperitivo, me había llevado de otro de los combatientes en los primeros metros de la natación,
-¡acho! que hemos salido de los últimos, ¿donde vas con esas prisas de Tarzán?

La transición, por aquello de que me estaba supervisando mi progenitor con ojos escrutadores, o porque resulta que tenía el día bueno y estaba acumulando buenas sensaciones, puedo decir que fue hasta buena. Salí por piernas y me monté en la bici con mi particular "salto de la rana". Me sentía con ganas de lanzarme a pedalear, dispuesto a ir darlo todo y a demostrar mis dotes de rodador (por algo era de los pocos que montaban acoples en la bici, ¡como si fuera uno de los buenos, jaja!). Me sorprendió mucho alcanzar en los primeros cien metros a Roque, de Santa Pola, que en Elche me sacó una minutada considerable y tras un breve y cordial saludo nos pusimos piernas a la obra, ¡y a cazar gente!

La primera vuelta, incluyendo la lucha contra el aire saliendo dirección Balsicas y contra las primeras y finas gotas que amenazaban con convertir el triatlón en un cuadriatlón, fue un mano a mano de fuertes y convencidos relevos. Incluso la primera subida a la dichosa cuesta de la autovía la hice con porte de escalador (aunque me imaginaba que los restantes pasos se me atragantarían, en cuanto tirase del zurrón de las fuerzas -televisiva expresión ésta, ¿eh?, jaja-, como así fue). Veíamos grupos bastante numerosos que no nos llevaban mucha distancia, pero nos fijábamos en los más pequeños que iban menos organizados. El último que alcanzamos, ya enfilando el final de la primera vuelta fue el definitivo, el que se organizaría durante las últimas 2 vueltas, y el que me permitió ir chupando rueda, ante el convencimiento de que aquella gente tenía mejor pinta que un servidor.

No quería quedarme en los giros de 180, así que cuando se acercaban metía el hocico por los puestos de cabeza y giraba de los primeros. La táctica funcionó a la perfección y no pasé especiales apuros para no quedarme de rueda, aunque durante la segunda vuelta hubo un par de momentos en que creí que me quedaba. En la última vuelta alcanzamos a Mabel, que lideraba con soltura la prueba femenina (y que me había adelantado en la natación aún a pesar de que las chicas salieron detrás) lo cual venía a demostrar que nuestro ritmo era bueno. Por suerte aguanté y llegué a la última transición en el grupo (que por entonces ya era de una docena).

Sorprendentemente a correr no salí el último de los del grupo, aunque no tuve más remedio que ver como me adelantaron todos en la carrera a pie. Bastante tenía con mantener un ritmo que en los primeros 5 kilómetros cifré algo por encima de los cinco minutos, pero que luego se me fue yendo, conforme arreciaban lluvia y viento. Cuando me crucé en la primera vuelta con Stani y con Juan calculé que me llevaban un par de kilómetros a pie, lo que se traducía en unos 10 minutos. ¡Eso era fantástico! Yo sabía que la cifra aumentaría en la segunda vuelta hasta los 15-20 minutos, pero eso para mí era estupendo.

Y supongo que gracias a eso, y gracias a la lluvia (después de todo llegar a meta calaíco como un pollo había sido bueno), no terminé hundiéndome, aunque los últimos 2 kilómetros, con el paseo marítimo más desierto que un puesto de churros en el Sáhara porque la lluvia ya mojaba de verdad, se me hicieron un poco más largos de lo habitual (siempre anima ver a gente animándote).

Pero eso no fue todo, porque una vez repuesto mínimamente, y dado que la lluvia hacía imposible que mis 2 nenicas se volvieran para el pueblo sin mojarse, aún tuve que hacer un cuarto segmento, consistente en recorrer, cargando todo el material triatlético como si fuera el petate de un marinero, el par de kilómetros hasta la casa de los abuelos para ir a por el coche y regresar a por mis niñas. Llevé toda la precaución del mundo para no caerme, porque el suelo deslizaba bastante, así que decidí terminar dándome el castañazo justo a falta de 10 metros para llegar, cuando tuve la feliz ocurrencia de subirme por la acera, con sus baldosas de estas de chocolatinas, que si no lo habéis probado nunca, os invito a que intentéis mantener la vertical en una bici de ruedas listas mojándolas previamente, ¡¡¡imposible!!! ¡ni 2 metros aguanté!... menos mal que la castaña fue controlada, y ya solo guardo como recuerdo un cardenal en el hombro izquierdo, pero nada de consideración después de todo.

El siguiente evento al que me apuntaré ya no sé cuando será, como tampoco sé cuando será mi próximo entrenamiento (jaja). Lo mismo a partir de ahora en lugar de narrar mis carreras basta con que cante a los cuatro vientos que he salido a estirar las piernas un poco.