miércoles, 28 de diciembre de 2011

PERO MIRA COMO BEBEN

Para que se note que estamos en Navidad os voy a resumir las últimas semanas en la vida de este triatleta de espíritu:

Pero como mira como beben,
los triat-letas globeros,
pero mira como beben,
hasta el agua de los floreros

Beben y beben,
y vuelven a beber,
y los entrenamientos
que siguen sin hacer

Pues eso, que llevo otras 2 semanitas lo mismito que los pescadores gaditanos por el cierre de los caladeros marroquís. Pero no penséis que no he sudado, ¿o es que no os habéis pegado nunca una sudada poniéndoos como cochinos con un pantagruélico festín alimenticio a base de gorduras animales y etanoles varios?

No obstante, como hecho más relevante, y que ha exigido poner toda la carne en el asador de mi osadía, me he vuelto a inscribir para Elche, a pesar de ser este el año en que menos palos le estoy dando al agua (que ya es decir).... y también ¡tachán-tachán!... ¡¡ME HE INSCRITO PARA LA SANSILVESTRE!! (y no es una inocentada, aunque hoy sea 28)

Una vez superada la prueba de la cena de Nochebuena y la comida de Navidad, con su sesión golfa de bombaises posterior, el último objetivo de este 2011 es correr la Sansil en menos de 1 hora... ¡y por las barbas de papá Pitufo que lo voy a conseguir!... bueno, por eso y porque sólo son 7 kilómetros, jaja.

FELIZ AÑO NUEVO. A ver si el próximo año recuperamos la prosperidad que nos hemos ido dejando por el sinuoso camino del 2011.

domingo, 11 de diciembre de 2011

De Australia a la Antártida güertana pasando por Abanilla

Pues si que estoy viajero -diréis leyendo estos títulos tan andarines-, pero os aseguro yo que no es para tanto.

Lo que sucede es que por continuar el relato de mi última entrada, habiéndonos quedado por tierras australianas, pues ahora con la llegada de los fríos, es como si estuviéramos en las Antártidas, y en lugar de salir con el gran Stani en la bici, hubiera quedado con el mismo Amudsen. Forrados para la ocasión si que íbamos, y es que el "spiuk" modelo Siberia que tenemos para los fríos, si se lo pone un pingüino yo creo que también pasaba calor...

No sé si seremos exagerados, que seguro que sí, porque no creo yo que un ciclista austríaco cuando salga a entrenarse en invierno se eche encima de todo el equipo la manta de cuadros, y aquí seguro que hace menos frío, pero no quiero convertirme en un comentarista de la meteorología, así que vamos al tema...

Había pensado inicialmente otro título para esta entrada: Stani, un servidor y sus agujetas, dado que la mañana del sábado, con los poco más de 5-6 grados que había a la sombra, fuimos los únicos que salimos. Al parecer al bueno de Juanico le daba miedo tener que ejercer de canguro en esta salida y no apareció, y Campillo-man (a la postre "pilla-tractores" -más adelante contaré por qué-) parece que había tenido que ir a cobrarles a los del Sabadell el euro por el que se han quedado la CAM, y también pasaba del rollo de tener que llevar a remolque a este valiente globero.

Ya sé que "amenacé" con no volver a salir con la cuadrilla, pero como Stani tenía al día siguiente su primera media de la temporada (Torre Pacheco), me prometió por los pelos de sus orejas que sólo serían sesenta kilómetros y además, suaves. Y a fé que lo cumplió: un ir Abanilla, vuelta y vuelta, y a poner las piernas en alto.

Total, que de por sí sesenta kilómetros ni siquiera tendrían que dar para tanta letra, pero sucede que con lo rara que había sido la semana anterior, con tanta fiesta y tanto puente, a mi se me fue la cabeza... ¡¡¡¡y hasta salir a correr un día casi una hora!!!... En concreto el jueves, día de la Inmaculada. Era casi una descripción de mi musculatura: inmaculada la tenía de no correr desde no sé cuánto tiempo atrás (creo que desde Puente Tocinos, allá por los comienzos de octubre -dos meses ha- no me calzaba yo las zapas), y se me ocurre tirarme 50 minutos a la chepa.

¿Consecuencias? Las previsibles: unas agujetas del siete y medio lo que es desde las orejas hacia abajo... Pero uno, como además de un inconsciente es un tío duro, dispuesto que estaba otra vez para la acción, así que ahí estaba el sábado, aprovechando que acción iba a haber poca, embutiéndose en esa piel de pingüino volador, para subirse a Abanilla y tirarse para abajo, detrás de los tractores.

Esto del tractor realmente fue lo más apasionante que sucedió... Bueno, eso y que Stani y yo tuvimos que esperar a Campilloman... ¡si, si! Literal y real como la vida misma: un globero como yo esperando a todo un super... Esto... si claro que tiene truco la cosa, pero ya sabéis que en política vale todo: sucedió que Campillo man se levantó con la tranquilidad y el sosiego que dan una noche de cena y copas (¡ay, los limonchelos que me lo traen loquito!) y haciendo uso de los medios de comunicación modernos nos llamó para ver por donde pedaleábamos. Apareció al cabo de diez minutos con su hermano, que venía como últimamente, pensando en sus bailes y en sus padeles (que ya no es el mismo con tanta mariconá, que ya ni ataca ni ná de ná), y con un montón de pegatinas que debió de quitarles a los otros transeúntes del pedal a los que fue superando despiadadamente.

Lo vimos como con otra cara. Últimamente estaba como el que no puede hacer de vientre pensando en los "Botines", pero desde que el botín (la CAM) se lo han llevado los del Sabadell -que aprovecho yo para decir que si nos llegan a decir que la iban a vender por 1 euro yo hubiera dado hasta dos, cachis tal!- como que ya hubiera podido desalojar a los incómodos rehenes intestinales... Y tal vez por eso, o porque le jode que le adelante un tractor, a la vuelta, cuando aquel Yondir nos rebasó justo antes de emprender la gustosa bajada que pasa por debajo de la autovía y te pone a las puertas de Santomera, decidió darle trabajo al doce y ponerse a mil para darle caza. Uno intentó seguirle inicialmente, pero hasta el prudente Jose, al que se le sale el merengue por la boca de tanto hablarme del bailecito de marras (que no es que se hubiera llevado una tarta en lugar de una barrita), me preguntó que a donde iba:
- a darle un recado al del tractor -le respondí yo, viendo que no podía seguir su rueda ni en la bajada-, lo mismo es para devolverle la gorra que se le ha caído al pasar tan a la carrera

Vamos, que no tiene más misterio... en mi pueblo es que somos así de simples poniendo motes: al que coge un botijo y lo rompe lo llamamos "rompebotijos", y al que fornica con él lo llamamos "fornicabotijos". Por eso Campilloman, de ídolo pasó en un tris-tras a ser un "pillatractores" cualquiera :-)

En fin, que la cosa no dio para más. Sesenta kilómetros son hasta un ratico para un globero como yo. A partir de ahí ya es entrar en zona pantanosa, pero el caso es que llegue a casa como con ganas de más. En cambio, Stani se quedó en su cueva como con ganas de poner las patas en alto, para preparar la media del día siguiente... ¡y hay que ver lo que sabe el payico! ¡Como se nota la veteranía!... pero esta vez para bueno, porque esperaba rondar la hora treinta, y miralo al final el tío qué fresoo entra en meta dentro de 1h27. Pongo una foto en homenaje y porque salvo que le dé al retoque fotosopiano no me veo yo entrando en meta en una media con ese peazo tiempo:




PD: eso si, Stan, una cosa te digo... y si no mira la cara que llevas al entrar, como que hubieras salido a por una barra de pan sin sal... ¡ay, ay, ay! Que se me está volviendo bueno del tó y ya no disfruta entrando en meta... jaja

lunes, 28 de noviembre de 2011

ENTRENAMIENTO A LA AUSTRALIANA

En la consustancialidad de mi espíritu aventurero -a la par que optimista y aguerrido como ya sabréis los que seguís mis peripecias triatlónica-, suelo buscar sensaciones nuevas que contar aquí, por aquello de no aburrir al personal con mis ralos entrenamientos, los cuales darían para un par de líneas todo lo más. ¿Cómo? ¿qué no os lo creéis?... Pues ahí va un simulacro de lo que sería esta entrada si tuviera que resumir el entrenamiento semanal:
- he vuelto a salir en bici
Ya está. Entrenamiento telegráfico que se dice.

Pero hoy, más que hacer un homenaje al señor Morse, quiero hablar de una nueva técnica de "entrenamiento" que inventamos el pasado sábado, casi sin quererlo. Adelanto que no es como hacer un bocadillo de mortadela, y que requiere de unos ingredientes más sofisticados, cuales son: bicicleta de carretera, acoples de triatleta para parecer bueno -porque para usarlos los riñones no los tengo aún en condiciones, dada su habitual ocupación de filtrar fluidos etílicos varios-, equipación contra el frío mañanero de la huerta murciana y unas viandas energéticas que te ayuden a regresar a casa después de ochenta kilómetros. También sería recomendable unas buenas coderas, para reforar la zona por donde los brazos acostumbran a doblarse y que, del esfuerzo, pueden quedarse tiesos como la mojama, y para pensarse lo de incorporar una mampara contra el viento, como de esas que se ponían en las vespas de antes.

Pero ante todo, para hacer un buen entrenamiento a la australiana, lo imprescindible es hacerse acompañar de un canguro, si es campeón de España de orientación en BTT y capaz de pedalear con una pierna en esas rampicas donde uno lo mete toiquio y tira de casta, de orgullo y de sus músculos "blandiblú", mejor que mejor, pues más australiano será el entreno.

Si, amigos y amigas, globeros y gentes de músculo instruido: este pasado sábado lo inventamos. Fue casi sin querer, pero fue. Casi sin querer terminé dándole la vuelta al Pantano de la Pedrera -en los confines de las tierras alicantinas-. De haber sabido la que me esperaba, y sobretodo de haberlo valorado con objetividad y lucidez, sin ganas de buscar glorias efímeras y agujetas duraderas, seguramente hubiera optado por un entrenamiento sabatino menos intenso y me hubiera quedado al amor de las sábanas. Pero la gloria, como los caracoles, hay que salir a buscarla. Así que me disfracé de ciclista (porque con un maillot y un culotte a juego y toda la indumentaria adicional, hasta que empieza la primera rampa, casi podría pasar por un ciclista de los güenos y todo) y me apunté a la "expedición".

Como Campilloman andaba por las Germanías (venga, tonto, que seguro que no es para tanto y aunque os compre el Santander no tendrás que ir a buscarte a Alemania las habichuelas), y su hermano, no sé si por las mariconadas del pádel tampoco apareció, el grupo quedó reducido a un póker de pedalistas de primera línea (Stani, Juan, Alejandro e Ignacio) y este humilde servidor, globero de fuerza mayor.

Erróneamente creí que iba a ser una mañana tranquila, pues nos evitaríamos las ganas de siempre de don Campilloman por tirar como podenco desbocado, pues resulta que tocaba mañana de seies en bici, ¡y no os creáis que eso de las series en bici es ponerse a hablar de Verano Azul!... ¡qué va! Allí el único que parecía ir de verano azul era este menda, sintiendo en las piernas lo mismo que hubiera sentido el piraña si le hubieran exigido subirse a la Dorada (a la sazón el popular barco que capitaneaba el difunto Chanquete) a pulso para ganarse un bocadillo de chorizo.

Si alguien sabe lo que es hacer la goma, que sepa que ni siquiera para eso tuve piernas. En cuanto enfilamos las de Torremendo y se pusieron a la faena por delante, hube de desistir del propósito de mantenerme a rueda, porque me era imposible. Demasiado pronto estaba haciendo uso de la reserva (antes del kilómetro treinta de una jornada que se presumía por encima de los ochenta como poco)... aquello sólo podía terminar de una forma lógica y era dándome la vuelta, con el rabico entre las piernas, pero aquí es cuando vino la casualidad, mezclada con la camaradería, que nos permitió descubrir el entrenamiento ya comentado.

Porque el entrenamiento a la australiana no implica ponerse boca abajo, sino hacerse acompañar de un canguro. Y ese canguro para mi fue el bueno de Ignacio, ¡santo y demoníaco zagal al mismo tiempo!... porque de no haber sido por él me hubiera dado la vuelta (tentaciones no me faltaron, las fuerzas como he dicho si), pero por no hacerle un feo, ya que se quedó conmigo con toda la buena fé del buen ciclista samaritano, intenté seguir su rueda (algo que sólo conseguía a duras penas, y en las cuestas abajo). Me animaba diciéndome que sólo quedaba una cuesta antes de Torremendo, que lo demás eran pequeños sube-baja, pero yo me harté de apretar los dientes en los "sube" y evitar rompérmelos en los "baja", mientras temía, más que por mi salud, por la del generoso Ignacio, pues con lo lento que lo hacía ir en las subidas creí que terminaría cayéndose de la bici. Pero aguantó sin caerse, y me aguantó a mí, lo cual es mucho más sorprendente.

El caso es que por delante debían ir haciendo las series a "pijo sacao", porque ya ni los veíamos. Creo que Stani se paró a limarse las uñas para esperarnos, y darle un relevo a Ignacio para que la criatura pudiera estirar un poco las piernas. Madre mía, qué alegría verlo salir hacia adelante, como el que le da al botón "nitro" en un juego de la PSP... Y yo preguntándome la mitad de lo del filósofo: "¿a dónde vamos? ¡yo me quiero dar la vuelta"...

Erróneamente pensé que ahora vendría lo bueno: la cuesta abajo prometida... ¡JA! ¿No habéis oído nunca que en la bici todo dar por el culo menos el viento?... Pues hete ahí lo que sucedió, y yo ni a rueda era capaz de zafarme del viento de cara (esta gente está tan escuchimizada que no corta un pijo el viento). Primero Stani, y luego nuevamente Ignacio, que volvió a esperarnos para que el hijo del viento pudiera enfrentarse a su progenitor en su última serie, intentaron hacerme más fácil el regreso a casa. Y a fé que consiguieron devolverme al punto de partida, porque de no haber sido por ellos, con el viento que empezó a curtirnos el morro, no sé yo si habría llegado antes de la hora de cenar...

Ya no me acuerdo de casi nada de lo que sentí en el duro y sobre todo lento retorno. Bueno sí, que Ignacio, todo un campeón de España de orientación estuvo a punto de desorientarse (jeje). Yo de poca ayuda podía ser en ese estado.

Como véis ahora he recuperado las fuerzas y las ganas de vivir (jeje), y también las de escribir, así que si has sufrido para llegar hasta el final de esta entrada, entenderás querido y aguerrido lector, como se sintió este pobre "gomero" el pasado sábado, de gloria y desdicha.

Supongo que en lo sucesivo tendré que abstenerme de salir a molestar a mis queridos compis, porque que me ayuden un día está muy bien como obra de beneficiencia, pero más ya debe aburrir.

PD: No tengo fotos que aportar, pero serviría la foto de una calavera, que así es como fui durante casi 50 kilómetros en este mi particular entrenamiento a la australiana.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

A TOPE...

A tope, sí, voy a tope. Todos los días, uno detrás de otro, ¡y eso que no entreno! Porque si tuviera además que seguir a rajatabla un plan de entrenamiento -como toda esa caterva de monstruos del pedal y de zapatilla fácil con los que salgo en bici de uvas a peras y que suman a sus encomiables virtudes atléticas y de obediencia ciega al mister la de aceptar en la cuadrilla a este desentrenado y osado aspirante-, creo que no habría remedio natural ni artificial, legal ni ilegal, para permitir siquiera que subsistiera arrastrando los pies...

El caso es que, como véis, aquí sigo. Y si he buscado un hueco, como el que lanza un libre directo y espera a que un defensa de la barrera se mueva para colar el balón por esa mínima rendija, ha sido por atender las numerosas peticiones de mis no tan muerosos lectores... bueno, en realidad han sido tres peticiones no sé si de los únicos 3 lectores asiduos que pasaban por este blog, oda a la literatura deportiva dictada desde el plácido sillón de casa.

Al hijo del viento, al señor de los manguitos (que está muy cambiado desde que es universitario -enhorabuena- por lo que pude ver el pasado sábado, tirando de perneras como el más friolero de los mortales) y a mi amigo Quián y sus afecciones tendinosas les debo, por tanto, haber retomado esto de pasar a letras mis paranoias.

He de reconocer que si me he animado más, además del empuje de los 3 susodichos, es porque quiero volver a la senda de la actividad triatlética que me ponga, ¡por cuarto año seguido!... a las puertas de los Arenales de Elche. ¿Con dos cojones!... Y ¡¡¡a tope!!!... que ese creo que va a ser mi nuevo grito de guerra.

Ya que hablo de guerra, prometo y mucha. Y a los de la grupeta de mi sábado de entreno ciclista les advierto que la próxima vez que ataque (adelanto que será cuesta abajo, pues está claro que yo soy más de bajadas) será para irme, y no para llegar antes a la siguiente rampa de 200 metros para no quedarme descolgado deshonrosamente. Bueno, lo de entreno es por darle más importancia a haber desempolvado un par de sábados -no consecutivos, claro está-, el aparejo de pedales para darme sendos tutes por encima de la setentena de kilómetros cuando desde el tri de cehegín de mi penúltima entrada allá por junio, lo más que me había acercado a un pedal fue tomándome una buena mano de quintos,que se terminó quedando en "toma de puntillo", que esta para eso he perdido el toque.

Y otro aviso hago a los espías que me vigilan por saber de mis entenos matutinos: ¡dejad de perded el tiempo, que antes daba unas vueltas al trote por la zona, pero ahora las vueltas las doy únicamente debajo de las sábanas!... Y esto os prometo que es verdad (si no es verdad que no pueda bajar de las seis horas en Elche, jeje), porque la última vez que me calcé mis "brús" fue para correr la Legua Huertana de Puente Tocinos, y eso fue recién estrenado octubre, así que no digo más.

El resumen que hago desde el tri de Cehegín en junio:
- Cross Minero del Llano del Beal (sólo 5'5 kms. aunque sin un metro llano), a finales de agosto, bastante dignos para llevar más de 2 meses sin correr nada de nada.
- Dos o tres madrugás de pellejero para hacer, a poco más que trote de borrego, sendos R40'.
- Legua Huertana de Puente Tocinos (otros 5'5 kms. en que, para mi sorpresa, logré rodar a 4'30'' ¡¡¡ande s'a visto hazaña tal!!!
- ... y las 2 salidas mentadas, en que terminé como ya sabéis los que gozásteis de mi compañía, la primera de 70 y la del pasado sábado de casi 80, que yo suponía que sería "suave", pero que lo único que tuvo suave fue el que yo me quedara como un guante, con un cuerpo de siesta quepaqué...

Pues nada, está visto que yo soy más de letras de que sudores, porque sin proponérmelo ya he escrito más que he entrenado. No, si al final voy a tener que salir, aunque sea a hacer 10' de entrenamiento en una zona de estas de los jardines reservadas a la conservación de la fauna senil que puebla nuestras urbes, con sus bancos de abdominales y sus elípticas. Ya os contaré el entreno por el que me decanto.

viernes, 10 de junio de 2011

AYER VOLVI A LAS ANDADAS

Bueno, o más bien a las "corridas", y no de toros. ¿No amenacé en mi anterior y ya muy pretérita entrada que tal vez sería motivo de regocijo y publicación a los cuatro vientos el que aquí servidor, apaleador de aguas, se calzara de nuevo los pinreles con material deportivo para salir a trotar?

Pues a los hechos me remito: ayer 9 de junio, día de nuestra Murcia que hermosa eres, cometí sacrilegio contra mi voto de castidad atlética, y estuve casi 40 minutos de reloj corriendo sin parar, y sin que me persiguieran leones. Por no perturbar el espíritu de quien esto pudiera leer no mencionaré el tiempo que hice... Baste decir que el meteorológico estaba ya calentito a las 10 a.m. que es cuando salí.

Y con eso ya está todo dicho. Amén.

ADIVINANZA POSTDATERA: ¿A que no sabéis quien, después de tanto tiempo de holganza, está pensando apuntarse al triatlón de Cehegín? ... Lo mismo es sólo un mal pensamiento y se le pasa al aventado con un par de quinticos bien fresquicos...

jueves, 19 de mayo de 2011

¡Qué a gusto se queda uno TRAS TRES TRIS!

¡Soy un monstruo buscando títulos a mis entradas!... ¡en mantillas dejo al que inventó la cantinela de la picadora mulinéx! Porque lo que yo quería decir es lo a gusto que se queda uno después de tres triatlones: TRAS TRES TRIS (trás -preposición que significa "después de"-, tres -número que sigue al 2 y antecede al 4- y tris -diminutivo cariñoso de triatlón-)... ¡y si buscando títulos soy un crack, ya no te digo explicandolos! jaja

En fin, que después de Elche y Fuente Alamo, el tercer hito de mi temporada triatlética de este año era el Olímpico de los Alcazares. Y el reto, como no podía ser de otro modo, era presentarse en la línea de salida con el mínimo entrenamiento, y terminar de una manera digna, tratándose de un Olímpico nada menos: 1'5 km a nado, 40 en bici y 10 a pie. ¡Y oye!, que he sido capaz de rizar el rizo y he llegado y todo, con un entrenamiento practicamente inexistente después de Fuente Alamo: ¡sólo 1 salida de 45 minutos a pie en las últimas 2 semanas!

Mi método debe ser algo así como el método de aprender inglés ese que proponen en CCC: el inglés en mil palabras, ¡y sin esfuerzo, claro está! La única diferencia es que, aunque entrenando no gasto fuerzas, en las pruebas a las que me apunto debo ser de los más generosos, porque lo doy todo, y además con más merito, porque lo doy durante más tiempo.

Pero como ya había dicho, además de terminarlo, este año tenía una espinita clavada que sacarme en Los Alcázares, porque en la edición del año pasado (con éste ya lo he hecho 3 años) terminé con muy mal sabor de boca. De todos los triatlones que he hecho (incluyendo los 4 medios IM) con diferencia el que peor me ha salido: un desastre absoluto en las 3 pruebas y en las 2 transiciones. ¿Qué ha cambiado del año pasado a éste? Seguramente la clave fue que el año pasado se disputó más tarde, y a mí me pilló huérfano del más mínimo atisbo de forma triatlética (vamos, que llegué hecho una cochambre y un perro, harto de tomarse cervezas preveraniegas y con menos VO2 máximo y menos reprís que un caracol con muletas). Pero este año, aunque lógicamente el poco nivel que había conseguido coger lo he ido perdiendo desde Elche, en que abandoné por completo mis "míticos" entrenamientos matutino-secretos, debe ser que caía desde un poco más elevado en lo muscular, y todavía no he conseguido reemplazar la masa muscular por masa sin más, jaja... pero todo se andará, ¡anda que no hay verano!

Mas dejémonos de circunloquios y vayamos con la crónica de Los Alcázares. Empezaré con un dato: ¡veintitantos minutos menos me salieron que el año pasado! ¡a ver si conocéis a alguien que haya rebajado su tiempo del año anterior en esa minutada! En el mismo tiempo que hice en la primera edición, hace ya 3 años.

Pensando, que yo soy más de pensar que de entrenar, tengo una lista de cosas que me resultaron favorables, a saber:

1) la prueba fue el domingo por la mañana (a mí lo de correr por la tarde se me da peor que por la mañana), no hizo ni pizca de calor y me presenté en boxes con tiempo de sobra (por primera vez, que yo recuerde, estaba allí antes que mis queridos compis -los que siempre me esperan-)
2) el circuito de natación incluía una salida a tierra (lo cual me gusta sobremanera porque así se camufla un tanto mi bajo nivel natatorio),
3) en la bici me porté como un campeón, tirando junto a Roque de Santa Pola en la primera de las 3 vueltas, pillando gente y pequeños grupos que llevábamos delante, hasta que conseguimos "mano de obra". En la 2ª y 3ª vuelta me tome vacaciones de pasar por cabeza (bastante tuve con no quedarme en los dichosos giros de 180 grados y en las puñeteras subidas
4) a la carrera a pie llegué bastante exprimidio, pero con margen de maniobra para tomármelo con filosofía a pie, porque corriendo es donde noto más la falta de "toque"

Con todo ello, llegué a meta en un tiempo que ni en mis mejores sueños aspiraba a conseguir: 2h40, cuando el año pasado hice más de 3 horas.

Por aquello de que, además de romantico soy un detallista, aclararé que el agua, aún con lo de la incursión en la arena para empezar la segunda vuelta, no resultó demasiado cómoda para tratarse del Mar Menor. El viento, que estuvo presente todo el día, se iba haciendo más intenso, y eso molesta, sea en el Mar Menor, en el Oceano Atlántico o en la Lagua Estigia (ni que decir tiene que en la bici fue un coñazo importante), pero entre el neopreno, que no era obligatorio pero si recomendable por la distancia -y que a mí me produjo la sensación de calor en la 2ª vuelta-, que conseguí no ir haciendo demasiadas eses como en los triatlones anteriores y que salí del agua recuperando distancia con los que me precedían gracias al estupendo estilo de delfín, me sorprendió mucho al pisar la arena comprobar el tiempo en mi crono y mucho más al llegar a boxes y ver que quedaban todavía bastantes bicicletas. Se me había olvidado el mamporrazo que, a modo de aperitivo, me había llevado de otro de los combatientes en los primeros metros de la natación,
-¡acho! que hemos salido de los últimos, ¿donde vas con esas prisas de Tarzán?

La transición, por aquello de que me estaba supervisando mi progenitor con ojos escrutadores, o porque resulta que tenía el día bueno y estaba acumulando buenas sensaciones, puedo decir que fue hasta buena. Salí por piernas y me monté en la bici con mi particular "salto de la rana". Me sentía con ganas de lanzarme a pedalear, dispuesto a ir darlo todo y a demostrar mis dotes de rodador (por algo era de los pocos que montaban acoples en la bici, ¡como si fuera uno de los buenos, jaja!). Me sorprendió mucho alcanzar en los primeros cien metros a Roque, de Santa Pola, que en Elche me sacó una minutada considerable y tras un breve y cordial saludo nos pusimos piernas a la obra, ¡y a cazar gente!

La primera vuelta, incluyendo la lucha contra el aire saliendo dirección Balsicas y contra las primeras y finas gotas que amenazaban con convertir el triatlón en un cuadriatlón, fue un mano a mano de fuertes y convencidos relevos. Incluso la primera subida a la dichosa cuesta de la autovía la hice con porte de escalador (aunque me imaginaba que los restantes pasos se me atragantarían, en cuanto tirase del zurrón de las fuerzas -televisiva expresión ésta, ¿eh?, jaja-, como así fue). Veíamos grupos bastante numerosos que no nos llevaban mucha distancia, pero nos fijábamos en los más pequeños que iban menos organizados. El último que alcanzamos, ya enfilando el final de la primera vuelta fue el definitivo, el que se organizaría durante las últimas 2 vueltas, y el que me permitió ir chupando rueda, ante el convencimiento de que aquella gente tenía mejor pinta que un servidor.

No quería quedarme en los giros de 180, así que cuando se acercaban metía el hocico por los puestos de cabeza y giraba de los primeros. La táctica funcionó a la perfección y no pasé especiales apuros para no quedarme de rueda, aunque durante la segunda vuelta hubo un par de momentos en que creí que me quedaba. En la última vuelta alcanzamos a Mabel, que lideraba con soltura la prueba femenina (y que me había adelantado en la natación aún a pesar de que las chicas salieron detrás) lo cual venía a demostrar que nuestro ritmo era bueno. Por suerte aguanté y llegué a la última transición en el grupo (que por entonces ya era de una docena).

Sorprendentemente a correr no salí el último de los del grupo, aunque no tuve más remedio que ver como me adelantaron todos en la carrera a pie. Bastante tenía con mantener un ritmo que en los primeros 5 kilómetros cifré algo por encima de los cinco minutos, pero que luego se me fue yendo, conforme arreciaban lluvia y viento. Cuando me crucé en la primera vuelta con Stani y con Juan calculé que me llevaban un par de kilómetros a pie, lo que se traducía en unos 10 minutos. ¡Eso era fantástico! Yo sabía que la cifra aumentaría en la segunda vuelta hasta los 15-20 minutos, pero eso para mí era estupendo.

Y supongo que gracias a eso, y gracias a la lluvia (después de todo llegar a meta calaíco como un pollo había sido bueno), no terminé hundiéndome, aunque los últimos 2 kilómetros, con el paseo marítimo más desierto que un puesto de churros en el Sáhara porque la lluvia ya mojaba de verdad, se me hicieron un poco más largos de lo habitual (siempre anima ver a gente animándote).

Pero eso no fue todo, porque una vez repuesto mínimamente, y dado que la lluvia hacía imposible que mis 2 nenicas se volvieran para el pueblo sin mojarse, aún tuve que hacer un cuarto segmento, consistente en recorrer, cargando todo el material triatlético como si fuera el petate de un marinero, el par de kilómetros hasta la casa de los abuelos para ir a por el coche y regresar a por mis niñas. Llevé toda la precaución del mundo para no caerme, porque el suelo deslizaba bastante, así que decidí terminar dándome el castañazo justo a falta de 10 metros para llegar, cuando tuve la feliz ocurrencia de subirme por la acera, con sus baldosas de estas de chocolatinas, que si no lo habéis probado nunca, os invito a que intentéis mantener la vertical en una bici de ruedas listas mojándolas previamente, ¡¡¡imposible!!! ¡ni 2 metros aguanté!... menos mal que la castaña fue controlada, y ya solo guardo como recuerdo un cardenal en el hombro izquierdo, pero nada de consideración después de todo.

El siguiente evento al que me apuntaré ya no sé cuando será, como tampoco sé cuando será mi próximo entrenamiento (jaja). Lo mismo a partir de ahora en lugar de narrar mis carreras basta con que cante a los cuatro vientos que he salido a estirar las piernas un poco.

viernes, 6 de mayo de 2011

Fuente Alamo: el tri de los tris

Tres tristes tigres comían trigo en un trigal... ¡menuda gilipollez! No creo que los tigres, tristes o no, coman trigo. Y tampoco harán tri. Será por eso por lo que no los había en Fuente Alamo el pasado sábado, día en que dábamos sepultura al moribundo abril.

Hay formas de acabar un mes. Estadísticamente la mayor parte de ellas es sin dinero. Otras es con el aliento desgastado después de pegarse una buena trisca esprintando por los andurriales de la Murcia profunda. Y aquí el menda, que en lo deportivo había estado rascándose la barriga desde Elche, última entrada y salida a un mismo tiempo (última entrada en el blog, y última salida atlética y triatlética), va y se presenta todo feliz en la línea de salida, inconsciente y consciente a partes iguales, y es que sin entrenar poco se puede esperar.

Pero empecemos por el principio. Sábado 30 de abril. Once de la mañana. He metido todos los bártulos triatléticos en el coche (¡mira que hay que llevar chismes y siempre se termina olvidando alguno!) y pongo rumbo a Fuente Alamo. Allí aguardan unas cuantas colas: primero las de recoger el dorsal y el chip (que son 2 distintas en el mismo local por algún desarraigo organizativo), luego la de montar la bici en el camión que las trasladará todas juntas, en plan comuna de carbono, a la playa de Rihuete, en el Puerto de Mazarrón, tradicional punto de partida de este conocidísimo y concurridísimo triatlón sprint con el que se suele dar el pistoletazo de salida a la temporada triatlética...

No sé para qué cuento estos detalles si los que me leéis lo conocéis de sobra, pero bueno, siempre hay por ahí algún lector que sufre en el anonimato los rigores de mi barroquismo desmedido.

Yo ya había hecho este triatlón hace un par de años. Y me gustó como para repetir, así que allí estaba. Esta vez iba dispuesto a disfrutar no sólo de la hora y media de prueba (en mi caso siempre un poco más porque me gusta "disfrutar" más tiempo), sino a tomarme el día un poco "libre", y convertirlo en una jornada de gozo triatlético, en compañía de más tris. Stani y un servidor -Stani en mucho mayor grado dada su mayor experiencia-, hicimos de Cicerones de Alejandro, la perla de Santomera, también conocido como el zagal de los manguitos (hubiera estado bien que en lugar de neopreno hubierfa nadado sólo con los manguitos, porque así hubiera tenido más sobre lo que escribir, pero parece que se está haciendo mayor, jaja). Luego, el criaturo, como ese cuervo al que después de criar te saca los ojos, no tendría piedad alguna de este veterano, pasándome por encima al comienzo del tercer sector. Pero no adelantemos acontecimientos y sigamos saboreando los pormenores de este triatlón, conocido, con razón, como el triatlón de los triatletas, por el fabuloso trato que se dispensa a los participantes, algo de lo que puedo dar fe, porque hasta que empiezas a nadar te sientes todo el día como si fueras un namberguán, compartiendo colas con los/as grandes, como la mismísima Radka Vodizkova, con la que coincidí al dejar la bici en el camión. Por cierto, parece mentira que la zagala pueda correr de esa manera... seguramente el secreto es que entrena en secreto la condenada... ¡ay, yayai! ¡esta juventud!

Yo que imaginaba que se me haría el día pesado, y resulta que con tanta tarea, y charlando con unos y otros, allí estaba, haciendo la pertinente cola para comer, después de haber sido marcado a rotu con el 130, número redondo para una jornada que estaba siendo redonda hasta en lo meteorológico: nublado, con alguna nube intimindando, pero sin la preocupante agua.

La comida bastante bien teniendo en cuenta el gran número de comensales. Pasta como es natural. Si acaso, y dada mi condición de no profesional, eché de menos una cervecita (jaja). Seguro que mi rendimiento posterior no se hubiera resentido en mucho... Y al menos mi doble viaje del coche hasta la última zona de transición para llevar las zapatillas de correr, la hubiera hecho más contento, que tuve que hacerla a trote cochinero con esa especie de chanclas de baño que me había llevado para ir hasta la salida.

Al ir a coger el autobus que nos ha de llevar a la playa, le pierdo la pista a Stani. Es casi una premonición de lo que ocurrirá en la salida, porque aunque nos toca salir en la misma tanda apenas le veré el pelo una vez que nos lancemos al agua (¡y no va con coña por lo del pelo!). Decido montarme en el primero de los buses, por aquello de ver lo que se siente yendo en cabeza (jaja), pero lo cierto es que llevamos unas pintas de globeros con todos los bártulos encima: que si neopreno, que si el casco, que si las zapatillas de la bici, que si los bidones... ¡sólo nos falta la sombrilla y la esterilla! A estas alturas de la carrera (aún sin empezar), somos todos como los bebés al nacer, que salen todos en bolas, recubiertos de una sustancia pegajosa y colgados de un cable al que llaman cordón umbilical, y que es como la pajilla por la que chupan del frasco durante el embarazo... Y eso me tranquiliza. Me siento miembro del clan, aunque mirándole las rodillas al zagal que se ha sentado a mi lado en el asiento, empiezo a pensar que aquí hay gente de otros planetas, porque por más que miro, yo esos músculos que el tiene no me los he visto nunca, así que lo mismo es de otra especie: del triatletum entrenantum lo menos, jaja.

¡Vaya tela! Hay que ver lo que he escrito y todavía no hemos llegado a la línea de salida... Todavía falta, como si fuera la F1, una especie de vuelta de reconocimiento del trazado ciclista, pero al revés y en autobús. Impresiona subir esas curvas sentado plácidamente (no es que sea un puerto de categoría especial, pero para ser un triatlón sprint va bien servido), así que imaginarse tener que hacerlo después dando pedales da una pereza que ni te cuento.

Total, que llegamos a la línea de salida una hora y media antes. ¿Y a qué no os imagináis lo que toca? ¡¡bingo!! otra cola para entrar en boxes a supervisar que la bici ha llegado en perfecto estado. Y sí, allí está, tal cual la dejé en el camión, pero con una notita de los jueces indicándome que el acople no lo autorizan, porque sobrepasa en un par de centímetros la línea de las manetas de los frenos... Sé que hay una norma que lo prohíbe cuando en el tri se permite el drafting, y creo que es por razones de seguridad, por si hubiera alguna caída, pero en tal caso también deberían revisar que el tamaño de las uñas de los participantes no superan ese par de centímetros, por razones de seguridad en el nado, ¡no te jode!... Pero como no es plan de ponerse reivindicativo y cafre, opto por ponerle a la jueza mayor carita como de rumana pidiendo con pena, "¡ay, señora árbitro, que no tengo llave Allen para echar para atrás el acople!", y la cosa termina bien y se queda el acople con su par de centímetros de más. Pensándolo bien, también le podría haber dicho que caerme no sé si me caeré, pero que seguro que no afectaría a muchos participantes en caso de hacerlo teniendo en cuenta que me estaré partiendo el pecho para no llegar esprintándole al coche escoba.

Ahora toca ponerse el neopreno, untarse bien de vaselina y abrir la vía urinaria para desaguar a gusto en el agua... Oye, que es mano de santo eso de meterse en agua fría porque se encoge de una manera la vejiga que empieza a salir calentito y no acaba... ¡yo no sé el rato que me pasé miccionando en el agua y en la arena mientras esperábamos entrar a cámara de llamadas! Creo que iba dejando rastro como los caracoles y todo. Pero, ¿y lo a gusto que me quedé? ¡Hasta pensé que gracias al lastre del que me había deshecho nadaría más rápido y todo, sin considerar que no es más rápido en el agua quien más mea sino quien más técnica entrena!

Salen las chicas. Sólo nos faltan quince minutos. Salgo con la élite... ¡por fin alguien se ha dado cuenta de mi valía! ¿o será porque soy de los veteranos? En cualquier caso voy a disfrutar estando tan cerca de la crem de la crem, viéndolos como son capaces de estar con las lumbares tensas y dobladas en esos momentos previos a oir la señal de salida, en un silencio casi de velatorio.

- ¡Acho! ¡que se váis a quedar encogíos! ¡si hay mar para todos!

Pero la gente de la primera fila, los del culo apretado no están para bromas. Yo creo que no oyen, ni sienten ni padecen. Yo he decidido no padecer tampoco. Ya me vendrán las cuitas en el agua cuando empiecen a darme palos, porque con doscientos en la tanda, ¡me van a dar una tanda!... Lo malo es que saliendo de los últimos y nadando poco soy consciente de que las hostias no me las van a dar precisamente los élite, ¡que le vamos a hacer! Esto es como al que atropellan por la calle y se consuela pensando que lo ha atropellado un Mercedes en lugar de un Dacia.

Dan la salida. La gente sale como si fueran a pescar gamba roja para venderla al peso... ¡que manera de caminar sobre el agua!¡aquello tiene tintes bíblicos! Los de delante por esa capacidad casi más de ánade que de humano, y los de atrás entre los que rápidamente me situo por la penitencia de tener que doblar la primera boya pegándote por no ser el último.

La sensación agradable de estar nadando bien que había tenido en los primeros doscientos metros se esfuma en cuanto recibo la primera andanada por estribor, y en cuanto giro la primera boya y enfilo la segunda asumo que debo ir peor de lo que pensaba porque a mi lado va ¿nadando? entre grandes aspavientos y palmetadas al agua otro triste participante de esos huérfanos de técnica acuática. Me pregunto si mi estilo será tan tosco como el suyo, o si yo soy un galán marino aunque exento de punta de velocidad (o de velocidad sin más)...

Por fí salgo del agua. Gracias a que quedan otro par de tandas por detrás hay todavía gente allí animando y quedan bicicletas en boxes. Confirmo que he hecho una natación de auténtico tri (de tristezón, vamos), en cuanto veo yerma de bicis la barra donde se arremolinaban todos los dorsales de mi tanda. Incluso falta la del dorsal 127, la del amigo Andrés de Fuente Alamo, con el que había quedado en hacer la bici, pero ya si eso quedaremos para una marcha cicloturista, porque luego viendo la clasificación pude comprobar que además de una buena natación hizo una bici de lujo.... Vuelvo a confirmar otro hecho, y es que en los 3 últimos años no he progresado absolutamente nada. Cero total. Lo cual sólo es positivo pensando que en los últimos 3 años no he dejado de cumplir años, y estando como estoy metido ya en harina de los 40, tampoco es malo del todo estar no perder en 3 años. Siguiendo esta "progresión", calculo que en unos veintipocos años podría ganar alguna chapa en categoría de más de 60 años, eso sí, siempre que el amigo Lukas Gubler se haya retirado para entonces, cosa que dudo mucho, jaja.

LO DEJO AQUÍ, CON LA EMOCIÓN DE SI SERÍA CAPAZ DE SUBIR LA "CUESTA" (que así llaman al puerto que hay caminito de Fuente Alamo), QUE SE ME HA HECHO DE NOCHE ESCRIBIENDO (ADELANTO, ESO SI, QUE NO SE ME HIZO DE NOCHE PARA LLEGAR A FUENTE ALAMO).

jueves, 14 de abril de 2011

ARENALES 113: CRÓNICA DEL HOMBRE TOMATE (2ª parte)

Como decía mi gran maestre triatlético en su comentario esclarecedor de la primera parte, llevo ya ni sé cuanta letra derramada y aún no ha empezado lo bueno, porque todavía sigo encima de la bici, pasando por el segundo avituallamiento, ese mismo donde en la pasada edición me paré a llamar a mi media mandarina... Este año no he incluído el móvil como equipaje de viaje, así que intento concentrarme en lo de darle al pedal intentando no hacerle excesivo caso a mi riñonada, que no deja de quejarse... No aguanto tirando de acoples más de un kilómetro, así que alterno lo de ir acoplado con ir en plan verano azul sin perder de vista el cuenta kilómetros. Me sorprendo festejando el paso de cada mil metros como si fuera la conquista del espacio.

También celebro con gusto que el pasado año a estas alturas iba al borde del colapso. Este año he sido más precavido y aún tengo virgen la reserva de fuerzas... ¡y sigo de festejos tomándome una barrita de chocolate y brindando con unos chupitos de Vitargo!

Tranqui, amigo Stani, que ya estoy viendo las dunas y no voy a narrar el paso de cada kilómetro hasta llegar a los Arenales. Empiezo a preparar el culo y los riñones para ver si aguanto del tirón la última subida, y mi vista para que no se asuste ni avergüence de la poca velocidad a la que voy subiendo. Intento no mirar, pero me puede la curiosidad, ¡otro año que me quedo sin el premio de la montaña!... ¡pero también otro año que termino la bici! Hoy estoy que lo celebro todo... ¡y eso que todavía no ha empezado el festival folklórico de las escaleras y las dunas! ¡mare de Deu!

Para quien no conozca la sensación, llegar a boxes a dejar la bici y casi no encontrar huecos es bastante deprimente, pero como que ya estoy acostumbrado, así que me calzo mis saltarinas y a rematar la faena. Me hago acompañar de mi bufanda de motivación tricolor, pero no será para el frío, porque a pie el calorcito se intensifica y hete aquí donde empieza a tomar cuerpo el título que le he dado a este par de entradas: la crónica del hombre tomate, porque me temo que después de las más de 2 horas que me quedan, voy a terminar con el mismo color que una de esas hortalizas, que curiosamente pertenecen al género de las "solanáceas". Parece coña, pero no, ¡no lo es! Solanácea, ¡que cachondo!

Lo que ya no me produce tanta risa es la primera subida de los 75 escalones. Como hay gente para todo me adelanta gente que las sube corriendo; imagino que pertenecen al subgénero de los "afortunati que me sacan 1 vuelta". Este trozo andando (¿o sería escalando?), lo tenía más que previsto. Lo que ya no está en el guión es cuando me asaltarán la segunda, la tercera, y las sucesivas necesidades de parar.

No me salto ningún avituallamiento. Tampoco la parada obligada para los vertidos renales. Me anima cruzarme con los míos. Me entretengo calculando cuánto me llevarán, pero sin duda lo que más me entretiene es el continuo sobrecalentamiento de mis cuádriceps. Tengo la sensación de que son como un motor de los antiguos, de esos que pierden agua y hay que estar refrigerando cada poco... Por eso me hago acompañar de un botellín de agua durante toda la carrera.

¿Qué más os puedo contar que no os haya contado ya? ¡Ah, si! La globería esta vez consistió en parar junto a mi coche (que había dejado en la parte alta del circuito a pie), abrirlo y sacar de dentro el móvil para llamar a casa y decirle a la parienta que fuera comiendo, que a mí todavía me quedaban 9 kilómetros y un plato de arroz, jaja. Total, un par de minutos perdidos.

Por lo demás, las sensaciones se parecen tanto a las del pasado año que ya me imagino el tiempo que me resta. Para acercarme de verdad a las seis horas (que era mi gran reto aunque no hubiera supuesto tampoco batir ningún record del mundo), tendré que entrenar más... ¡y sinceramente no sé si me da más pereza entrenar o sufrir lo que no está en los escritos para terminar una media maratón por los arenales en casi 2 horas y media!

Como novedad este año me quedé sin probar en carrera los pastelitos. Eso sí, me puse ciego a geles, porque en la segunda vuelta notaba un vacío en el estómago que ni el cerebro de un ministro! Y con esa experiencia os digo que si alguna vez tenéis hambre, no intentéis lo mismo: optar mejor por un bocadillo de chistorra, que llena más y tiene mejor sabor, o por un arrocico, como el de las paellas gigantes de la línea de meta, que esta vez si me supo a gloria, aunque tuviera que tomármela a solanas porque mis compis no habían tenido la santa paciencia de esperarme una hora, jaja. Yo pensaba que ya estaban acostumbrados a esperarme en cada salida en que los acompaño los sábados, pero parece que después de más de cinco horas de carrera las ganas de llegar a casa y ponerse debajo del chorro de agua fría (para quitarse las arenas y de paso intentar no convertirse en un churrasco andante) pudieron más que nada.

Prometo que este año intenté correr al pasar por la trampa de arena, pero no pude. Soy de la misma opinión de Stani y no veo sentido alguno a eso de llenarte las zapas de arena, pero es lo que tienen la heróica y la mítica. En cambio lo que si pude fue hacer una recta final con un vigor y unas fuerzas extraídas de algún recóndito rincón del alma (lo mismo fue para que no me adelantara físicamente el bueno de Jesús, que venía pisándome los talones, jaja, aunque estaba claro que en la clasificación final me había vuelto a dar sopas con onda, de lo cual me alegro ya que entrena más que servidor). Y casi más sorprendente aún, también pude renunciar a la merecida siesta para dedicarle el resto de la tarde a mi pequeña, que reclamaba al loco de su padre, al que había echado de menos todo el día. Eso sí, por la noche caí a plomo, y el resto de días de esta semana también.

A día de hoy sigo esperando al hombre del mazo, el mismo que durante la semana anterior a la prueba me mantuvo en vilo (sin ir más lejos el lunes previo había estado con fiebre por la tarde, y luego toda la semana con unos mocos que ni los elefantes del Sherengueti). De momento de quien no espero llamada es del seleccionador nacional, aunque si algún día hacen una selección de globeros animados, lo mismo si tengo alguna opción, jaja.

En fin, que enhorabuena a todos los que habéis conseguido vuestros retos, y a los que por fin habéis conseguido evitar el trastorno final. Yo he conseguido el mío, aunque un poco escuchimizado, pero se trataba de terminar y no morir en el intento. Me felicito por ello y me siento a gusto. El día que entrene y llegue antes que algún IM esto será como un orgasmo infinito, jaja (-ten cuidado, Juan, que esto va por tí-)

lunes, 11 de abril de 2011

ARENALES 113: CRÓNICA DEL HOMBRE TOMATE.

Hoy lunes, después de despegar los ojos, se me ocurrían muchos epítetos para calificar al incalificable Triatlón de Elche 2011. Lo que no se me ocurría es como autocalificarme a mí mismo. Decir que soy un optimista indomable sería poco mordaz, y casi repetitivo, porque concurre como circunstancia agravante que soy reincidente.

Vamos, que presentarse en la línea de salida de todo un señor medio aironmán con la frasca de entrenamientos a medio rellenar (siendo generosos) es osadía y gilipollería, casi a partes iguales. Pero bueno, uno es como es, y paga sus penitencias a la vez que sus impuestos. No es la primera vez (que ya van cuatro: 3 en Elche y 1 en Zarauz), y por la dinámica cerebral en la que me muevo, me temo que no será la última.

Pero vamos a lo que toca: Arenales 113 del año 2011.
El sábado el calor era inaguantable. Menos mal que el domingo se despertó como más sosete; diríase casi hasta con ganas de ser benévolo, con un mar tranquilorro y una temperatura agradable dentro de lo que cabe (adelanto que a eso de las dos de la tarde, servidor ya no pensaba lo mismo, pero no adelantemos acontecimientos). Llego un poco pegado a la línea de salida (baste como detalle que entré a boxes después de maese Carrillo, algo bastante sintomático teniendo en cuenta que don Jesús de Cieza es más amante de apurar para llegar a las salidas que un metrosexual en el rasurado), aunque con la disculpa de haber sido invitado por un benemérito a participar en una encuesta de consumo etílico, es decir, que había pasado por un control de alcoholemia al poco de salir de casa. Luego, con la cola del guardarropa para dejar la mochila a todo correr para no llegar tarde a la salida, y casi ni tiempo me da para probar el neopreno y echar la meadita reglamentaria, para el adecuado equilibrio térmico (tomen nota los profanos en el uso del neopreno, que esto de miccionar es casi tan obligatorio como la vaselina).

¡Pum! Al agua patos. Un par de saltos de delfín y a intentar hacer el tornillo buscando deslizarme por el mar calmo. Casi me sorprende no chocarme con nadie. Sin novedad en el giro de la primera boya... mucho me temo que debo ir más bien en cola y por eso no me tengo que pegar con nadie; pero tampoco voy a ponerme a buscar ahora al Yoni Güemuler que, seguramente, llevo en lo más hondo de mi anatomía. En realidad perder 10 minutos nadando tampoco es ninguna tragedia, así que procuro nadar traquilo.

En estas se me pone a estribor un ballenato que no debe ser amigo de las brújulas. Vamos nadando en paralelo. Y tan a gusto, oiga. Hay mar de sobra, pero somos como esos delfines que gustan de ir en grupo. La referencia del velero de la 2ª boya parece clara, así que tranquilidad y goce marino.... hasta que a pocos metros de llegar a la mencionada embarcación, uno de las canoas se acerca para corregirnos el rumbo.
- ¡Cacho pez, ya podías haberte pasado un poquico antes! -acierto a pensar, porque para afuera lo único que mascullo es una especie de defecación colectiva-.

Al menos he tenido la prudencia de no maldecir a Neptuno, no vaya a ser que le de por ponerse a levantar olas y vaya la cosa a peor. Total, sólo habré nadado unos 100 metros extra... Me consuelo pensando que así llegaré con la musculatura más caliente a la primera transición; también me anima ver que sobrepaso algún gorro verde, por lo que tan mal no lo estaré haciendo. Al fin y al cabo, son de la hornada que había salido antes, pero fijándome bien al sobrepasarlos me doy cuenta de que el consuelo es de tonto con titulación, y que ya quisiera llegar yo a esa edad y tener los santos cojones de meterme en un berengenal así.

En fin, que sin demasiada gloria ni demasiado sufrimiento, salgo del mar. Oigo mi nombre "artístico" y hasta consigo de los espectadores que hay apostados justo antes de entrar en boxes unos aplausos en plan limosna -porque, dadas las circunstancias y me poco caché me he visto obligado a pedirlos... eso sí, con mi habitual arte y salero-.

Como tengo la bici al poco de entrar en boxes casi no me ha dado tiempo a pensar si voy a hacer una transición relajada como la del pasado año, y así dar la ocasión a Stani a que me ponga como ejemplo del triatleta "tranquilo", o si voy a intentar recuperar parte del tiempo perdido. Finalmente opto por una "transilición" (esto es: transición como si estuvieras hasta las cejas de transilium). Le pregunto al juez que revisaba ansioso que no cogiera la bici antes de ponerme el casco para sacarme la tarjeta si Alonso ha entrado ya en boxes, y me dice que los élite han entrado ya todos...
- No, si yo me refiero al Alonso de Ferrari

¡Ay, las cabezas!... Empieza la bici. No hay tiempo para pensar que piñón metes: el más grande, que de salida está ese pedazo de rampa´traicionera para cogerte frío. Y desde el comienzo la misma tónica: gente y más gente pasándome como bólidos. Tampoco veo yo que vaya tan mal... debe ser que estas máquinas que se trae el personal, y que viene fullequipadas tienen una marcha más o una reductora, ¡o lo mismo son las piernas y ese desfile de músculos que me adelantan a la par que se mofan de uno!

Sea como fuere, ¿he dicho ya que durante los puñeteros 88 kilómetros no hubo ningún kilómetro en que no me adelantaran un chorro incontable de tris de todos los colores y con unas patorras que debían tener más músculos de serie que las mías? Únicamente me consolaba cuando quien me adelantaba llevaba el dorsal "rosita", porque eso significaba que hasta ese momento yo había ido por delante, cosa que, obviamente, no volvería a suceder... ¿Ilustres que me adelantaron? ¡Como no el Campillico! ¡ese peazo santomerano-santapolero! (pero que sepas JC, que el otro día subiendo para Abanilla nos llevabas casi a 40 y subiendo para Aspe no te ví yo al mismo ritmo... aunque ahora que lo pienso tampoco iba yo), otros santapoleros más autóctonos como Michel (al que le dije yo en meta que la próxima vez que me quite las pegatinas que por lo menos me haga el saludo de la vaca) o el señor "Cabra", todo un señor, ¡sí señor!, porque se molestó el tío en darme los buenos días y todo al adelantarme subiendo para Aspe. Una lástima que me pillara atragantándome con media barrita que si no hubiera aprovechado para decirle que por mucho que se esforzara no iba a coger al hijo del viento -por cierto, que su padre, soplaba en esos momentos de cara-.

Lo de comer en la bici me lo tomé en serio. Probé barritas de todos los gustos y colores sin miedo a las objeciones que pondría antes o después mi estómago. Iba a lo mío, procurando reservar alguna fuerza para la carrera a pie, que fue donde en la edición anterior llegué vacío del todo. En la subidita camino de Aspe, recordando las sensaciones del año anterior, tuve la sensación de no ir tan atrancado, pero los músculos comenzaban a dar señales inequívocas de que estaba acercándome peligrosamente a su límite. Al ruego y súplica habitual de no verme obligado a abandonar por algún percance técnico, mecánico o físico irresoluble me veía obligado a añadir que ningún músculo se revelara de forma traumática. Prometía entrenar más para futuras ocasiones, como el niño travieso promete portarse bien justo el día antes de que lleguen los Reyes Magos (y luego si te he visto no me acuerdo)... ¡Y parece que funcionó!... Eso y ponerme en plan aerodinámico en la estratosférica bajada hacia Elche, y luego algunos kilómetros más acoplado como si fuera uno de los buenos, consiguiendo mantener la referencia de alguna de las ruedas que seguían sobrepasándome de forma inmisericorde.

¿Y da tiempo a pensar todo esto mientras se dan pedales y empiezan a sufrir rozadura los genitales?
- ¡me alegro de que me hagáis esa pregunta!

La verdad es que no sabría qué decir. Creo que se piensa sin tanto verso. Que se sepa nunca la abundante sudoración fue cuna de inspiración. Lo que es seguro es que cuando empieza a doler todo se piensa... ¿qué digo "se piensa"? ¡se desea!... que acabe el martirio cuanto antes. El disfrute es, digamoslo así: "relativo".

Los jueces que en los primeros kilómetros parecían vigilarme (llevé uno detrás de mí en la moto vaarios kilómetros, ¡no sé! ¡me vería cara de tramposo!), ahora ya no se preocupaban y pasaban tirando de puño y de repris.... ¡ay, quien tuviera motor de doble inyección y no únicamente un vulgar mecanismo devorador de plátanos!

lunes, 7 de marzo de 2011

SE CAMBIA BUFANDA POR PIERNAS ETIOPES

No hace falta ser un dietista deportivo de alto copete para saber que un par de yintonises la noche antes de una competición no son la mejor forma de hidratarse.

Si hubiera tenido en cuenta esta reflexión antes de atreverme con el duatlón de Fuente Álamo, lo mismo la noche del viernes me hubiera metido entre pecho y espalda un buen plato de pasta en lugar de un par de jugosos pastelicos de carne, regados con abundante y fresca cerveza, y ese par de yintonises como colofón. O tal vez me hubiera abstenido de meterme en la guarida del lobo, algo que por mucho que suene a dicho típico resúltase que fue lo que aconteció, ¡con lo demostradamente mal que se llevan mis resultados físico-deportivos con la compañía de Paco El Lobo!

Está visto que me iría bastante mejor si en lugar de hacerme acomnpañar de mi bufanda etíope tuviera un buen par de piernas etíopes, de esas que te permiten correr como si fueras un ñú perseguido por una manada de guepardos del Serengueti. Pero de momento sólo tengo la bufanda...


Y como a pie sigo entrenando como un monje cartujo en cuaresma (es decir, con abstención total), enfrentarme a los 7 kms. del primer sector, con toda esa jauría de gamos corriendo delante (¡menudo plantel el que se dio cita en Fuente Alamo!) y la bandada de gacelas que salieron 7 minutos después y me alcanzaron justo antes de llegar a boxes (¡aquello parecía una prueba del campeonato del mundo o 1 chiste de los malos: 1 checa (Vodizkova), 1 española (Ainhoa Murua, nada menos), 1 belga y 1 irlandesa! jaja), pues como que sonaba bastante atrevido. Basta echarle un vistazo a la clasificación para ver que apenas llegaron a boxes por detrás de mí una docena de participantes.

Al menos dando pedales me porté como un jabato y fui capaz de aguantar el ritmillo al que me llevaron un par de ilicitanos que se habían tomado la carrera a pie aún con más tranquilidad que yo. Eso si: me llevaron con el gancho los 30 kilómetros. Fue toda una experiencia, y no sólo porque no me quedara de rueda, sino por los continuos abanicos a los que tuve que adaptarme por el viento racheado del circuito, y por lo espectacular que fue ir superando al menos a un par de docenas de corredores que se habían ido quedando en tierra de nadie y que no lograban aguantar ni quinientos metros al fuerte ritmo que llevábamos (me salió una media de 32 km/h).

En la última transición, supongo que también me sirvió el duro entrenamiento de los ´2 últimos sábados, porque fui capaz de aguantar los 3'5 kilómetros a unos 5 min/km, con la desconocida sensación de no ir al límite.

Eso sí, lo que no me resultó desconocido fue el "frío santapolero" que me dió de camino para el coche. Y los sudores de esa noche hasta que conseguí descansar y rellenar el vacío saco de fuerzas.

Después de todo, y una vez recobradas las fuerzas, no me fue tan mal. Puesto 162 de casi 200, y casi 3 minutos menos que en mi anterior participación hace 2 temporadas (a pesar de haberlo hecho bastante peor a pie). Parece que las sufridas salidas en bici con los campillicos, los zagaliquios de Monteagudo y Alejandro, el señor de los manguitos (que es tan buen zagal que hasta le comentaba a otros corredores en meta que yo era un máquina en la bici, jaja... ¡lástima que se quedara a sólo un par de segundos de pillar cacho en su categoría! ¡ya lo siento, amigo!), están dando sus frutos. Va a ser verdad que no se mejoran las marcas llevando una bufanda sino entrenando.

PD: Tengo otros testimonios gráficos de mi pseudo-hazaña. Lo mismo si hay "quorum" de demandas me animo a subirlas.

PD2: por si alguien quiere leer la crónica oficial de la prueba, la buena, la periodística, adjunto un enlace interesante, tanto más cuanto os resultaría familiar saber quien la ha escrito.
http://www.laopiniondemurcia.es/deportes/2011/03/07/jesus-gomar-ainhoa-murua-coronan-prueba-alto-nivel/307323.html

miércoles, 16 de febrero de 2011

CONTAR LOS 40

Es esta expresión casi gemela con otra más conocida, que habla de "cantar las cuarenta", no sólo cuando se juega al tute o al subastado, sino cuando metafóricamente se le echa a alguien la bronca o se le explica algo de forma clara. Pero yo he optado por el verbo numérico, no por el lírico (contar en lugar de cantar), ese que a su vez puede tomarse por 2 vertientes, ora en plan narración (como sucede al contar cuentos -los políticos son más expertos en este arte que el mismísimo Calleja-), ora en plan matemático, por aquello del conteo ordinal: uno, dos, tres, cuatro,... y así hasta los últimos puestos.

Pues si, lo habéis adivinado: de contar triatletas se trataba. Y es que de lo aburrido que debe resultar ponerse en la línea de meta y contar piernas depiladas hasta que llegan mis 2 peludos consorcios de músculos locomotores poco entrenados, no me queda más remedio que animar mis llegadas con exuberantes demostraciones de alegría triatlética, ¡vamos! que entro radiante, como si me fueran a dar un premio...

Pero si se trataba de contar, ¿a qué viene eso de los 40? ¿que yo sepa aún no he conseguido siquiera que sea el número de participantes a los que consigo dejar atrás? (y adelanto que me costará trabajo que así sea, a no ser que la proporción de aficionados muy aficionados en el número total de participantes se incremente bastante, porque con el nivelaco que demuestra la peña últimamente, ¡tonto el último!

En fin, no os voy a aburrir con mi crónica del duatlón de San Pedro (seguramente lo podréis leer en el Finisher el próximo mes). Si acaso un breve resumen: entre que empezó tarde y lo que tardé yo en llegar, no llegué de noche por los pelos. Pero al menos llegué entero y como la lengua no la tenía cansada le estuve dando un ratico nada más entrar (y si no que se lo digan al padre de Alejandrico, al que le dí tal tabarra que creo que ya habrá ido al Decathlon a comprarle un maillot de manga larga a su retoño para que no nos deje en ridículo cuando salgamos juntos y él vaya casi en calzoncillos).

Se puede decir que me lo pasé bien, y es que a falta de calidad en mis piernas procuro poner en práctica aquel grito de guerra que decía Torrebruno (¿o eran los payasos de la tele?): lo importante es participar y ¡¡¡divertirse!!

El fin de semana siguiente (este pasado) decidí no ir a Yecla porque el domingo teníamos una "juntaera" familiar, así que el sábado me vestí de duatleta de larga "en pruebas" y me animé a irme en plan comparsa de carnaval, porque con las ganas que me tenía el bueno de Juan desde lo de Santa Pola, y el habitual empuje del hijo del viento y los maquinorros campillerosra, estaba claro que iba a dar el petardazo: cincuenta en bici y una horita de transición a pie por los polvorines. El resumen, haciendo un evidente juego de palabras, estaba claro, y es que correr por los polvorines siempre me deja echo polvo.

Los 50 en bici los aguanté como pude, bastante mejor en las bajadas que en las subidas, claro está. Lo que puso al límite del colapso a mis cuádriceps fue el trote polvorinesco. Juanico estuvo a punto de sacar el coche para ir en mi busca, pero uno, que ya se ha visto antes en situaciones parecidas de holganza muscular en los más de 40 duatlones y triatlones que llevo finalizados (que a eso me refería con lo de "contar los 40") tirando de reservas consiguió llegar por su propio pie al punto de partida. Sin duda un buen entrenamiento de cara a Elche.

Otro día, si eso, ya hablaré de los otros cuarenta que adornan mi expediente.

Ahora solo falta que

sábado, 12 de febrero de 2011

Previa del Duatlón de San Pedro del Pinatar

Como hacer las previas de las pruebas deportivas desde el punto de vista profesional está ya muy visto, ¿qué tal si intento una desde la óptica de un integrante del clan de la cerveza?

Por aclamación silenciosa allá voy:
"Esta tarde voy a Lo Pagán al segundo duatlón de la temporada".

Pues ya está, esa es toda la previa que puedo hacer, acorde con el plan de entrenamiento específico que he llevado a cabo esta semana desde que el pasado domingo participara en el no drafting de Los Camachos.

Luego os contaré más. Bueno lo mismo me ciño a contar los duatletas que entran en meta después y así acabo pronto.

lunes, 7 de febrero de 2011

Duatlón de los Camachos: sin drafting y a toda brida sin bridas

Había ganas de empezar la temporada. ¡Vaya si había ganas! En los Camachos nos juntamos la flor y nata del triatlón murciano y de parte del mundo mundial, básicamente por la presencia de la checa Radka Vodikova, campeona europea, y de un servidor, que no cuenta para la clasificación final, pero que aporta un colorido y una vistosidad al entrar en meta cuando ya parece que no queda nadie por entrar que pa qué.

El día se presentaba estupendo. También el ambiente. Supongo que la organización lo tenía todo pensado, y con el fin de que tuviéramos tiempo para saludar a los triamiguetes antes de empezar, consiguió formar una cola a la hora derecoger el dorsal que ni la del INEM después de la temporada estival. Los bafles, eso si, un lujazo, a todo trapo, para que fuéramos entrenando los tímpanos.

El caso es que se acercaban las 10 de la mañana, hora prevista para el arranque oficial de la temporada, y de cola en cola, que ahora tocaba la de la revisión de material en la entrada a boxes. El personal calentando de un lado para otro y yo buscando bridas, ya que a alguien se le olvidó meter en la bolsa del corredor, seguramente creyendo que, por aquello de que no iba a estar permitido el drafting, no harían falta para atarse a la rueda del de delante. Así que cada cual se las compuso para poner el dorsal en la bici.

Había ansiedad. Ansiedad y casi doscientos ansiosos que, en cuanto se dio el bocinazo de salida salimos "a toda brida", dispuestos a devorar los cinco primeros kilómetros, como lobos hambrientos. Cada cual a lo que le daba la máquina: los buenos por delante y los que tenemos la herramienta menos engrasada luchando por no quedarnos atrás nada más empezar. Total, que saliendo desde atrás empiezo con ganas adelantando a los del clan "de la cerveza", y al pasa por el primer kilómetro me sorprende ver que mi crono marca cuatro minutos y muy poco. Tan poco como que no me cuadra (si, amigo Stani, yo también pensé que lo habían marcado usando un metro de noventa centímetros o así), y confío en que al pasar por el segundo kilómetro la cosa se regulariza, pero resulta que entonces son ocho y poco, es decir, que aunque no me lo crea voy a poco más de cuatro el kilómetro y tan solo llevo por detrás unos 15 ó 20 de los 200 (cabe hacer mención que a las zagalas las habían soltado unos minutos antes, pero de haber salido todos juntos tampoco hubiera ido por delante de muchas de ellas). Entonces, no sé si saqué la calculadora, o si fue la maquinaria, que iba más rápida de lo que era consciente de poder aguantar, pero bajé el pistón para no dejarme todas las fuerzas antes de llegar a la primera transición.

En la entrada a boxes el crono marcaba 22'06 (¡había ido a 4'26 de media el kilómetro que para la poca suela que gasto es una pasada!). Eso me anima a pesar de que los pulmones los llevo como lijados, pero la más que evidente falta de carbono en boxes (¡vamos, que quedaban allí menos bicicletas que en un reunión de los angeles del infierno!). Como además de la carrera a pie las transiciones tampoco las entreno, me adelanta en boxes hasta el Tato, pero como no hay drafting, me animo pensando en que voy a pillar a algunos duatletas que, de haber sido posible ir a rueda, se me habrían escapado sin remisión.

¡Y así es! A pesar de que no hay al principio demasiado terreno para acoplarse, y que incluso hay un par de subiditas, a partir del kilómetro cinco, tras la bajada, parece que por cosas de la inercia -que yo soy más de bajadas que de subida- hay un par de kilómetros en los que consigo tirar de acoples y ponerme casi a cuarenta yo solito. Entonces en cuando empieza mi particular cacería... Me anima ir superando a gente que me había adelantado en la transición y a otros que me ganan de calle a pie. En la primera vuelta sólo cayeron dos o tres, pero en la segunda es cuando me siento más entonado y adelanto más posiciones (yo calculo que serían más de una docena las piezas que hice, entre ellos una rueda lenticular y otro que iba con una especie de bici de lechero, ¡nada, que por mucho que me esfuerce no me escapo del club de la cerveza!)

Llego a boxes envalentonado y lamentando que no queden otras dos vueltas más, pues cada vez me encontraba más a gusto, y por primera vez en no sé cuanto tiempo, me suelto las zapatillas encima de la bici, sacando sólamente los pies... ¡hoy voy de campeón! Pretendo perder el menor tiempo en la segunda transición para intentar resistir el embite de los que he superado al final. Sólo lo consigo a medias, pues los 2'5 kms finales, sobre todo el primer kilómetro en subida, lo hago arrastrando los pies y con un amago de pinchazo en el gemelo. Me adelantan dos o tres, pero yo hago lo propio con otro par de ellos, así que lo comido por lo servido y llego a meta bastante entero después de todo, con un tiempo total de 1h12'43, aunque con la duda razonable de que fueran dos kilómetros y medio al final, porque eso supondría haber ido a poco más de cuatro, cuando en el mejor de los casos nunca he bajado de 12 minutos en la segunda transición de este tipo de duatlones sprint.

Problemas métricos a un lado y a pesar de que el chorreo detrás de mi es más bien escaso, la conclusión que saco es que me lo he pasado realmente bien. Había venido a eso, y como ocurriera hace un par de semanas en Santa Pola, lo he conseguido. Lo mismo se hace difícil de entender por quienes llegando varios minutos antes que yo andan comentando lo mal que han ido, pero entiendo que quien entrena más, desea obtener un rendimiento acorde. Yo, concentrando todo mi entreno en perseguir los correteos de mi pequeñaja y en alguna salida esporádica y mañanera -esta semana me has fallado Juanico, porque salí una vez y no te vi, jaja-, insisto en que he cumplido mis previsiones, y dado el nivel que se daba cita por allí creo que no podía haber hecho más.

Nuestro Jesusico, al que le propuse que me cambiara su P3 por mi Orbeica, que no le cobraba nada, hizo décimo nada más y nada menos (2º en veteranos), y con Oscar Aroca y Alfonsico Salar entre los 40 primeros, séptimos por equipos, de un total de veintidós. Esta vez no era necesaria mi participación para puntuar por equipos (juas,juas). También estuvieron por ahí Pepico Raja, que estrenaba burrica atómica, y el otro Jesusico, que retornaba a la competición, con los que eché la parrafadica de rigor, así como con Perico y el amigo Lukas Gubler, dos maquinorros de Aguilas. Perico reconoció haber ido tirando miguicas de pan por el recorrido para no perderse en las rotondas, como al parecer si le pasó a más gente (tanto de delante como de atrás). Para la próxima edición, a falta de voluntarios señalizando, pediremos que incluyan en la bolsa un par de bridas y una brújula, y así todos contentos.

Y si después de todo esto a alguno todavía le pica la curiosidad por saber quien ganó, que se lea el Finisher del mes que viene, que estoy preparando la crónica oficial, aunque os adelanto que donde se ponga la crónica de un globero que se quite la aburrida visión de alguien que siempre va en cabeza y sólo tiene por delante vacío y más vacío, ¡qué aburrido debe ser eso de ganar! ¿no?

Y si a alguien le ha decepcionado mi crónica, y acusa una carencia de heróica o de sangre, tendrá que esperar hasta Elche, que es donde espero darlo todo. Como ya he dicho terminé tan anómalamente bien que, ante la ausencia de cerveza en el refrigerio posterior a la carrera (creo que hubo una brasa de cochinerías varias pero yo tenía que volver con mis dos mujercicas), todavía tuve arrestos al llegar a casa para irme de paseo a tomarme la cañica de rigor con mi pequeñaja. Aclaro que a ella la cebada todavía no le va, pero verla comer pulpo es un espectáculo. Casi tanto como ver a un servidor con un teclado delante para escribir, ¡acho, es que yo soy como un IM de la escritura!

sábado, 5 de febrero de 2011

Matemáticas del globero

Basándome en los bastos conocimientos de física cuántica que alberga la gris sustancia de mi cerebro, y la inestimable ayuda de una calculadora, os adelanto en unas pocas líneas el puesto aproximado en el que estimo mi llegada a priori, teniendo en cuenta los siguientes factores:

1) número total de inscritos
2) calidad de los mismos
3) entrenamientos que he llevado a cabo (jaja)
4) calidad de mi mismo (aquí es donde se juzga mi globería)
5) calidez del día (por seguir con lo de las calidades)
6) averías técnicas y/o/u hostiazos del quince

Y aunque seguro que me olvido de algún que otro factor corrector de suma importancia, teniendo en cuenta que JC, el gran limonchelista, me ha dicho que no debería tener problema para no llegar el último, y que a Stani y Juan los tengo un poco acobardaicos -que ya no hacen por apuntarse a un triste sprint de estos para no correr riesgos, ante la duda que tienen de si seguiré entrenando en el anonimato-, pues que yo estimo que me conformo con llegar encabezando el "pelotón de la cerveza", esto es, en el quinto-quinto.

Otra cosa no, pero chorradas con ingenio se me escurren del cerebro que no atino a controlarlas ni atándolas con esparto.

Ale, ya mañana si eso os lo cuento con pelos y señales (lo de los pelos darlo por supuesto, puesto que sigo sin depilarme; lo de las "señales", el señor de los tubulares no lo quiera, pues las últimas que me hice en la cara se me han quedado para los restos, jaja).

martes, 1 de febrero de 2011

BIENVENIDO AL CLUB DEL NO DRAFTING

Este próximo domingo, en Los Camachos nada menos (¿será porque va a tocar deshidratarse por la sobaquina?), estrenamos temporada de duatlón. Y para empezar, a juego con la ley antitabaco, otra prohibición más: no se vale el drafting. Los chuparruedas que se queden en casa disfrutando de una mañana de rodillo, que allí sólo nos juntaremos espíritus luchadores, los más esforzados, los puros y castos del triatlón...

Estoy como muy contento para no saber lo que me espera -aunque me lo imagine dado lo inexistente de mi entreno en los últimos 10 días-, y es que esta vez no sufriré porque no pueda cogerle la rueda a nadie, que en los últimos tris de la temporada pasada se me quedaba una cara de estulticio mayor cuando se me iban sin que pudiera enganchar dos pedaladas mínimamente fuertes, que no te cuento.

Y sin nervios ni nada. ¿Será que ya estoy llegando a esa edad en que ni se siente ni se padece? ¿o es que estoy en ese punto de madurez donde se rompe la sandía de puro dulce? ... Yo apostaría por lo primero. Y es que a pesar de haber conseguido la dudosa hazaña de terminar en Santa Pola antes que el bueno de Juanico, todo un señor IM, y por mucho que mi Stani me diga que he perdido la esencia, me estoy esforzando en estos últimos días en recuperarla. De paso también he recuperado un poco de pancica, que si no me va a sobrar mono de triatlón y tampoco es eso, que uno es de los rollizos, del club de la cerveza y el bombay, y no se va a cambiar así como así.

Ya os contaré cómo me va. Lo mismo hasta resulta divertido, aunque eso de hacerlo en un polígono industrial me temo que lo va a convertir en algo un poco desangelado... Mejor, así hago el ridi delante de menos peña.

martes, 25 de enero de 2011

Media de Santa Pola y el misterio del triatleta y los manguitos

Para otra cosa no, pero para lo que es inventar títulos rocambolescos para las entradas al blog, ¡se me ocurre cada cosa!...

Bueno, la verdad es que había pensado titularlo así como "el día que derroté a un ironman", pero me parecía demasiado pretencioso, para lo humilde que viene a ser uno, con sus entrenos en secreto y demás. Así que lo he cambiado por el que habéis visto, que mezcla episodios de fines de semana distintos. Por tanto, tiraré de memoria primero y empezaré por algo que se me había quedado en el tintero el fin de semana anterior al de la masificada media de Santa Pola.

Parte 1: el misterio del triatleta y los manguitos desaparecidos

Ya sé que puede parecer el titulo de una novela de intriga, así en plan Agatha Cristie, pero es que con la "pelaera" que caía el sábado por la mañanita al arrejuntarnos con el clan de los "santomeranos" y tirar para las Abanillas de Dios, a golpe de machetazo, resulta que, cuando nosotros ibamos con nuestras mejores galas invernales, se presenta el sin par pipiolo Alejandro, el mismo que nos ha prometido dedicarnos sus primeras victorias, porque no albergo duda alguna de que las habrá, que el crío además de músico es un portento físico (Alejandro, con todo esto que te digo ya me debo haber ganado alguna cerveza, ¿no?), con un maillot y un culote de manga corta, ¡y sin guantes!...

Yo estuve por preguntarle al zagal si es que acaso los había hipotecado para pagar el nuevo jumento que se ha mercado, pero viendo nuestra cara de estupefacción no tuvo más remedio que aclararnos el mismo que algo de fresquete en la punta de los dedos si que tenía... ¡manda huevos! ¡yo con los míos más congelados que los de una merluza en un barco del capitán Pescanova y el tío sale con que tenía algo de "fresquete" en la punta de los dedos!...

Lo mismo fue por eso por lo que se puso a tirar como un poseso, y también fue por eso por lo que yo me las veía y me las deseaba para aguantar los coletazos al final del amorfo grupo... aunque soy de la opinión de que aquella amalgama de cuádriceps que habíamos formado subiendo para Abanilla no llegó a ser un grupo compacto ni doscientos metros.

Seguramente, además del de los manguitos, hubo otro misterio que algunos no habrán conseguido desentrañar todavía, y es que por qué me empeñaba en arrancarles en cada bajada si en cuanto volvía a equilibrarse la carretera me pillaban y me dejaban más cortado que un tetrabrik de leche abierto desde hace tres semanas, sobre todo teniendo en cuenta que me había apuntado a una transición de tres cuartos de hora a pie después de los sesenta kilómetros de bici... ¡No tengo respuesta! Y tampoco sé como terminé vivo, pero lo cierto es que aquí estoy contándolo.

Parte 2: media de Santa Pola 2011

Decir que ha sido la media maratón en la que más he disfrutado de todas cuantas he corrido (y ya son una docenita, sin contar las de los 3 medios IM que he terminado) tampoco tiene mucho mérito, porque algunas podría decirse que sólo las he corrido a medias. Del mismo modo, será difícil explicárselo a cualquier maquinorro de los que si van a cinco el kilómetro se retiran porque para competir con tortugas se compran un acuario...

Tampoco da para presumir mucho si se observa la clasificación, porque resulta que han llegado por delante de mí unos 4000 tíos... creo que es preferible empezar por detrás y resaltar que he llegado por delante de 3000 tíos... ¡si, así mola más! ¡y ya es la repanocha poder afirmar en mayúsculas, que HE LLEGADO ANTES QUE UN IM, y sin ponerle la zancadilla ni nada... (creo que lo de decir "sin entrenar" no cuela, porque el susodicho me ha estado espiando y sabe que salir de casa en pantalón corto y con mis pantorrilleras, al menos lo hice una vez la semana antes de la carrera, por lo que, siendo yo quien soy, puede decirse que estaba sobreentrenado, jaja). Pero no ahondaré en este tema de haber conseguido llegar antes, más que nada porque en la siguiente carrera me dirá que me vaya a patita para ir calentando en lugar de llevarme en coche, o más bien porque siendo honesto está claro que ha sido un accidente que dificilmente se repetirá en cuanto vuelva a su nivel habitual, que para eso es un IM.

Pero a lo que iba, que esta vez, además de correrla de principio a final, lo he hecho con una regularidad que hasta a mí me sorprende. Me había fijado como objetivo acercarme a 1h45, y creo que lo he conseguido con creces (1h46'34), sobre todo teniendo en cuenta que salimos muy retrasados y que fuimos combinando la disciplina atlélica con la nueva modalidad olímpica: el eslalon santapolero, consistente en ir metiendo codos por doquier y sorteando corredores durante 21 kilómetros, ¡que se dice pronto!, pero que seguro que un par de cientos de metros demás si que te obliga a hacer. La parte buena es la psicológica, porque no dejas de adelantar gente durante toda la carrera. Seguro que eso y olvidarme del ritmo de los demás (práctica que tan mal me sentó en carreras anteriores), han sido las claves de mi modesto éxito. Bueno, y también que no se pasara por allí el Lobo, que tengo comprobado que es estar él delante y a mí me sucede una desgracia, jaja.

Ya me están intentando tentarme con Orihuela, pero yo he empezado a pensar en la temporada de duatlón. El año pasado me la perdí entera por esa razoncica que en su momento fue la causa de que dejara de entrenar y toda competición, y que ahora me tiene loco, y que me hace ir detrás de ella todo el rato; seguro que esto cuenta como entrenamiento. Al menos a mí me cansa igual.

Antes de terminar una advertencia y es que no descarto seguir derrotando a aironmanes que se descuiden un poco y se duerman en los laureles, así que ojo avizor.

martes, 11 de enero de 2011

11111

Si estás leyendo esto es que no te ha tocado la lotería. Iba a empezar con el topicazo ese de "año nuevo, vida nueva", y aunque le he hecho unos apañicos visuales al blog, esto no deja de ser como que Falete se haga la liposucción en un moflete del culo, porque las células adiposas por mucho que las desinfles vuelven a su ser si en lo del manduque va uno con superávit. Vamos, que si, estamos de estreno de nuevo año, pero en lo que a mí respecta poco ha cambiado.

Mi vida, felizmente, cambió hace unos meses. Y desde entonces el sueño que se hizo realidad sigue pareciendo un sueño (toco madera o melamina o lo que se pueda tocar para que no cambie), así que he dejado a los Reyes Majos tranquilitos este año, que yo, que siempre he sido de buen conformar, me siento el más afortunado del mundo con nuestro regalico moreno.

En lo triatlético, todo sigue igual también. Por mucho que se rumoree que entreno con nocturnidad y matutinidad, aquí no hay sueño cumplido ni pollas en vinagre ni nadie ha de temer nada: parece que entreno porque me tienen vigilado (parece que ahora soy el rival a batir por ciertos aironmanes que parece que se están amanerando, jaja) y cada vez que salgo alguno de la cuadrilla se cruza conmigo. Y claro, con ese correr mío y esas pintas que debo llevar, ¡como para no fijarse!

Pero parece que tengo suerte y de momento me respetan dolores, molestias y lesiones (aunque con lo que entreno sería de muy gafe lesionarse), así que preparaos para el festival que este año voy a dar en el circuito murciano de duatlones, triatlones y todos los "ones" que haya que hacer.

Por cierto, ¿os habéis fijado que hoy es un día de números uno? ¡Y no, no es mi santo! Porque yo número 1 sólo podría aspirar a serlo dando la vuelta a las clasificaciones. Así que, si bien podría parecer que en el título se me ha ido el dedo pulsando el "1", para los que gocéis con estas mariconadas de las fechas curiosas, recordad que un día así no lo vamos a volver a ver (salvo firma expresa de pacto con el diablo, o que los científicos de la Universidad de Machachuset descubran que el limonchelo es el secreto de la eterna juventud): nada más y nada menos que 11 del 1 del año 11.