domingo, 8 de marzo de 2009

CARAVACA SANTA y el duatlón de las seis bolas

Desde 1998 Caravaca de la Cruz es una de las cinco ciudades del mundo, donde se celebra el Año Jubilar Permanente. Es un privilegio que comparte con Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Santo Toribio en Liébana. Y, aunque no será hasta el próximo año 2010 cuando vuelva a celebrarse el jubileo caravaqueño (que tiene lugar cada siete años a partir del 2003) otorgándose indulgencia plenaria a los peregrinos que acudan a esta ciudad santa de la geografía murciana, lo cierto es que ayer sábado 7 de marzo me dió la chifladura y decidí ser uno de los casi doscientos duatletas que aguardaban a que se diera la salida de la segunda prueba del Circuito Murciano de Duatlón...

- ¡que Dios me coja confesado! -pensé mientras afianzaba la decisión tomada, más por la incertidumbre de cuál sería la opinión de mi desentrenado ser, que por profundos ideales religiosos-

La empresa, en apariencia desprovista de cualquier aspaviento literario, tenía, empero, su miga, y estaba justificada la cavilación: llevaba tres semanas de siete días dedicadas a la meditación, al entretenido oficio de buscador de pelotillas ombligueras y a la peregrinación traumatológica, en busca de solución a las cuitas de mi desvencijada región antero-tibial, en la que, según parte médico-magnético, cuento con "cambios inflamatorios en tejido celular subcutáneo y dilataciones varicosas"... ¡arsa!¡quiyo! ¡eso es poesía y no el cantar de Mio Cid!

Finalmente pudo más el querer que el poder y salió esa cabra que me posee por momentos y tiró para el monte... ¡Si al menos me huiera encomendado a san Eubulio, a San Gaudioso, a Secúndolo o a Pablo el Simple, a la sazón santos del día!... pero no, allí estaba yo, decidido a emprender la romería del duatlón sprint de Caravaca en su décima edición, y mi previsora media mandarina advirtiendo si no serían precisamente unas "décimas" las que me habían perturbado, como al más alocado de los Quijotes, para tomar la salida, conforme estaba, sin forma alguna...

- ¿me estás llamando deforme? ¿es que no me has visto la panza, que ha vuelto a su ser, recuperando la característica ondulación cervecera que nunca debía haber perdido? ¡vamos, que forma, lo que se dice forma, si que tengo alguna, aunque sea más tirando a botijo!

Más como dijera Julio César (y eso que el romano en cuestión no montaba en bicicleta): "alia jacta est". Dispuesto para la batalla me calcé mis esparteñas de correr (para más inri sin plantillas, segundo error) y comencé a velar armas (calentar al trote cochinero) buscando compañías amigas que me animasen. Así, primero compartí unos metros (los primeros de suave retoce sobre el asfalto desde el día del "aberrunche" tibial) con dos compañeros del bando cistiano. A Cristian ya lo conocía, pero no a Alfonso Salar, que resultó ser un dicharachero "biker", con cuerpo de atleta, y quya sombra -tuve por seguro- dejaría de ver en cuanto se diera la salida.

Más tarde me tropecé con el clan de los Pacos, sorprendidos, casi tanto como yo, de verme vestido de corto. Y entonces fue cuando pergeñé la estrategia para la carrera, en plan Lute: camina o revienta al ritmo de un maratoniano con la rodilla chunga. Adelanto que dióse la segunda circunstancia, la que implica explosión, cuando el amigo Paco apuró el ritmo al ver que yo le aguantaba (ya me lo agradecerás después, mariquita, ¿no decías que te dolía la rodilla?.


Pero tras perder rueda antes de empezar con la bici (curiosa paradoja), habría de llegar el momento álgido de la prueba: la verdadera prueba de la prueba, con el paso por el caracolillo en dirección a Moratalla, Ahí es donde el X Duatlón de Caravaca se convirtió para mí en el "Duatlón de las 6 bolas"...

Porque por momentos estuve tentado de echar pie a tierra, pero decidí echarle las dos consabidas bolas colgaderas y aguantar a muerte en el grupo al que me había unido, formado por los amigos Andrés y Luis Miguel (de Fuente Alamo). Con esta decisión, valiente pero muy osada en lo físico, ponía en riesgo los empastes y las bolas de los ojos, que de tanto esfuerzo pensé que se podrían llegar a salir.



La suma, por de pronto, ya subía hasta cuatro bolas. Y mientras, casi sin pensarlo, estaba arriba, dominando Caravaca desde lo alto, con una magnífica vista -dada la tarde de espléndido sol y moderado viento que había salido-. Hasta me permití tomarme un trago, pero sin tiempo para mucha relajación, que el grupo iba incrementándose con combaientes que habían ido descolgándose de grupos más avanzados, y había ganas de más. Tanto fue así, y tal la casualidad, que sólo parecíamos recoger corredores de Fuente Alamo... casi parecía aquello una salida de amigos del pueblo que tiran a muerte para ver quien se queda y descojonarse el día siguiente. Animaba ver cada vez más cerca un grupo más numeroso que el nuestro unos pocos centenares de metros más adelante.

Salvar el giro de ciento ochenta grados para volver a poner rumbo a Caravaca me costó un calentón importante (tercer error del día haber estado a cola de grupo), pero conseguí no quedarme... y cuando enfilábamos la última subida, entonces lo ví claro, y además de quedarme clavado le dí titulo por adelantado a esta crónica de una muerte (en esta carrera) anunciada... ¡y es que se me subieron las bolas de los gemelos!

No sé si mientrss descabalgaba para intentar estirar la musculatura me pasaron cien o doscientos. Creo que además de la punzada muscular, viendo tanta gente adelantarme, sentí la misma decepción de aquel cerdito del cuento en que tras construir su casita con ramas, llega el lobo y soplando se lo tira todo... pues eso, todo el esfuerzo "bolar" por tierra, y yo en aquella carretera que, cuando volví a montar mi jumento sobre ruedas, se había convertido en un auténtco desierto.

Ahora ya, con más bolas que nunca, no tenía otra que seguir dándole, como pudiera, para llegar a lo más alto del caracolillo por la otra cara (más suave, por suerte) y dejarme caer hasta Caravaca. Entonces ya habría tiempo de decidir si abandonaba (algo que nunca jamás había hecho en una carrera).

Me animó el aliento de Mabel cuando me quitó las pegatinas al pasarme en las últimas rampas (lo de esta zagala es para ponerle un monumento a la simpatía), y hasta tiré de las únicas bolas que parecía tener en su sitio para recuperar virtualmente un puesto (luego lo perdería en el último sector).

En la bajada, por si no fuera suficiente, no quise arriesgar lo más mínimo (hay que ver lo que se reduce el valor cuando te saltas los dientes contra una piedra), y hasta vi un par de caracoles que hicieron amago de subirse a mi chepa... más que nada porque si se me hubieran subido en las lumbares los hubiera espachurrado.

Total, que conseguí llegar, marcándome un medio kilómetro final de contrarreloj. Creí ver la luz cuando comprobé que todos los músculos volvían a responder. Estaba seguro de que podría continuar hasta el final, aunque, eso sí, invirtiendo su buen minuto y medio (¿o fueron dos?) en la transición más tortuosa y tortugosa jamás vista.

Obviamente en los dos mil quinientos metros finales no conseguí rebajar el record de la prueba, aunque contando con las tres paradiñas que hice para estirar y que el último kilómetro (cuesta abajo) conseguí estabilizar la distancia que me sacaban los que me habían adelantado a pie, terminé relativamente contento, ¡jodido pero contento!... con las mismas ganas de reestablecer el balance hídrico que de encontrar un par de riñones nuevos... ¡vamos! que si hubiera visto un billete de quinientos euros en el suelo no estaba yo para agacharme a recogerlo.

Resumiendo: que como los dedos de las manos y las orejas son las únicas partes del cuerpo donde no tengo agujetas, he empleado los primeros para crear esta prólija historieta animada de mi carrera a la pata coja, y afino las segundas para oir todo tipo de improperios por el tocho cuasi novelesco que os he hecho padecer. La crónica oficial ya la podréis leer en la prensa. Y la clasificación ya está en la web de la federación. Si me buscáis en ella os aconsejo que empecéis de atrás hacia delante, que terminaréis antes.

3 comentarios:

stani dijo...

Entonces nos vemos en Fuente Alamo?, por cierto el otro día estuve con Special Force y está claro que tú pagas por blando.... olé

Garbanzito dijo...

Si correr a 4:22, cuando habitualmente corro por debajo de cuatro es apretar, ¡atatela al muslo! Un saludo, guapetón.

XARLI dijo...

Stani, si no pasa ná allí estaré, cumpliendo como el campeón que no soy... ¡Y sí! Tienes razón, soy un blando, sobre todo en lo tocante a lo "angiológico", porque ya está confirmado que tengo varices como lombrices.
Garban, ¿no ves que diciendo esas cosas me hundes en la más mísera de las miserias, redundancia incluida? ... ¡y yo que pensaba que ir a tu vera te había servido de acicate para correr más, pues ya es bastante que Juan te tenga a tiro como para que ahora llegue un matao y cojo como yo y te aguante un par de kilómetros!... además, seguro que entre tú y tu GPS "de carrito" me decís que quien midió el circuito se había tomado antes unos quintos y redondeó a 5, y que no había ni cuatro.
En fin, una vez que todas mis bolas han vuelto a su ser, yo me doy por satisfecho.
Por último, sobre lo de atármela al muslo, lo he probado alguna vez, pero tengo la duda de si será mejor hacia el derecho o el izquierdo, ja,ja.