domingo, 23 de marzo de 2008

El tamaño de moda

Suele decirse que el tamaño no es lo que importa, pero no deja de ser una falacia más. Si la sabiduría popular, curtida en múltiples justas y lides asegura lo de la “burra grande”, será por algo. ¿O vamos a saber nosotros más que centurias y centurias de disloque cultural?.

Aplicando lo del tamaño a las modas, y si no quieres que el juez de línea del estilismo levante su banderín, dejándote en un flagrante fuera de juego de la muerte (outside que te cagas o penalti y expulsión, Rafa, por tu madre, no me jodas – que viene a ser todo del mismo frasco Carrasco-), digno del más estrepitoso de los ridículos sociales, harás bien en seguir a pies juntillas las ocurrencias que hayan tenido los Guchis, Cardines, Laurenes y demás visionarios de la cosa del raso y el blanco satén (otros los llaman gurús de la moda, que debe ser la evolución del ancestral oficio de brujo de tribu, cuya santa palabra termina siempre en la misa de las pasarelas).

No te molestes en buscarle más patas al gato, ni las cosquillas al burro; la cosa puede que no tenga ni pies ni cabeza, lo mismo hasta vas hecho un perfecto adefesio –demostrable empírica, objetiva y cabalmente-, arrastrando pantalones, rebosando mollas por doquier, como si tu cintura fuese un neumático desgastado, pero el momento de gloria integradora, de lo más “in”, no te lo quita a ti ni tu santa madre ni siete docenas de don limpios.

Con las gafas de sol viene a pasar por el estilo. Y es que, hablando de estilos, cuando por fin había empezado a dejar de tener aquellas horribles pesadillas en las que me perseguía la más famosa de las tonadilleras -conocida casi tanto por su desagradable y falsa sonrisa profidén al cubo, como por sus desventurados romances, ora con un bravo torero que muere empitonado, ora con un alcalde amarbellado, de presunción corrupto y al que la justicia le ha clavado sus estoques, manteniéndolo enchironado en Alhaurín-, ahora resulta que me encuentro esa mirada de mosca por todos los rincones. Al grito de “todas a una”, como en Fuenteovejuna, nos han sumergido en el más cruel y ascético de los inviernos de la belleza.

Ya no se puede contemplar el sol reflejado en los bonitos ojos de ninguna buena moza o fémina de sin par desenvoltura, ya no se distinguen ni el mar ni el cielo en el azul de ningún iris angelical, o el color del trigo verde, o la gris ceniza de un incendio boreal. A todas les dio por esconderse tras inmensos anteojos tintados, para desespero del más enamoradizo de los Garcilasos.

Haciendo honor a la verdad, también reconozco que hay casos en los que se ahorraría uno desagradables experiencias visuales. Esto de llevar grandes gafas oscuras, a modo de antifaces faciales o burkas oculares, debería ser obligatorio en caso de fealdad acérrima o de tener una mala leche de gremlin mojado a medianoche -¡que yo no sé lo que será peor!-, pues hay veces que te topas con unos mirares, de ojeriza tal, que te entran ganas de maldecir al fabricante, por muy espectaculares que sean las curvas, por muy escueta que sea la falda o por muy platinado y ondulante que luzca el rizo la morena. ¡Menuda millonada de congéneres nos levantamos a ver si el asturiano le moja la oreja al británico de tez oscura, porque nos entusiasma el rugir y la fiereza de los monoplazas! ¡y luego nos compramos un monovolumen! ¡a lo sumo un descapotable!

Que cada cual escoja a su antojo. Puestos a preferir, yo me quedo con el asalto a cara descubierta, sin tapujos, con la verdad por delante y el corazón a flor de piel:

- ¡mire señorita! ... ¡y no mire sólo lo que ve sino lo que está detrás! ¡esto es un atraco! ¡vengo a robarle el corazón! .... ¡si usted tuviera a bien…!

¡Ay, como son las cosas del querer! Empecé hablando de la moda y hablando del amor terminé... ¿Será acaso otra moda? Si así fuera, permítaseme rectificar y afirmar decididamente que SÍ importa el tamaño. Procurad un buen substrato a vuestros amoríos, que nunca le falte alimento para que no deje de crecer. ¡Acabemos con esos estúpidos obstáculos que impiden la visión nítida de lo más hondo del espíritu!. ¡Así nuestra vista no se perderá ni un rayo de sol por más que si nos quedamos embelesados mirándolo corremos serio riesgo de deslumbramiento o ceguera!

3 comentarios:

Jetlag-Man dijo...

Es que eres un poeta, Xarli. A ver cuando escribes una "Oda al piñón pequeño", o la "Canción a tus acoples negros", y las hacemos nuestro himno.¿Te vestiste de güertanico?

stani dijo...

Jajajaj, muy bueno Ramón.... aparte de poeta es un chuparuedas profesional y no me escondo para decirlo, jajaj, un saludo.

XARLI dijo...

Ramón, wena idea. Luego no quieras royaltis, pero lo mismo un día de estos os sorprendo con una creación poeti-triatlética.
Stani, ¿qué tal si le pongo de título "el culico del nene de Monteagudo"? ¡aunque con un poco más de entreno lo mismo tengo que pensar en titularlo: "el salto montaña arriba de un pequeño saltamontes de carretera"!
¡Y sin disfrazarme de wertano!¡a cara descubierta! ¡Acho, que me enciendo!... ¿será que me falta un yintonis, Stani? ¡a ver cuando celebramos algo!¡aunque sea que Ramón se ha comprado un nuevo sillín, ja,ja!