domingo, 14 de diciembre de 2008

El día en que a Filípides dejaron de crecerle las orejas

Entonces, cuando Persia fue polvo,
todos gritaron: "¡A la Acrópolis!
¡Corre, Filípides, una carrera más!
¡Tendrás tu recompensa!
Atenas se ha salvado gracias a Pan.
¡Ve y grítalo!" Arrojó él su escudo,
corrió otra vez como una saeta;
y toda la extensión entre el campo de hinojo
y Atenas de nuevo fue rastrojos,
un campo que recorría una saeta,
hasta que él anunció:
"¡Regocijaos, hemos vencido!"
Como vino que se filtra en arcilla,
la felicidad que fluía por su sangre
le hizo estallar el corazón: ¡el éxtasis!


Robert Browning, el poeta inglés del s.XIX con apellido de postre de chocolate y que tenía pinta de ocultar una cueva de osos entre las barbas, no creo que se pusiera un chandal en su vida. Y a pesar de ello dedicó un poema a Filípides.

Esta noche, en sueños, he oído los ecos de la cruenta batalla entre griegos y persas, tras el desembarco de estos últimos en Maraton y de que, según cuenta Heródoto, el bravo soldado ateniense, Filípides recorriera no sólo los famosos cuarenta y dos kms. entre Maratón y Atenas, sino también otros doscientos cuarenta del ala para ir a pedir ayuda a Esparta.

Me ha contado Filípides (andaba el pobre hombre todavía con el resuello alborotado, digo yo que sería porque no sabía que tan larga distancia es mejor entrenarla en aeróbico sin elevar las pulsaciones más allá del K1), que la culpa de toda su desgracia la tuvo el dios Pan, un fauno que se le apareció en el monte Parthenium y le encomendó que llevara una propuesta a los atenienses: si le erigieran un templo, él a cambio les ayudaría en su enfrentamiento contra los persas. Me pregunto yo si esto no sería denunciable como prevaricación celestial y un claro antecedente de corrupción y del boom urbanístico.

Yo de Filípides le hubiera espetado al susodicho Pan que no se encareciera tanto, hombre... Y también que se dejara de gaitas, que hablara con el Pocero si acaso, y que no le entretuviera, que iba con su cestita a casa de su abuelita... ¡ah, no, perdon, que esto es de otro cuento!... a donde iba era a pedir ayuda a Esparta, y con lo mal que está el transporte público tenía que hacerlo a patita... ¿en qué se habría gastado el ministro de defensa griego los fondos reservados que no tenían ni para un jodido caballo?

En fin, no sé si esta aparición la tuvo por una hipoglucemia acusada, porque seguro que no había sido previsor y, además de olvidar hidratarse convenientemente, tampoco llevaba unos geles... ¡ay, las cabezas Filípides! ¿así como querías terminar? ¿es que no te habían hablado tus generales del famoso "muro"? Posiblemente tú pensaras en una fortificación de piedra, pero no, las piedras las ibas a tener tú desde las piernas hasta las mismísmas orejas.

Para más inri, cuando llegó a Esparta, sigue contando la leyenda, los espartanos, aunque se conmovieron por el ruego y querían brindarles ayuda, no podían hacerlo de inmediato sin quebrar sus propias leyes. Era el noveno día del mes, y dijeron que no podían marchar hasta que la luna estuviera llena. ¡Con dos cojones!... Típica conducta funcionarial, ¡y menos mal que no le dijeron que volviera al día siguiente con un par de fotos carnet y una instancia compulsada! Sólo tenían que esperar a la luna llena.

- ¿Y mientras, mi querido Filípides, los persas no creo que estuvieran rascándose las bolas, verdad? -le dije a Filípides
- ¡Ostia, los persas, es verdad!

Pues si, Hipias, el hijo de Pisístrato, los guiaba a Maratón. Y a los espartanos estos sólo les faltaba una guitarrica y una buena fogata para ponerse a palmear y a bailar, ¡arsa, arsa!... Lo estoy viendo, Filípides, ¡anda, muchacho, echa a correr de nuevo que es lo tuyo que van a terminar saqueando vuestras ciudades y violando a vuestras mujeres! Y si malo es salir derrotado, porque se te queda cara de tonto, no te digo nada si encima te salen cuernos.

La leyenda no narra nada de esto, porque no quedaría muy mitológico. A cambio habla de que el dios Pan, el prevaricador, con sus malas artes, ayudó a los atenienses en su batalla contra los persas, infundiendo miedo. Según cuentan era su especialidad: un terror ciego e irracional que paralizaba la mente e impedía toda capacidad de juicio, ¡el PÁNico!.

- Ya te decía yo, querido Filípides, que era un mafioso, ¿no te das cuenta? ¿Y dices que recorriste los 246 km que separaban a Atenas de Esparta en 2 días, por terreno escabroso? ¿Y después te fuiste a Atenas desde el frente de la batalla en Maratón para anunciar la victoria?

Hazaña digna de recordar, si señor. Pero tú, mi querido amigo la palmaste. Te dejaron de crecer las orejas, con la última palabra que pronunciaste ante de expirar ha estado haciendo caja una marca de prendas deportivas, y ni tú ni tus descendientes han visto un duro... será porque la SGAE es invento moderno.

Y sobre todo, ¡por tu culpa ahora se nos ponen de punta a los que queremos enfrentarnos a esta mítica prueba!

- ¿es que no te contaron por ahí arriba que, en tu honor, se ínstituyó una prueba en los juegos olímpicos de 1896? ¡Cosas del barón de Coubertin! Se trata de recorrer esos 42 kilómetros de nada. Y al que gana se le corona con laurel y le dan una medalla, en lugar de enterrarlo en una caja de pino, como te pasó a tí, ¡gilipollas, que fuiste un gilipollas!

Te equivocaste de época, Filípides. Hoy vivirías como un marqués, que es lo que hacen unos cuantos aprovechados a tu costa, dándoselas de solidarios porque organizan por la tele unos programas de recaudación para fines benéficos cuando llegan estas fechas de buenas intenciones e hipocresía desbocada, a los que llaman tele-Maratones. Y mientras, ese dios tuyo, con nombre de alimento básico, es lo que le falta a muchísima gente en el mundo.

NOTA ACLARATORIA FINAL:
Que nadie caiga en la fácil tentación de pensar que me estoy inventando una excusa espartana para escaquearme de mi compromiso maratoniano (¡que te conozco, hijo del viento!). No es por miedo, ¡me cago en el dios PAN!. Repito que he estado hablando con Filípides, pero como el tío no sabe de biomecánica ni de afecciones musculares, tengo que aguantarme y esperar a ver si alguno de esos dioses terrenales que conocemos por médicos me da la receta mágica para que el cuadriceps me funcione como es debido. Porque me temo que la fisioterapia que acabo de empezar no va a ser la panacea.

4 comentarios:

stani dijo...

desde el principio ya te veía venir, blando que eres un blando...

En mi tierra que también es la tuya cuando un hombre da la mano da algo más..... eres un moderno de los que prometen una cosa y dicen otra, jajaja. A ver si coge un poquico de color esa piernecica. olé.

Felipe Javier dijo...

Ooooh, Xarli! No sé si deberias ponerte el despertador cuatro horas antes y ahorrarte esas filípicas (de las que yo sé mucho también, aunque sea sólo por el nombre...), jejeje! De todos modos, espero que la fisio te funcione, antes que pasar por algo más drástico. Vete cogiendo resuello que estamos que salimos!!! Ánimo! (que no anónimo)

XARLI dijo...

Stani, ¿entonces no te ha convencido que lo haya hablado con Filípides? ¡cachis!
Felipe, tú si que estás hecho un buen Filípides, que no paras, cacho bandido.

Jetlag-Man dijo...

Coño, soy Xarly: ¡a ese Philippos el griego lo conocía yo! ¿La ha palmado? Claro, estaba muy gordo para correr 42 km.
Tanta erudición me abruma, sobre todo haber descubierto el origen del nombre de los Brownies esos de chocolate.
¡Muchas felicidades, jefe!
(A ver si nos vemos en Cieza ¿no?).